jueves, 24 de noviembre de 2011 | |


DOMINGO  I  DE ADVIENTO:   VIGILAD Y ORAD

Inauguramos el Adviento de este año 2011. “Esperamos el ADVENIMIENTO” del Señor.

Durante el tiempo de adviento contempla la Historia de la Salvación desde el PRESENTE, apoyándose en el PASADO mirando al FUTURO.

+ AYER: Recordamos el acontecimiento y misterio de la ENCARNACION

+ HOY: El Señor se hace presente cada día: ESTOY CON VOSOTROS HASTA EL FIN DEL MUNDO

+ MAÑANA: El Señor vendrá a juzgar a vivos y muertos: PARUSIA o ADVENIMIENTO.

El “ayer” no es un pasado, sino que es un acontecimiento que continúa siendo realidad. Dios se encarna de una vez para siempre y ya no vuelve a “des-encarnarse”. Es hombre para siempre. Así es que hemos de pensar en un “continuo” que permanece. Empezó un día pero continua por siempre. Los regalos de Dios son permanentes en su acción salvadora. Dios no retira nunca su Gracia.

Por eso, porque esto es así, el HOY es tan cierto como el ayer. Jesús viene cada día. Hoy viene a nuestro encuentro y se hace presente de múltiples formas: desde su Palabra, pasando por nuestros “próximos” y siendo su realidad mayor en la Eucaristía.

Porque esta nuestra realidad todavía está en camino, llegará un día en que todos llegaremos a la plenitud. La PARUSIA será el acontecimiento último que llevará a la historia a su maduración total.

Toda esta realidad (pasado, presente y futuro) es lo que celebramos en el MEMORIAL de la EUCARISTIA. Cada domingo nos reunimos para “proclamar su muerte (toda su historia vital), anunciar su Resurrección (entrada en el HOY de DIOS) que es el acontecimiento siempre presente; y pedir que VENGA. En el Adviento presionamos esta última “tecla” del ¡VEN SEÑOR JESUS!

Podríamos decir que en este tiempo de Adviento nos proponemos como comunidad este OBJETIVO:

Despertar en cada uno de nosotros una actitud personal:

+ de FE y de ESPERANZA-VIGILANCIA

+de HAMBRE o PROBREZA ESPIRITUAL (Las Bienaventuranzas y su correlato en el Juicio final)

+de MISION o PRESENCIA EN EL MUNDO.

Centrándonos ya de forma particular en el Primer Domingo de Adviento está clarísimo que apunta decididamente al FUTURO y por lo tanto es un aldabonazo para urgir nuestra esperanza y ponernos vigilantes. Mi convencimiento personal es que, desde hace muchos siglos, la esperanza intensa y confiada en la venida del Señor (“tensión escatológica”) que vivía la primera comunidad de cristianos se ha ido apagando y casi extinguiendo. Pocos de nosotros sabríamos dar “razón de nuestra esperanza” (¿Cuál es el fundamento de mi esperanza?). Pocos de nosotros sabríamos describir cuál es el contenido de nuestra esperanza (¿qué es lo que espero?) y pocos de  nosotros sabríamos definir qué es la esperanza. Resulta que cada una de las lecturas de este primer domingo parece buscada para dar respuesta a esos interrogantes.

La lectura de Isaías 63, 16-19, podría ser una preciosa respuesta a la pregunta sobre el fundamento de la esperanza. “Tú Señor, eres nuestro PADRE”. Es la experiencia fundante por la que Israel espera que se rasgue el cielo y baje con su presencia e instaure su reinado. Y de hecho se afirma que ha bajado y que baja continuamente por el amor que tiene a su pueblo.  No hay ningún Dios que haga tanto por el que ESPERA EN ÉL.  Qué belleza  y que grandeza la de Isaías al afirmar de nuevo “Tú eres nuestro Padre; nosotros la arcilla y tu el alfarero”. Es un canto a la confianza extrema en Dios y saber que en sus manos hará de nosotros lo mejor. Nos va a modelar con el cariño con el que un padre acoge en su seno al niño pequeño. ¡Cómo no fiarnos de un Padre!; ¡Cómo no esperar en El! Nos ha mostrado tantas veces a lo largo de nuestra vida que realmente es providente, que está a nuestro lado, que nos conduce hasta por las cañadas oscuras, que nos precede y que nos espera. Sería interminable el canto de alabanza y bendición que podríamos cantar por las maravillas que Dios ha hecho en nosotros (cada uno), en nuestro pueblo, en nuestra historia y la del mundo entero de todos los tiempos. Este Dios, ABBA, es el fundamento de nuestra esperanza.

La lectura de la carta de San Pablo a los Corintios 1, 3-9, nos habla del contenido de nuestra esperanza, que no es otro que Cristo el Señor. “Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo Jesucristo Señor nuestro”. El contenido de nuestra esperanza no es una cosa, una ideología, una utopía…; es una persona VIVA. ES “El Viviente”: Llamados a participar en la VIDA de su HIJO. Esa es nuestra esperanza. Ese es el CIELO.

“La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros”. Más que saludo es compendio de lo que es nuestra Salvación.  Salvación ya en acto, porque “hemos sido enriquecidos en todo, porque en nosotros se ha probado el testimonio de Cristo. Nuestra Esperanza que es Cristo, que es participar de su Vida, participar de su Espíritu, ya está realizándose en acto aquí y ahora. En Esperanza hemos sido Salvados. Y esta presencia adelantada de lo que será pleno en el futuro, hace que nuestra vida pueda vivirse, sin muchas ataduras, ligeros de equipaje, capaces de renunciar a muchas cosas, porque ninguna cosa tiene “peso” suficiente como para que por ella perdamos el norte de nuestra vida. El creyente, esperanzado en Cristo, puede vivir dando su vida por los demás, porque el que da la vida, no la pierde sino que la gana.

Como “coda” de esta lectura, se nos dice: “El es fiel”. Dios es fiel. De nuevo el fundamento.

El Evangelio de Marcos 13, 33-37,  se puede resumir (aunque sea mucho resumir) en el “VELAD”. Quizás no sea la definición teórica de la esperanza. Pero si lo pensamos en línea de acción, vivir esperando significa vivir “velando” para “cazar” cada día el “hoy de Dios”.  Ir descubriendo eso que llamamos “kairoi” de Dios, las acciones de Dios en medio de su pueblo e ir respondiendo activamente a esos llamados o acciones del Señor. No podemos dejar de volver la mirada al evangelio del domingo pasado, donde las acciones de Dios, o los “kairoi” pasaban por las obras de misericordia con los pobres, llorosos, afligidos y demás ralea. Esperar es poner en acción todos nuestros recursos (talentos) para que el Reino esperado, vaya haciéndose realidad en nuestros días.

Habría que añadir al Vigilad el ORAD (a que os suena en el huerto de los olivos). La oración es clave en la esperanza y en el adviento. Por eso que no deje de sonar el “Padre nuestro” ni el “Ven Señor Jesús”.

Os invito a no dormirnos, a no cansarnos, a no desesperar. CARPE DIEM IN DOMINE: APROVECHA CADA DIA EN EL SEÑOR.  EL SEÑOR VENDRÁ.
Gonzalo Arnaiz Alvarez, scj

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