miércoles, 30 de noviembre de 2011 | | 0 comentarios

Segundo Domingo de Adviento

Domingo 4 de DiciembreDomingo 4 de Diciembre

jueves, 24 de noviembre de 2011 | | 0 comentarios


DOMINGO  I  DE ADVIENTO:   VIGILAD Y ORAD

Inauguramos el Adviento de este año 2011. “Esperamos el ADVENIMIENTO” del Señor.

Durante el tiempo de adviento contempla la Historia de la Salvación desde el PRESENTE, apoyándose en el PASADO mirando al FUTURO.

+ AYER: Recordamos el acontecimiento y misterio de la ENCARNACION

+ HOY: El Señor se hace presente cada día: ESTOY CON VOSOTROS HASTA EL FIN DEL MUNDO

+ MAÑANA: El Señor vendrá a juzgar a vivos y muertos: PARUSIA o ADVENIMIENTO.

El “ayer” no es un pasado, sino que es un acontecimiento que continúa siendo realidad. Dios se encarna de una vez para siempre y ya no vuelve a “des-encarnarse”. Es hombre para siempre. Así es que hemos de pensar en un “continuo” que permanece. Empezó un día pero continua por siempre. Los regalos de Dios son permanentes en su acción salvadora. Dios no retira nunca su Gracia.

Por eso, porque esto es así, el HOY es tan cierto como el ayer. Jesús viene cada día. Hoy viene a nuestro encuentro y se hace presente de múltiples formas: desde su Palabra, pasando por nuestros “próximos” y siendo su realidad mayor en la Eucaristía.

Porque esta nuestra realidad todavía está en camino, llegará un día en que todos llegaremos a la plenitud. La PARUSIA será el acontecimiento último que llevará a la historia a su maduración total.

Toda esta realidad (pasado, presente y futuro) es lo que celebramos en el MEMORIAL de la EUCARISTIA. Cada domingo nos reunimos para “proclamar su muerte (toda su historia vital), anunciar su Resurrección (entrada en el HOY de DIOS) que es el acontecimiento siempre presente; y pedir que VENGA. En el Adviento presionamos esta última “tecla” del ¡VEN SEÑOR JESUS!

Podríamos decir que en este tiempo de Adviento nos proponemos como comunidad este OBJETIVO:

Despertar en cada uno de nosotros una actitud personal:

+ de FE y de ESPERANZA-VIGILANCIA

+de HAMBRE o PROBREZA ESPIRITUAL (Las Bienaventuranzas y su correlato en el Juicio final)

+de MISION o PRESENCIA EN EL MUNDO.

Centrándonos ya de forma particular en el Primer Domingo de Adviento está clarísimo que apunta decididamente al FUTURO y por lo tanto es un aldabonazo para urgir nuestra esperanza y ponernos vigilantes. Mi convencimiento personal es que, desde hace muchos siglos, la esperanza intensa y confiada en la venida del Señor (“tensión escatológica”) que vivía la primera comunidad de cristianos se ha ido apagando y casi extinguiendo. Pocos de nosotros sabríamos dar “razón de nuestra esperanza” (¿Cuál es el fundamento de mi esperanza?). Pocos de nosotros sabríamos describir cuál es el contenido de nuestra esperanza (¿qué es lo que espero?) y pocos de  nosotros sabríamos definir qué es la esperanza. Resulta que cada una de las lecturas de este primer domingo parece buscada para dar respuesta a esos interrogantes.

La lectura de Isaías 63, 16-19, podría ser una preciosa respuesta a la pregunta sobre el fundamento de la esperanza. “Tú Señor, eres nuestro PADRE”. Es la experiencia fundante por la que Israel espera que se rasgue el cielo y baje con su presencia e instaure su reinado. Y de hecho se afirma que ha bajado y que baja continuamente por el amor que tiene a su pueblo.  No hay ningún Dios que haga tanto por el que ESPERA EN ÉL.  Qué belleza  y que grandeza la de Isaías al afirmar de nuevo “Tú eres nuestro Padre; nosotros la arcilla y tu el alfarero”. Es un canto a la confianza extrema en Dios y saber que en sus manos hará de nosotros lo mejor. Nos va a modelar con el cariño con el que un padre acoge en su seno al niño pequeño. ¡Cómo no fiarnos de un Padre!; ¡Cómo no esperar en El! Nos ha mostrado tantas veces a lo largo de nuestra vida que realmente es providente, que está a nuestro lado, que nos conduce hasta por las cañadas oscuras, que nos precede y que nos espera. Sería interminable el canto de alabanza y bendición que podríamos cantar por las maravillas que Dios ha hecho en nosotros (cada uno), en nuestro pueblo, en nuestra historia y la del mundo entero de todos los tiempos. Este Dios, ABBA, es el fundamento de nuestra esperanza.

La lectura de la carta de San Pablo a los Corintios 1, 3-9, nos habla del contenido de nuestra esperanza, que no es otro que Cristo el Señor. “Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo Jesucristo Señor nuestro”. El contenido de nuestra esperanza no es una cosa, una ideología, una utopía…; es una persona VIVA. ES “El Viviente”: Llamados a participar en la VIDA de su HIJO. Esa es nuestra esperanza. Ese es el CIELO.

“La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros”. Más que saludo es compendio de lo que es nuestra Salvación.  Salvación ya en acto, porque “hemos sido enriquecidos en todo, porque en nosotros se ha probado el testimonio de Cristo. Nuestra Esperanza que es Cristo, que es participar de su Vida, participar de su Espíritu, ya está realizándose en acto aquí y ahora. En Esperanza hemos sido Salvados. Y esta presencia adelantada de lo que será pleno en el futuro, hace que nuestra vida pueda vivirse, sin muchas ataduras, ligeros de equipaje, capaces de renunciar a muchas cosas, porque ninguna cosa tiene “peso” suficiente como para que por ella perdamos el norte de nuestra vida. El creyente, esperanzado en Cristo, puede vivir dando su vida por los demás, porque el que da la vida, no la pierde sino que la gana.

Como “coda” de esta lectura, se nos dice: “El es fiel”. Dios es fiel. De nuevo el fundamento.

El Evangelio de Marcos 13, 33-37,  se puede resumir (aunque sea mucho resumir) en el “VELAD”. Quizás no sea la definición teórica de la esperanza. Pero si lo pensamos en línea de acción, vivir esperando significa vivir “velando” para “cazar” cada día el “hoy de Dios”.  Ir descubriendo eso que llamamos “kairoi” de Dios, las acciones de Dios en medio de su pueblo e ir respondiendo activamente a esos llamados o acciones del Señor. No podemos dejar de volver la mirada al evangelio del domingo pasado, donde las acciones de Dios, o los “kairoi” pasaban por las obras de misericordia con los pobres, llorosos, afligidos y demás ralea. Esperar es poner en acción todos nuestros recursos (talentos) para que el Reino esperado, vaya haciéndose realidad en nuestros días.

Habría que añadir al Vigilad el ORAD (a que os suena en el huerto de los olivos). La oración es clave en la esperanza y en el adviento. Por eso que no deje de sonar el “Padre nuestro” ni el “Ven Señor Jesús”.

Os invito a no dormirnos, a no cansarnos, a no desesperar. CARPE DIEM IN DOMINE: APROVECHA CADA DIA EN EL SEÑOR.  EL SEÑOR VENDRÁ.
Gonzalo Arnaiz Alvarez, scj

lunes, 21 de noviembre de 2011 | | 0 comentarios

Domingo día 27 de Noviembre

DOMINGO 1º DE ADVIENTO

martes, 15 de noviembre de 2011 | | 0 comentarios

20 Noviembre

Festividad de Cristo Rey

jueves, 10 de noviembre de 2011 | | 0 comentarios

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario A

| | 0 comentarios


DOMINGO XXXIII   :  AL QUE TIENE SE LE DARÁ

Si el domingo pasado, el Evangelio nos invitaba a la vigilancia, este domingo quiere concretar la manera de vigilar. Creo que hemos de hablar de una vigilancia “activa” o de una vigilancia en acción. No es la del vigía que está “a verlas venir” para avisar, sino que se vigila poniendo en práctica aquello que se espera que acontezca. La esperanza mueve mi historia y mueve la historia.

El libro de los Proverbios hace un canto de alabanza a la mujer hacendosa, ecónoma, dadivosa y temerosa de Dios. Un hermoso canto que refleja una cosmovisión sobre la mujer “en casa” pero que para su tiempo la eleva a valor muy apreciado; tan apreciado que es “alguien” y no “algo”; y es alguien que cultiva y cuida lo mejor de aquello que el hombre ha recibido de Dios: cultiva y cuida la vida y trasmite la fe. 

La liturgia del día elige esta lectura porque habla de laboriosidad, de tarea, de trabajo hecho con una actitud maternal donde suele abundar el trabajo arduo y la gratuidad. La “madre” es siempre un buen ejemplo de lo que significa entrega a fondo perdido y sin medida porque ama incondicionalmente. Es un buen “sacramento” de Dios.

La segunda lectura de Pablo a los Tesalonicenses nos sigue hablando del “día del Señor” o lo que es lo mismo “el día en que vendrá a juzgar a vivos y muertos”. Y vuelve a insistir en la necesidad de la vigilancia; de una vigilancia despejada, despierta; sin hacer concesiones a lo accesorio y atendiendo a lo principal. Nos invita a una sobriedad, que podríamos denominar “ir ligeros de equipaje”, porque si nos entretenemos en “tantas cosas” nos podemos olvidar de la “única necesaria”. El tema paulino nos recuerda la parábola de “diez vírgenes o doncellas” del domingo pasado y nos apresta a oír el evangelio del San Mateo que da un pasito más adelante.

Mateo 25, 14-30 nos narra la parábola “de los talentos”. Una parábola que utilizando un símil de gestión económica genera una serie de orientaciones de calado en la vida del discípulo.

1-      Empleados o administradores. Primera mirada a Dios y su relación con el hombre. Dios es primero y tiene la iniciativa siempre. El hombre, nosotros, todo lo recibimos de Él. Lo que somos y tenemos no es “nuestro” de propiedad absoluta e indiscriminada. En ningún caso se puede tener por norma el “hacer lo que me da la gana” o “por que sí”, pero en este caso aún menos. Soy deudor absoluto, aunque sea una deuda “gratuita” y por lo tanto he de comportarme agradecidamente y actuar en la forma mejor, que coincide  con la Voluntad de Dios.

2-      Los dones recibidos lo son “para los demás”. Los he recibido para cuidarlos y gerenciarlos de la mejor manera. Y para ello hay que aplicar una regla de oro del evangelio de Jesucristo: “el que pierde gana”. Aquel que entrega su vida por los demás, la gana. Nadie ama más que el que da la vida por el amigo. Es ciertamente una matemática inversa a nuestros esquemas financieros, pero es la que es. Y resulta que es verdadera. El agua retenida en un pozo se pudre. La luz puesta debajo del celemín no sirve. La sal si se queda en el salero no sala. La vida si no se entrega no engendra vida. Por lo tanto “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Lo dice Jesús.

3-      Importante lo de la gratuidad. Recibido gratis para darlo gratis. Tenemos siempre la tentación de pasar factura. He hecho esto, me debes esto. Le pasamos factura al otro buscando alguna determinada ganancia para mí, como puede ser el ser tenido por bueno, o ser querido, o buscar agradecimiento y ensalzamiento; pero todavía más osado, queremos pasarle factura a Dios. Le exigimos una paga. Y no, “el banquete de tu Señor” es “demasía”; es sobreabundancia; es gratuidad desde el amor. Y por lo tanto nuevo motivo para agradecer en el amor y no conquista merecida por tus esfuerzos o cálculos. Somos hijos trabajando en la hacienda del Padre. Todo es nuestro.

4-      No importa la cantidad de “talentos” recibidos. Cada uno es cada uno. Único e irrepetible. Valor absoluto como es. No debe haber envidias entre vosotros (dice Jesús). Lo que importa es que lo que se nos ha dado lo pongamos en juego para que de alguna manera fructifique y haga crecer la comunidad. Deberíamos estar alegres y agradecidos al ver los “talentos” que el Señor ha derrochado en mis hermanos. Que bueno que mi hermano sepa mucho, hable bien, pinte, baile, comunique, cante; sea inteligente, guapo; sepa discernir, aquilatar, exhortar, animar, presidir, gestionar.

5-      Saber admitir que yo no valgo para todo. Saber admitir mis límites. Saber aceptar la ayuda de otros; saber pedir ayuda cuando no llego o no puedo.

6-      No se puede holgazanear ni dejar para mañana lo que se pueda hacer hoy. Es decir somos responsables y hemos de responder so pena de anularnos, de desaparecer.

El último aviso del Evangelio es este. Nuestra actuación en la vida no es indiferente; porque la vida recibida de Dios no termina. Esta vida la podemos perder “por necios”, por pretender tapar el sol con un dedo. Si la vida recibida no se entrega, por su misma inercia se pierde (aún aquello que tiene se le quitará). Si no pones a valer tus “talentos” te quedas encerrado en ti mismo (llanto y rechinar de dientes). Te has construido una cárcel incomunicada. Te has aislado ( aunque sea una isla del Caribe). Eso es el infierno. Si tus talentos los pones a valer generarás vida, crearás comunión, y te encontrarás con la Vida en la comunión de los Santos. Eso es el cielo.

Gonzalo Arnaiz Alvarez, scj

viernes, 4 de noviembre de 2011 | | 0 comentarios

Domingo XXXII


Domingo 32 ordinario: VELAD PORQUE NO SABEIS NI EL DIA NI LA HORA

“La Gracia es cosa de dos”, solía yo decirles a mis alumnos de teología. La Gracia acontece cuando Dios y el hombre entran en comunión por una relación de amistad. Debe quedar claro que entre las partes no se da una igualdad entitativa. Dios siempre tiene la iniciativa y además es el que posibilita mi realidad y por tanto mi respuesta. Pero Dios espera mi respuesta. Toda la historia de la Salvación es una aventura donde Dios sale permanentemente a la búsqueda del hombre y donde el hombre, tantas veces, se hace reticente y hasta se esconde para no ser encontrado. Dios tratará de encontrarlo, de acosarlo y hasta de empujarlo o llevarlo de la mano para que vaya con Él hacia la casa definitiva. Este es el gran misterio de Amor de Dios. Y de esto hablan las lecturas de hoy, fijándose sobre todo en la realidad hombre, en nosotros que estamos en el campo de acción del Amor de Dios y que tantas veces nos hacemos los remolones, nos despistamos y nos justificamos.

La primera lectura (Sabiduría 6, 12-16) nos dice que la Sabiduría (personificación de Dios mismo) es como el sol. Está ahí. Es para todos. Lo puede encontrar quien lo busque. Basta con salir a la puerta de la casa y ponerse bajo su acción. No hace falta conquistarlo. Él se nos da de gratis. Pero por lo menos hay que buscarlo, hay que salir de la caverna, hay que dejarse embriagar por su luz y su calor. De esa forma nos puede invadir, caldear, revitalizar, iluminar y si nos quedamos mucho al sol hasta nos iguala a él. Nos quema y hace que ardamos. (No hace falta que lo intentéis, pero si se trata de Dios, no tengáis miedo que arda en vosotros su amor).

La segunda lectura (1 Tesalonicenses 4, 13-17) nos habla de otro encuentro, del encuentro con el Señor Jesús que viene para llevarnos con Él. La lectura habla de la muerte, pero no como preocupación de la comunidad. Lo que preocupa a la comunidad es el retraso de la “segunda venida del Señor”, de su venida en gloria. Esperaban ansiosamente este encuentro con el Señor, y la muerte de algunos de ellos les parecía que truncaba esta esperanza y este encuentro con el Señor. Por eso Pablo les dice que no se preocupen porque todos llegaremos a ese encuentro con el Señor, que viene a buscarnos para llevarnos con Él a la casa del Padre. (Repite la imagen del novio que viene para llevarse en el cortejo a la novia hacia su casa). Los que han muerto RESUCITARAN. Esta es la convicción de Pablo. La muerte no es un obstáculo. Es un paso, un trámite; pero no es lo definitivo ni mucho menos.

El evangelio (Mateo 25, 1-13) es la culminación de su discurso escatológico (mirada al final de la historia) que nos introduce en los albores del tiempo de adviento. Escuchamos una parábola que pretende tan solo decirnos que “velemos, porque no sabemos ni el día ni la hora”.  Jesús lanza nuestra mirada al futuro último que es el encuentro con Él para entrar de lleno en la Vida de Dios. El día y la hora no nos han de angustiar; es más será un día de liberación y de triunfo; pero ese día debe ser trabajado y preparado cada día. No nos podemos dormir ni entretener con cosas que nos despisten; hemos de tener “ojo avizor” para encontrar cada día las presencias o venidas “menores” de ese “Señor que viene y que vendrá”. Las vírgenes, que la parábola llama “prudentes”, habría que llamarlas “avispadas”, “vivas”, perspicaces o hasta “picaras”, porque saben aprovechar sus posibilidades. Su prudencia no es mojigata sino activa y despierta. Ante el Reino de Dios que vendrá, nuestra actitud debe tener toda esa vitalidad y debemos ser infatigables; no venirnos a bajo porque las cosas no salen o porque parece que nunca llega ese Reino esperado, e incluso nos puede parecer que cada vez está más lejos. No podemos perder la esperanza y una esperanza activa.

¿Qué es el aceite? No pretendo buscar alegorías, porque la parábola no lo pretende. Pero hay una frase que me llama la atención. Es el diálogo de Jesús con las vírgenes imprudentes. Ellas dicen: “Señor, Señor, ábrenos”. Respuesta: “Os aseguro, que no os conozco”.  El “Señor, Señor” nos retrotrae al sermón del monte donde San Mateo en 7, 21 dice: “No todo el que dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad del Padre que está en los cielos. Tenemos que la clave está en las Bienaventuranzas. Ese es el aceite. En todo momento querer hacer la voluntad del Padre. Y esto no puede dejarse para mañana; no es una tarea secundaria o para un determinado tiempo; sino que es siempre, cada día, en todo momento. Esta es la “tensión” que hemos de mantener a lo largo de todo nuestro discipulado, de toda nuestra vida, en el seguimiento de Jesús. Entrar en comunión con Jesús es vivir desde su mismo espíritu y en comunión de Espíritu. El capítulo 25 que hoy empezamos culminará con aquello de “tuve hambre y me disteis de comer”. Ahí está el aceite que ilumina, quema y se gasta. Ahí está la vida cristiana. Por ahí pasa el Reino de Dios. Estar atentos, vigilantes de que el Señor venga (viene) vestido de harapos, o esté caído en la vereda y no nos demos cuenta de que es él porque estamos ocupados en otras cosas.

Última nota. El aceite es intransferible. Cada uno de nosotros hemos de tomar la responsabilidad de nuestra vida y decir AMEN a la voluntad de Dios. Nadie lo puede hacer por mí. Es mi opción personal que solo yo puedo tomar. Podemos y debemos caminar juntos, ser solidarios, etc, etc,; pero hay cosas que no puede hacer uno por otro. La opción por Dios, el dejar que Dios entre en mi vida es algo que solo yo puedo hacer. Solo yo puedo abrir mis compuertas para que Dios me inunde; solo yo puedo salir de mi caverna para que el sol me ilumine.

Gonzalo Arnaiz, scj