domingo, 20 de septiembre de 2009 | | 0 comentarios

Santoral del 20 al 26 de septiembre

20: Andrés Kim Taegon y… / José María de Yermo
21: Mateo / Jonás
22: Mauricio y… / Florencio
23: Pío de Pietrelcina / Zacarías e Isabel / Lino / Tecla
24: Nuestra Señora de la Merced / Isarno / Dalmau
25: Cleofás / Sergio de Radonez
26: Cosme y Damián / Gedeón

ANDRÉS KIM TAEGON, PABLO CHONG HA-SANG y COMPAÑEROS MÁRTIRES (s. XIX). ¿Cuántos compañeros? ¡101! Juan Pablo II los canonizó a todos en Seúl el 6 de mayo de 1984, empezando por Andrés -primer sacerdote nativo coreano- y Pablo -catequista de noble familia coreana-. ¿Y el resto? ¿Y sus nombres? En el martirologio figuran en una nota en letra pequeña: 10 franceses y 89 coreanos. Emociona pronunciar los nombres de quienes por amor a Cristo abandonaron su patria y se sembraron lejos. Y recordar los pueblos de la dulce Francia donde nacieron: los 3 obispos: Simeón Berneux (de Chateau-du-Loire), Antonio Daveluy (que estudió en el seminario de San Sulpicio de París) y Lorenzo Imbert (de Aix-en-Provence) y los 7 sacerdotes: Justo Ranfer de Bretenières (de Chalons-sur-Saone), Luis Beaulieu (de Langon), Pedro Enrique Dorie (de Port), Pedro Maubant (de Bayeux), Jaime Chastan (de Digne), Pedro Aumaître (de Aizecq) y Martín Lucas Huin (de Guyonvelle). Y si «funiculus tripex difficile rumpitur» (no se rompe fácilmente una cuerda de tres cabos) ¿cuál no será el poder de intercesión de los restantes 89 mártires coreanos gritando en el estadio de este mundo para que el Señor Dios reine en nuestros corazones, aunque sea a base de penaltis? San Juan Yi Yun-il, san Andrés Chong Hwa-gyong, san Esteban Min Kuk-ka, san Pablo Ho Hyob, san Agustín Pak Chong-won, san Pedro Hong Pyong-ju… (y le digo a mi ángel de la guarda que como se me cansa la vista vaya él pasando lista en voz alta hasta llegar a santa Magdalena Yi Yong-dog, que yo ya iré diciendo «ora pro nobis») (20 septiembre)

JOSÉ MARÍA DE YERMO Y PARRES (1851-1904). Ya en su tiempo se decía que los pobres no necesitan obras de caridad sino de justicia. José María, nacido en Jalmonga, municipio de Malinalco, Estado de México, tuvo dos madres: María Josefa, que veló por él desde el cielo desde los 50 días de nacido, y tía Carmen, que le enseñó a abrir los ojos al Dios de la vida. De su padre, el abogado Manuel de Yermo y Soviñas, heredó la defensa de los hermanos de Jesús. Los años pasados con los hijos de San Vicente de Paúl hicieron que, ya sacerdote y párroco del Calvario y del Santo Niño, un día mientras se dirigía al Calvario, «viera» una escena terrible: unos puercos estaban devorando a dos niños recién nacidos. Estremecido por aquella tremenda escena, se siente interpelado por Dios y, sin esperar el futurible reino de la justicia, se desvive por acoger a los abandonados, a los necesitados, funda escuelas, hospitales, casas de descanso para ancianos, orfanatos, con la ayuda de sus Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres. Su caridad llega hasta los indígenas tarahumaras. A los 53 años le recibieron en el cielo sus dos madres: María Josefa y Carmen. Cuando 101 después leyó la encíclica «Deus caritas est» pudo comentar en familia que no sólo la sabía hacía tiempo, sino que la había puesto en práctica (20 septiembre)

MATEO (s. I). De recaudador de impuestos, colaborador con los explotadores, marginado por la sociedad de los cumplidores, Mateo pasa a ser apóstol de Jesucristo. Bastó un «Sígueme» que venció las preocupaciones por ganarse la vida, traspasó la muralla de rencor y desprecio. Quien supo escuchar aquella sola palabra, bien merecía que se le atribuyera el evangelio de las palabras de Jesús (21 septiembre)

JONÁS (VIII a. C.) En tiempo de Jeroboán, existió un profeta llamado Jonás, hijo de Amitay, natural de Gat-Jéfer, en la tribu de Zabulón, unos cincuenta kilómetros al noroeste de Nazaret. El libro de Jonás viene a ser una obra de ficción de carácter parabólico, con finalidad pedagógico-didáctica. Algo así como la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32) o la de los trabajadores de la viña (Mt 20, 1-16). Más larga, con más colorido. L. Boros la resume en estas cuatro preguntas: ¿Estoy contento de mí? ¿Están los otros contentos de mí? ¿Está Dios contento de mí? ¿Estoy yo contento de Dios? Y comenta: Ésta es la decisiva. ¿Estoy contento con que él me haya hecho tal como soy? ¿Estoy contento con que él me haya dado esta vida? ¿Estoy contento con que me haya enviado un tal Redentor, una tal Iglesia, unos hombres tales? Hay que haber hecho un gran acopio de oración para poder llegar a decir -aún contra el propio sentimiento-: Dios mío, estoy contento de ti. Te doy las gracias porque existes y eres como eres (21 septiembre)

MAURICIO y «x» LEGIONARIOS (s. III). Dicen unos que la Legión Tebea la formaban 6.600, otros que 6.661 legionarios. ¡Qué manera de afinar en el año 287! Mucha gente realmente. Originarios del Alto Egipto, con Mauricio su jefe. Que el emperador Máximo los hizo venir para sofocar en las Galias un levantamiento de los caudillos Amando y Eliano, que parientes de Astérix tenían que ser, y que en Agaunum, Suiza, para que todo saliera bien mandó que toda la tropa formada ofreciera un sacrificio a los dioses del Imperio. Que Mauricio y los suyos, los legionarios cristianos, se negaron. Los diezmaron sin contemplaciones una y otra vez, empezando por Mauricio, Exuperio, Cándido, Víctor... ¡Viva la Legión Tebea!, ¡Viva los testigos de la fe! (22 septiembre)

FLORENCIO (s. V). Discípulo de San Martín de Tours, que lo ordenó sacerdote, y lo envió a Poitou. Pasado el tiempo, cansado de tanto ruido, soñador empedernido, se retiró al monte Glonne. Le siguieron tantos discípulos que se vio obligado a construir un monasterio, conocido como Saint-Florent-le-Vieux. Murió muy viejo. Reliquias suyas hay por todo el mundo, porque es imposible detener la primavera. Alguien, jugando con su nombre, le dedicó este «himno»: Quiso ser jardinero, pero tuvo que ir a la mina. Soñaba siempre con las flores de un imposible jardín mientras agujereaba las dormidas entrañas de la tierra. Un buen día tropezó con un fósil extraño, una flor agazapada allí desde la bruma lejana de la historia. Los hallazgos fueron repitiéndose, con cierta sorpresa de los compañeros de la mina. Aquel minero, por guardar en el fondo de sus ojos el reflejo de todas las flores soñadas, se había convertido en un Orfeo de rosas dormidas (22 septiembre)

PÍO DE PIETRELCINA (1887-1968). Francisco Forgione de Nunzio, hasta que vistió el hábito franciscano a los 16 años. Pío de Pietrelcina, su pueblo, desde entonces. Pero para los italianos: «el Padre Pío». Ordenado sacerdote a los 23 años, por motivos de salud permaneció con su familia seis doloridos años. Luego, 52, el resto de su vida («hay que florecer allí donde Dios nos ha puesto») en el convento de San Giovanni Rotondo en la Apulia. Convencido de que «En los libros buscamos a Dios, pero en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios», repetía: «Quiero ser sólo un pobre fraile que reza». Apenas tres años después de su muerte (1968), dijo de él Pablo VI: «¡Mirad que fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porque era un sabio? ¿Porque tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento». Juan Pablo II declaró santo el 16 de junio de 2002 al hermano (que esto significa «fraile») menor capuchino Pío de Pietrelcina, en la canonización más multitudinaria, dicen, de la historia (23 septiembre)

ZACARÍAS e ISABEL (s. I). Benditos padres de Juan Bautista. Poetas. Ella con «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre… Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». Él con: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo… Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto» (23 septiembre)

LINO (+ 79). En la misa durante siglos hemos venerado la memoria de Pedro y Pablo, Andrés... Lino, Cleto, Clemente... Día tras día. En la lista, después de los apóstoles, san Lino... Dicen que es uno de los que, aprovechando que San Pablo escribía otra carta a Timoteo, al final le envía saludos (2 Tim 4, 21); que había nacido en Volterra, una ciudad de la antigua Tuscia; que fue el primer sucesor de Pedro como Papa, tocándole pilotar la navecilla de la Iglesia durante los tiempos aciagos de Nerón, Galba, Vitelio y Vespasiano. Que cuando Jerusalén fue destruida por las tropas de Tito (no el Tito al que San Pablo escribió una hermosa carta), San Lino hizo prodigios para ayudar a los cristianos judíos que se refugiaron en Roma. Puestos a decir todo lo que se sabe, él fue el que mandó que las mujeres estuvieran en la iglesia con la cabeza cubierta (que ¡por algo sería!). Que durante los 12 años que fue Papa consagró 12 obispos y ordenó a 18 sacerdotes... [Casi como ahora, que nunca faltan obispos, pero en muchas partes escasean los sacerdotes]. San Lino, haznos hospitalarios no sólo con los judíos (23 septiembre)

TECLA (s. I). El culto a la «protomártir semejante a los apóstoles» es antiquísimo. La monja Egeria oró ya junto a su sepulcro. La tradición nos la presenta como fervorosa oyente de la predicación de Pablo en Iconio. Santa Tecla gloriosa, contágianos tu finura de oído a la voz de la Palabra. Amén, amén, amén (23 septiembre)
NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED. «Señor, Dios nuestro, que en tu admirable providencia quisiste que la Madre de tu Hijo experimentara las angustias y los sufrimientos humanos; por la intercesión de María, consuelo de los afligidos y libertadora de los cautivos, concede a los que viven bajo cualquier esclavitud la verdadera libertad de los hijos de Dios. Amén.». En Italia lo dicen así: «O Dio, Padre di misericordia, che hai mandato il tuo Figlio come redentore del mondo, concedi a noi, per intercessione di Maria, che veneriamo sotto il titolo della mercede, di custodire intatto il dono della libertà filiale, acquistato a prezzo della croce, per esserne araldi e promotori fra tutte le genti. Amen.» (24 septiembre)
ISARNO (+ 1043). Nacido cerca de Tolosa, se hizo monje benedictino. El monasterio de San Víctor de Marsella, del que fue abad, pronto se convirtió en punto de referencia del Sur de Francia, algo así como el metro que se conserva en París, como medida exacta. Era un soñador. Tenía el alma incansable y asombradiza de los niños y siempre andaba urdiendo algo, embelesado en ideas que a veces eran muy simples y a veces meramente imposibles. Austero consigo mismo, maternal con quienes le llamaban «padre». Su punto débil eran los criminales (de fuera del monasterio, entiéndase) a los que sorprendentemente amansaba (24 septiembre)

DALMAU MONER (1291-1341). Devoto de San Narciso, pero sobre todo de Nuestra Señora de la Merced. (Nicolau Eimeric, Inquisidor General de la Corona de Aragón, poco propenso, por su formación y espíritu crítico, a los no raros elogios desmedidos de las hagiografías medievales, nos ofrece una admirable y sobria semblanza de Fra Dalmau, escrita con verdadera devoción, unos diez años después de la muerte del santo). Nacido en Santa Coloma de Farners, dominico, pasó gran parte de su vida en el convento de Santo Domingo de Girona. Pero le enviaron largas temporadas a los conventos de Castelló d’Empúries (1317 a 1318), Manresa (1318 y 1322), Cervera (1319 y 1329) y Balaguer (1331). (Dicen que en París hay un metro que sirve de base y patrón a todos los metros del mundo). Le enviaban como “metro”, como modelo de fidelidad a la regla dominicana. ¡En vida! Él, tan amante de la soledad y del silencio. Es que hay cosas que sólo se aprenden viéndolas (24 septiembre)

CLEOFÁS (Lc 24, 13-35). El primer día de la semana, iban dos discípulos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.» Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. / Uno quisiera haber sido Cleofás para ser catequizado por el Maestro y conocerle en la fracción del Pan. ¡Qué envidia! San Cleofás bendito, ruega por nosotros para que también nosotros seamos testigos de la resurrección (25 septiembre)

SERGIO DE RADONEZ (1314-1392). El más amado de los santos rusos, el san Francisco de Asís de Rusia. Su cabeza olía a madera fresca de abeto. Fundó la «laura» de la Trinidad. Enseñó a sus monjes que servir a los otros formaba parte de su vocación. La oración del corazón... El peregrino ruso: Señor Jesucristo hijo de Dios, ten piedad de mí... La Trinidad de Rublev... «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo» (25 septiembre)

COSME y DAMIÁN (+ 303). Árabes mellizos, médicos. Muchos médicos santos habrá habido en el mundo. Pero tan originales como Cosme y Damián, pocos. Les llamaron los «anargyroi» (sin plata; sin dinero), porque no cobraban a los pacientes, pese a curarles. Curaban con pócimas, pero sobre todo con la palabra. Tras su martirio en Kyros, ciudad de Siria, su culto se extendió rápidamente por Occidente, figurando sus nombres -honor concedido sólo a los VIP- en el canon romano (Pedro y Pablo, Andrés, Santiago y Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián). Patronos de los médicos y farmacéuticos, que a veces tratan de imitarles sobre todo en lo de «anargyroi» (26 septiembre)

GEDEÓN. La lista de los Jueces (los que guiaron al pueblo de Israel, después de Moisés y Josué) no es tan larga como la de los reyes godos. Pero... Otoniel, Eud, Sangar, Débora y Barac, Gedeón, Abimelec, Tolá y Yaír, Jefté, Ibasán, Elón y Abdón, Sansón, y Samuel. Gedeón, fue el sexto. Su vocación (Jue 6, 11-24) es arquetípica. Al recibir la llamada de Dios, la fe de Gedeón vacila, porque se siente incapaz. El Señor le responde: Yo estaré contigo. ¡Tampoco hace falta exigirle a Dios la prueba del vellón, para estar seguros de que nos necesita! (26 septiembre)

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Como vive Cristo entre nosotros

8. Las marionetas y la cascada del poeta Bengt Berg


Sí, por eso quiero ayudarte un poco. Seguramente que ya desde muy niño te apretujaste con los muchachos para ver el teatro de guiñol. Quizás mirabas desde lejos y cuando aparecía el recaudador desaparecías. Observabas el drama de los muñecos que se desarrollaba entre cortinas chillonas y abigarradas y en un escenario recién pintado, entre gritos y carcajadas innumerables.
Todos contemplan las marionetas y sus hazañas heroicas pero nadie se da cuenta en seguida de que no son los muñecos quienes viven y juegan, sino la mano hábil de un artista que permite a las figuras hablar, golpear, gritar, entrar en escena, desaparecer, vivir o morir... Cada movimiento, cada manifestación de vida de los muñecos es llevada y dirigida por la mano del artista. Él es su vida. Vive en ellos.
El hombre puede experimentar en sí mismo lo que les sucede a los muñecos. Que una vida nueva empieza a vivir en él.
Al gran cazador, investigador y poeta Bengt Berg le ocurrió en una ocasión lo siguiente: En la primitiva jungla de la India encontró una cascada gigantesca de la que hizo una fotografía. Y cuando contemplaba la foto dice que veía ante sí los potentes animales de la selva y se despertaba en él una alegría como la que debió tener el hombre de la edad de piedra, primitivo y poderoso.
Quizás te puede haber ocurrido a ti algo parecido con motivo de una gran alegría o de un amor incipiente. Entonces una vida oculta e incomparable sale a luz y se adueña de todo el hombre.
Esto nos lleva otra vez a los linderos del misterio de la vida, porque es un auténtico misterio que no se puede dominar ni descubrir, ni cambiarlo con la razón en una simple verdad. Por eso se debe guardar y conservar amorosamente en el corazón. Si vive allí, el hombre experimentará más y más su realidad.
La vida de Cristo como la encuentras en el Evangelio es abandono en el Padre, amor a los hombres, lucha por la Verdad y por el Reino de Dios con toda su riqueza. Intentabas seguirle, vivir su vida con tus propias fuerzas y te quejabas de no conseguirlo. Pide que Él lo realice en ti. Búscale, abandónate en Él y vuelve a Él con todas tus fuerzas. Que Él triunfe en tu persona, pues en tu interior va creciendo la vida divina.
Un día te das cuenta de que no has hecho tú solo esto o aquello, de que Él tenía sus manos en el juego y de que esto era su vida.
Puede suceder esto cuando uno lee las viejas páginas de su diario, encontrando en la mayor parte de los párrafos una santa intranquilidad por lo definitivamente grande. O puede darse cuenta de ello cuando hay que renunciar o vencerse a sí mismo, como si se hubiera de arrancar una venda de una herida costrosa y se le ha dado el sí gustosamente. Tal descubrimiento es dichoso sobremanera.
Un auténtico conocedor de Dios podría decirte quizás: Si has hojeado con interés este librito hasta aquí, ya es una señal de su vida. Pues Él realiza la primera petición aun en el santo, lo que nos es incomprensible. Es como el hombre primitivo que despierta en ti, como en el poeta Bengt Berg. Es la vida que se regala con su propia vida. Es el gran actor en el teatro universal de los redimidos que ha puesto sus manos dentro de ti. Si tu fueras santo, Él representaría en ti y por ti el mayor espectáculo ante Dios y los hombres: «La vida de un santo». San Pablo nos lo dice así: «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí...». Y esto no lo leyó ni lo estudió él en parte alguna, sino que lo supo y lo vivió. Sencillamente, lo conoció por propia experiencia.

Como vive Cristo en nosotros

Klemens Tilmann, Das schönste was es gibt 8

miércoles, 9 de septiembre de 2009 | | 0 comentarios

SAntos del 6 al 12 septiembre

ZACARÍAS (s. VI. a. C.). Profeta menor, aunque no tanto. Catorce capítulos, no está mal, comparado con los dos de su colega Ageo. Los que saben, hablan de un segundo Zacarías. Preocupado por la restauración del templo, del templo material, porque los que volvían del destierro necesitaban con urgencia una identidad. Sin olvidar la reconstrucción espiritual, la conversión. Soñaba con la instauración definitiva del reino de Dios. A la zaga de Ezequiel tenía visiones. Y veía en lontananza: «Salta de alegría, Sión, lanza gritos de júbilo, Jerusalén, porque se acerca tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en un joven borriquillo». Lo de seis siglos después (6 septiembre)

ONESÍFORO (s. I). En la segunda carta a Timoteo (2 Tim 4, 19-22) leemos: “Saludos a Prisca, a Aquila y a la familia de Onesíforo. Erasto se quedó en Corinto, a Trófimo lo dejé enfermo en Mileto. Procura venir antes del invierno. Te saludan Eubulo, Prudente, Lino y Claudia y todos los hermanos. El Señor esté contigo. La gracia esté con vosotros”. El martirologio romano dice que Onesíforo sirvió muchas veces a san Pablo en Éfeso y, sin sentir vergüenza por sus cadenas, llegado a Roma, se interesó solícitamente por su suerte. Los de la raíces aclaran que Onesíforo significa “portador de utilidad”, del griego Nikisphoros, traducido al latín por Onesiphorus. Consuela pensar que en la historia de la Iglesia ha habido y hay muchas familias cristianas que aunque no lleven ese nombre sí han sido y son útiles para que el brillo de la Esperanza no se apague (6 septiembre)

BELTRÁN DE GARRIGUES (+ 1231). «La sombra de Domingo es alargada» suena a título de novela. Pero a su manera resume la vida de Beltrán. Sacerdote de la diócesis de Nimes, desde 1207 a la sombra de Domingo de Guzmán, predicando para hacer callar a los albigenses, que arrasaban en la región de Toulouse. En 1215, con cuatro sacerdotes más, echan las bases de la orden de predicadores. Cuando Domingo regresa de Roma en septiembre de 1217, aprobada la orden por el papa Honorio III, se reúnen en el monasterio de Prulla, que se considera como la verdadera cuna de la fundación. De allí santo Domingo los envía a los centros neurálgicos de la cristiandad. Domingo marcha con Beltrán a París a levantar el primer convento dominicano. Luego le encarga la fundación de Bolonia. «Compañero de Santo Domingo en viajes, en santidad y en fervor» le describía el beato Jordán de Sajonia. Al morir Domingo en 1221 le hacen provincial de Provenza. Murió en Bouchet, hablando de la Verdad a las monjas cistercienses (6 septiembre)

CLODOALDO (524-560). Saint Cloud. Patrono de los fabricantes de clavos, ahora. Antes, hijo de Clodomiro, rey de Orleans, nieto de Clodoveo y Santa Clotilde. El rey de Orleans, Clodomiro, peleó con el rey de Borgoña, Segismundo. Lo derrotó, encarceló y mató. Gondomaro, hermano de Segismundo, -ojo por ojo, diente por diente-, respondió matando a Clodomiro. Huyeron los tres hijos de Clodomiro (Teobaldo, Gunther y Clodoaldo) refugiándose en el palacio real de los abuelos. Pero ni allí estaban seguros, porque el hermano de su padre, su tío Childeberto, rey-de-Orleans-en-funciones, para asegurarse el futuro, trató de eliminar a los sobrinos-herederos. Logró asesinar a los dos mayores. Sólo pudo escapar el pequeño. Cuando Clodoaldo alcanzó la mayoría de edad, según cuenta San Martín de Tours, harto de tanta conspiración y tanta muerte, dijo que, en vez de reinar sobre este valle de lágrimas, prefería servir a un Señor que ni muere ni mata. Y lo dijo en serio. El eremita Severino le fue puliendo el alma, preparándole para ser un buen monje. Viendo que el tío «en funciones» no se fiaba del sobrino, emigró lejos, al Sur, a Provenza. Allí, pronto empezaron a venerar al monje recién llegado, como santo. Le llamaban el príncipe perdonador. Pasado el tiempo, no mucho, porque todo se sabe, Eusebio, el obispo de París, le pidió que volviese, que le ordenaría sacerdote y le haría -hablando en lenguaje curial de hoy- Canónigo Penitenciario. Así fue. Se había ganado la plaza, sin concurso, por méritos propios. Dicen que los que le visitaban salían otro poco más alegres, más en paz (7 septiembre)

GIOVANNI BATTISTA MAZZUCCONI (+ 1855). Papua Nueva Guinea: comprende la porción oriental de la isla de Nueva Guinea, y una serie de islas menores: Nueva Bretaña, Nueva Irlanda y Manus, en el archipiélago Bismarck; Bougainville, Buka, Nissau, que integran la parte norte de las Islas Salomón; los archipiélagos de las Luisíadas y de Entrecasteaux, y las islas de Trobriand y Woodlark. / Woodlark, la última. ¿Allí, tan lejos, a aquella isla perdida, habiendo tanto que hacer en Milán? ¿Un viaje tan largo? Giovanni Battista había leído las palabras de Jesús antes de subir al cielo: «Poneos en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo». Allá fue y de allí voló al cielo, dos años después de haber llegado a Woodlark, isla “perdida” y hallada para el evangelio por el mártir Mazzucconi. ¡Hay nombres que no le dejan a uno tranquilo! (7 septiembre)

NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA (s. VII). Y memoria del papa San Sergio I, que fue el que introdujo la celebración litúrgica de la fiesta de la Natividad de la hija de san Joaquín y santa Ana. Sí, hoy celebramos con alegría el cumpleaños de la Madre del Sol de justicia, Cristo, nuestro Dios. Bien escribió Lope de Vega: «Canten hoy, pues nacéis vos, los ángeles, gran Señora, y ensáyense, desde ahora, para cuando nazca Dios. / Canten y digan, por vos, que desde hoy tienen Señora, y ensáyense, desde ahora, para cuando venga Dios» (8 septiembre)

CORBINIANO (670-725). Santo «resucitado», por figurar su oso en el escudo del papa Benedicto XVI. Llegado de Arpajon, en los alrededores de París, hacia el año 724 para anunciar el Evangelio en la antigua Baviera, san Corbiniano es venerado como padre espiritual y patrono de la archidiócesis de Freising. «Un oso había despedazado el caballo del santo, que se dirigía a Roma. Corbiniano le reprochó ásperamente por aquella fechoría y, en castigo, le cargó en sus lomos la carga que hasta ese momento había llevado el caballo. El oso tuvo que transportar ese peso hasta Roma y sólo allí el santo lo dejó libre», cuenta el cardenal Ratzinger en su autobiografía. «El oso con la carga, que sustituyó al caballo o, más probablemente, a la mula de San Corbiniano convirtiéndose -contra su voluntad- en su animal de carga, ¿no era y no es una imagen de aquello que debo ser y de lo que soy?» (8 septiembre)



FEDERICO OZANAM (1813–1853) «A la edad de 20 años, con un grupo de amigos, creó las Conferencias de San Vicente de Paúl, cuya finalidad era la ayuda a los más pobres, con un espíritu de servicio y comunión. Muy pronto, esas Conferencias se difundieron fuera de Francia, en todos los países de Europa y del mundo. Yo mismo, cuando era estudiante, antes de la segunda guerra mundial, formé parte de una de ellas. Apóstol de la caridad, esposo y padre de familia ejemplar, gran figura del laicado católico del siglo XIX, fue un universitario que desempeñó un papel importante en el movimiento de las ideas de su tiempo. Estudiante, profesor eminente primero en Lyon y luego en París, en la Sorbona, aspira ante todo a la búsqueda y la comunicación de la verdad, en la serenidad y el respeto a las convicciones de quienes no compartían las suyas» dijo Juan Pablo II el 22 de agosto de 1997 al beatificarle en Notre-Dame de París. Antes, en su Catequesis del 13 de septiembre de 1978, Juan Pablo I contó lo siguiente: «El siglo pasado había en Francia un profesor insigne, Federico Ozanam; enseñaba en la Sorbona, era elocuente, estupendo. Tenía un amigo, Lacordaire, que solía decir: "¡Este hombre es tan estupendo y tan bueno que se hará sacerdote y llegará a ser todo un obispo!". Pero no. Encontró a una señorita excelente y se casaron. A Lacordaire no le sentó bien y dijo: "¡Pobre Ozanam! ¡También él ha caído en la trampa!". Dos años después, Lacordaire vino a Roma y fue recibido por Pío IX; "Venga, venga, padre, le dijo, yo siempre había oído decir que Jesús instituyó siete sacramentos: ahora viene usted, me revuelve las cartas en la mesa, y me dice que ha instituido seis sacramentos y una trampa. No, padre, el matrimonio no es una trampa, ¡es un gran sacramento!"» (8 septiembre)

PEDRO CLAVER (1581-1654). En un papel ordinario, basto, con letra un poco inclinada a la derecha, escribió el 3 de abril de 1622: «Petrus Claver aethioporum semper servus» (P.C. esclavo para siempre de los negros). Cuando el Hermano Nicolás le preguntó, antes de morir, cuántos esclavos negros creía haber bautizado, le contestó: «Según mis cuentas más de 300.000». A nivel del mar, en Cartagena de Indias, veneran con pasión a quien nació a 434 m. de altura, en Verdú, no lejos de Cervera (9 septiembre)

SANTA MARÍA DE LA CABEZA (+ 1175). No porque ese fuera su apellido, sino «porque su cabeza es sacada en procesión en rogativas, cuando pasan muchos meses sin llover». En realidad se llamaba María Toribia. Nacida en Torrejón, se casó con Isidro el buen labrador. Y «a su sombra se santificó» (cuidado con la frase, gramaticalmente cabe entenderla: a) a la sombra de él se santificó ella; b) a la sombra de ella se santificó él). Dejémoslo: «se santificaron», en dual, como debe ser. Mujer discreta -él también lo fue, en vida- sonrió feliz cuando en el año1622 el papa Gregorio XV canonizó a Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Felipe Neri, y a su Isidro (olvidando que si los cuatro primeros eran célibes, el quinto estaba casado). El 15 de mayo al recordar festivamente al marido conviene no olvidar que la que preparaba la comida era ella (9 septiembre)

CIARANO (516–556). Desde que fue a Irlanda volvió intratable. Me acusaba de ignorante. Y cada 9 de septiembre me llama para recitarme la letanía [Aidano, Alto, Beano, Brendán, Cartago, Cataldo, Ciarano, Colmán, Colmano, Columba, Columbano, Comgall, Dympna, Fiacrio, Finiano, Flananio, Fredegando, Fridolino, Frigidiano, Gibriano, Gobano, Kevin, Landelino, Maccartemio, Maelrubo, Mainbodo, Malaquías, Mel Ruain, Quiliano, Ronan] de los santos irlandeses, subrayando a su predilecto, san Ciarano el joven, fundador de Clonmacnoise, a orillas del río Shanon, en Hibernia, uno de los «12 apóstoles de Irlanda». Parece que es verdad: Clonmacnoise, el cielo en la tierra. A donde tendría que ir tanto impión, que seguro aprendería a creer (9 septiembre)

FRANCISCO GÁRATE (1857-1929). El Padre Arrupe dijo que la vida del Hermano Gárate en Deusto había sido la mejor lección impartida por la Universidad. 41 largos años en la portería, con sólo 3 salidas: tres días en Loyola (1921) para las fiestas centenarias de su ilustre paisano San Ignacio; un día en Orduña (1927) para las bodas de oro de su hermano Ignacio; y trece horas en la enfermería del 8 al 9 de septiembre de 1929. Ni puentes ni vacaciones. “Hermano Finuras” le llamaban los alumnos. Ellos no sabían que a veces rezaba:
“¿Me llamas, Señor?Yo era como un «perrito» que husmea tras el olor de la comida...Y adelanta, sin saber hacia dónde.Yo... no sabía nada de Ti: sólo lo imprescindible para buscarte...¡Al fin llegaría a conocerte mejor!Te había escogido sólo a Ti...Me parece que no hubiera podido hacer otra cosa.Continuamente me iba diciendo: «¿A quién iré? ¿A quién iré?»
Quería demostrarte que te quiero.¡Sin necesidad de romperme la cabeza con actos llamativos!Todos mis conocimientos de buen obrero, los ponía al servicio de Tu Casa.Demostraría que es una buena casa, una buena casa poco conocida...Entonces, Tú me tomaste por la palabra y me pusiste a prueba.Durante mucho tiempo tuve la impresión de que te habías ido.Nunca escaseaba el trabajo, pero no eras Tú el que me lo señalaba...Te llamaba para ofrecerte los frutos, pero Tú no aparecías...Me había convertido en un criado sin pagay el nombre de la firma había cambiado:Tú no figurabas nunca, o casi nunca.¿Durante cuánto tiempo me has dejado sólo en el tajo?Pero me diste fuerza para continuar en la oscuridad.Te gustaba ir descubriendo la medida de mi fidelidady me infundías el deseo de estar siempre allí,hasta el día en que Tú abrirías la puerta...
Pensaba para mis adentros:«¿He venido por mi gusto?¿Me ha contratado Él para dirigir sus oficinas?¿Valía la pena haber venido si precisaba de un contacto inmediato?Si es Su gloria lo que quiero, si creo en Su amor,¿voy a necesitar un recibo después de cada servicio?».Cuanto más ahondaba en mi silencio, más seguro me sentía de Ti...Cuanto menos me encuentro a mí mismo más te descubro a Ti...Yo nunca he predicado, pero quien tenga ojospuede ver que Tu Casa, Señor, ha sido el gozo de mi vida...De este lazo de la Puerta va acrecentándose el Deseo,del otro ya Tú me abres los brazos.Amén” (10 septiembre)

PEDRO MARTÍNEZ (+ 1000). Gallego de los buenos. San Pedro de Mezonzo le llaman también, por la abadía de Santa María de Mezonzo donde vivió bastantes años. Para terminar siendo obispo de Santiago de Compostela. Fue uno de los héroes de la reconquista. Y algo mucho más emotivo: a él se atribuye la incomparable oración a la Madre de misericordia, vida y dulzura, esperanza nuestra, la Salve Regina (10 septiembre)

AMBROSIO EDUARDO BARLOW (+ 1641). A muchos el apellido Barlow les recuerda aquel profesor novato que escribió: «Somos lo que somos por los encuentros que hemos tenido. Influimos en los otros con frecuencia sin darnos cuenta. Nadie tiene por qué despreciarse a sí mismo: quizá sea como una aurora para un pobre niño o para su perro, cuando menos. Nada se pierde en el universo. Todo es vida. Los fracasos, los sufrimientos, las desesperanzas abren un surco con la impronta del amor, cuya virtualidad aparentemente queda infecunda. Imposible imaginar que una llamada no despierte a nadie, no encuentre eco alguno. A veces la respuesta germina lentamente y florece, Dios sabe cómo, en otras orillas, en otros tiempos». Seguro que A. E. Barlow (bautizado católico, afinado el oído en ambiente protestante, sacerdote tras años de estudio en Valladolid -como tantos sacerdotes católicos ingleses-, monje de la abadía benedictina de Celanova, enviado a decir misa en su tierra de Lancashire durante 24 años...) firmaría con buena letra las palabras del homónimo francés. Le metieron en la cárcel cinco veces por ser sacerdote católico. A la quinta, fue la vencida, era el día de Pascua de 1641, la definitiva para ir a cantar el Alleluia al cielo (10 septiembre)

EL CIPRÉS DE SILOS (Gerardo Diego)

Enhiesto surtidor de sombra y sueño que acongojas el cielo con tu lanza. Chorro que a las estrellas casi alcanza devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño, flecha de fe, saeta de esperanza. Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza, peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme, qué ansiedades sentí de diluirme y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos, ejemplo de delirios verticales, mudo ciprés en el fervor de Silos.


DOMINGO DE SILOS (1000-1073). «Natural fue de Cannas, non de bassa natura, sin nulla depresura» (Berceo). Prior en San Millán de la Cogolla, Fernando I de Castilla lo acogió en su reino encargándole la reforma del antiguo monasterio de San Sebastián, hoy monasterio de Silos, en cuyo claustro se levanta un ciprés que verticaliza mirando al cielo (11 septiembre)

A UN CIPRÉS DE MI JARDÍN, HIJO DEL CIPRÉS DE SILOS

Joven ciprés, ligero y caprichoso,
que en maceta viniste aureolado,
y algo más de la cuenta contemplado,
por hijo de papá noble y famoso.

Tu primer estirón seguí curioso,
y te vi rumbear desorientado:
más que en flecha o en chorrito devanado,
crecías lateral y perezoso.

Lo horizontal, por fácil te atraía.
Tu empeño, a las estrellas, prefería
mariposas, gorjeos y colores.

Pero vuelves en ti, y verticalizas.
Ahora asciendes flechado y eternizas,
llevándolos contigo, tus amores.
Antolín Iglesias

PAFNUCIO EL GRANDE (+ 360). Egipcio, en la persecución de Galerio Máximo le vaciaron un ojo y le dejaron cojo. Vivió como monje a la vera de San Antonio desde el año 311, hasta que le hicieron obispo. Tomó parte en el concilio de Nicea. Numerosos padres conciliares pretendieron imponer que los presbíteros y diáconos casados dejaran a sus esposas para ejercer el ministerio. El hombre que venía del más duro rigor del desierto y podía exhibir en su cuerpo la marca de la persecución se opuso a tal determinación haciendo que se fuera respetuoso con la disciplina de la época: autorizar el ejercicio del Orden Sacerdotal a los ya casados y no permitir casarse después de la Ordenación (11 septiembre)

PACIENTE (+ 480). Siempre me ha llamado la atención que haya tantísimos santos llamados «Félix» y tan pocos llamados «Paciente». Sólo dos en el martirologio (San Paciente, obispo de Metz, 8 de enero; y San Paciente de Lyon). Karl Rahner escribió: «Me resulta antipático ese clamor por la “felicidad” como si en este mundo hubiera otra “felicidad” que la de la paciencia sosegada». Yo me encomiendo a San Paciente de Lyon, desde que le conocí a través de lo bien que hablaba de él su coetáneo San Sidonio Apolinar, y no digo que soy feliz, porque decirlo hoy es de psiquiatra. San Paciente de Lyon, que era como un José de Egipto repartiendo trigo. Quisiera repartir paz hoy, que es buen trigo (11 septiembre)

DULCE NOMBRE DE MARÍA. «Sanctissimi Nominis beatae Virginis Mariae, qua die ineffabilis dilectio Dei Genitricis erga Prolem santissimam revocatur et ante fidelium oculos proponitur figura Matris Redemptoris pie invocanda». Eso dice el Martirologium romanum a propósito del primer santo del 12 de septiembre. 10 al que lo entienda. Pienso que Nuestra Señora está contenta. A quién le amarga un... 10. A todos nos gusta que se vea reconocido nuestro trabajo. Nuestra Señora sabe latín. Tuvo que aprender en el cielo primero griego (para entender bien lo que decidieron los de Éfeso, que hablaban y rezaban en griego). Y, luego, latín. Han sido tantos siglos oyendo cómo le decían sus hijos mil y millones de veces: Ora pro nobis... Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genetrix. Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus nostris, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta. Incluso sonríe complacida por el acierto del adjetivo que le hemos añadido a su nombre para la fiesta de hoy: dulce. Dulce nombre de María. ¡Es que lo es! Inútil investigar quién lo inventó. Seguro que san José, por la manera de llamarla «María» tan dulcemente (12 septiembre)

GUIDO DE ANDERLECHT (+ 1012). «El pobre de Anderlecht». Nació en Bravante. Fue sacristán de la iglesia de Nuestra Señora de Laken. Un buen día se animó y sin coger nada, porque nada tenía, emprendió una peregrinación que le llevó a Tierra Santa. Al volver, como necesitaba poco y lo poco que necesitaba lo necesitaba poco, le acogieron en un hospital que cae al lado de Bruselas. Y allí murió rico en aquellas sublimes virtudes que a nadie dan nada que hablar (12 septiembre)
J.S.V.

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6. Una fosa profundamente escarpada


Si un niño de seis años cava un hoyo estrecho, de un palmo de profundidad, puede ver bien el fondo. Si es de dos palmos, el fondo es ya sombreado, oscuro y, si puesto en pie mira hacia abajo, puede pensar: «Si esto fuera cada vez más hondo, más hondo, más hondo... ¿a dónde iría?» Y como desconoce la forma esférica de la tierra le resulta tan incomprensible y pavoroso como para uno de nosotros preguntarse qué sucede detrás de la vía láctea o en las lejanas nebulosas estelares.
Leí una vez en un sabio que las cosas se adentran en el alma humana por estratos. En Dios no puede darse esto. En Él todo es igual. Pero cuando un hombre va hacia Dios le ocurre algo semejante a lo que ocurre con el alma. La capa más externa de Dios es la Omnipotencia. Después viene la Prudencia. Más profunda la Sabiduría. Más allá, la Benevolencia de Dios para con nosotros. Después el Amor como lo entienden generalmente los hombres. Y luego, algo insondable. Lo más profundo y real de Dios y de lo cual vamos a hablar.
Quizás hayáis pensado por qué era la historia tan triste en los capítulos anteriores, porque ciertamente es estéril y desesperada. Los hombres querían vencer la Omnipotencia de Dios, sobrepujar su Prudencia con el Pecado. Olvidaron su Sabiduría, perdieron su Benevolencia, le echaron en cara su Amor y se hicieron «gente rebelde».
Los hombres necesitaban de Dios y Dios los había maldecido. Por sí mismos no podían volver a hacer nada bueno porque un hombre no es nada ante Dios. Por eso la historia había terminado para siempre. Pero en Dios sucede algo más profundo en la ardiente altura de su Deidad donde nosotros no somos a sus ojos más que negros y vertiginosos espíritus. Allí habita lo más divino de Dios, lo más incomprensible para nosotros los hombres: su amor.
Hemos de pensar que Dios no permite que los planes hechos respecto del hombre se le estropeen, pero a ningún hombre se le ocurrió pensar que Él venciera la maldad y perversidad humanas de un modo tan sin medida, tan a lo divino, tan nuevamente creador.
Muchos cuando oyen esto y miden con sus medidas humanas, dicen que es una tontería y se enojan, pues no tienen fe.
Creíamos que Dios había hecho bastante con los hombres. Los dejó seguir viviendo y deshizo la separación que ellos habían causado. Creíamos que Dios estaba enojado con ellos y buscaba su castigo. Oíamos que Dios buscaba al hombre, que era para nosotros como la indignidad y el olvido. Pero Dios hizo un nuevo plan. Sobrepujó la malicia del hombre con su divinidad. Y lo hizo así: Los hombres debían aprender a amar de nuevo, empezar a tener nostalgia de Dios y de su vida; y ¿qué hizo Dios con ellos? Mientras estaban en disputas, pecando, enfrentados con Él, les vino con su amor por la espalda. Les regaló las mejores armas contra su propia justicia, que ya sería impotente. Reveló su Trinidad Santa Dio a los hombres su Hijo como hermano, con lo cual tomó partido a favor de ellos. Y permitió que Él, Hijo de Dios y Hombre, realizara la obra expiatoria y redentora. De este modo, la audacia de su amor salvó el abismo existente entre Dios y el hombre: el pecado.
Pues cuando Dios consideró lo que hizo a sus ojos un hombre en quien veía su imagen y divinidad ya habían ocurrido muchos pecados, satisfacción y amor. Lo suficiente para el Dios santo.
Y de esta forma se desarmó a sí mismo en aquel que había creado como reflejo suyo, siendo esto causa de la total expiación, pues sabía Dios que solamente su propio amor y misericordia eran capaces de volver a vencer al hombre y sobrepujar su maldad.
No voy a decir aquí cómo transcurrió la vida del Hijo de Dios encarnado. Pues si se oye lo que hicieron los hombres con Él y cómo lo hicieron, se avergüenza uno de ser hombre. En resumen: El Hijo de Dios pendió clavado en el madero de la afrenta. Allí ofreció en las manos del Padre su sacrificio de obediencia y su vida corporal, y, mientras la maldad de los hombres le quitaba su vida humana, sobre Él pendía una inconmensurable fuente de gracia y vida divina, que era su propiedad, la propiedad de un hombre. Dios envainó las armas de su Justicia. La salvación estaba hecha. Otra vez en la tierra oscura y pecadora un hombre poseía la vida divina y la pre­paraba para todos los demás.

La misericordia de Dios

Klemens Tilmann, Das schönste was es gibt 6