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5 de Diciembre 2010

Reflexión del 2º Domingo de Adviento

jueves, 25 de noviembre de 2010 | | 0 comentarios

Domingo 28 de Noviembre

La reflexión del Domingo 1º de Adviento

lunes, 22 de noviembre de 2010 | | 0 comentarios

DEL 21 AL 27 NOVIEMBRE
JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO. «Por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz» (21 noviembre)

LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN La niña María -¡qué gracia en su vuelo!-, paloma del cielo, al templo subía y a Dios ofrecía el más puro don: sagrario y mansión por él consagrada y a él reservada es su corazón ¡Oh blanca azucena!, la Sabiduría su trono te hacía, dorada patena, de la gracias llena, llena de hermosura. Tu luz, Virgen pura, niña inmaculada, rasgue en alborada nuestra noche oscura (Bernardo Velado) (21 noviembre)

RUFO (s. I) ¿Rubio, rojo o bermejo? ¿Tenía el pelo ensortijado? ¿Es el hermano de Alejandro e hijo de Simón, natural de Cirene, que venía del campo, y le obligaron a llevar la cruz de Jesús (Mc 15,21)? ¿Es el «creyente distinguido» al que Pablo saluda en la carta a los Romanos «y a su madre, que es como si fuera mía» (Rom 16, 13)? A su silueta borrosa se han encomendado los cristianos desde la aurora del cristianismo este día (21 noviembre)

GELASIO I (+ 496). El nombre de Gelasio para mí va unido al Denzinger, aquel libro que cuando estudiábamos teología usábamos para probar tesis y aprobar exámenes, pese a que don Pedro Altabella nos dijo que teníamos que rezarlo de rodillas. El Denzinger, con fragmentos de sus escritos: De erroribus semel damnatis non rursus tractandis (161), De canone S. Scripturae (162), De primatu Rom. Pont. et Sedibus Patriarchalibus (163), De auctoritate Conciliorum et Patrum (165), De apocryphis “qui non recipiuntur” (166), De remissione peccatorum (167), De duabus naturis Christi (168). Nunca me fijé en la «S», de santo, que iba delante de su nombre. Y ahora me entero que aquel gran papa de origen africano «el más destacado del siglo V, después de S. León Magno, movido por su caridad sin medida y las necesidades de los indigentes, murió en la más extrema pobreza». Gran teólogo y gran antropófilo, alabado sea Dios (21 noviembre)


Noviembre 22

CECILIA (s. III). Apenas sabemos nada de esta mártir romana (quizá sólo que en su casa se reunía una comunidad cristiana). Pero pronto la leyenda imaginó para suplir lo que la historia olvidó. Y ya que la leyenda dice que Cecilia «cantaba en su corazón mientras resonaban los instrumentos musicales de sus nupcias», músicos y cantores la eligieron por patrona (22 noviembre)

FILEMÓN y APIA (s. I). La carta más breve del Apóstol de la gentes, empieza así: «Pablo, prisionero por Cristo Jesús, a nuestro querido colaborador Filemón, y a la hermana Apia». Matrimonio de Colosas, se les había escapado el esclavo Onésimo, y el prisionero les pide «con la certeza de que haréis más de lo que os pido» que sean buenos con Onésimo, que regresa con el valor añadido de haber sido bautizado por Pablo; y que le preparen hospedaje, para reponerse al salir de la cárcel. La casa del matrimonio era donde se reunía la iglesia de Corinto. Su casa, que hacia el año 70 se convirtió en altar donde fueron lapidados (22 noviembre)

PEDRO ESQUEDA RAMÍREZ (1887 – 1927). Nació en San Juan de Lagos, Jalisco. Monaguillo, seminarista, sacerdote en 1916, coadjutor en San Juan de Lagos el resto de su vida. Cuando la persecución se quedó en su pueblo para seguir a escondidas administrando los sacramentos. A quien le aconsejó escapar, le contestó: «Dios me trajo, Dios sabrá». El 18 de noviembre de 1927, el teniente coronel Santoyo, capturó al presbítero Esqueda. Permaneció incomunicado cuatro días en una pequeña habitación a oscuras. Torturado, le rompieron un brazo. El 22 de noviembre, fue conducido a Teocaltitlán. A la salida de la población Santoyo, localizó un árbol de mezquite cuyas ramas servían como tapanco de pastura. Con la intención de quemar a su víctima, ordenó al clérigo subirse al árbol encima del rastrojo. Ante la inutilidad de sus esfuerzos, con el brazo roto, Santoyo lo colmó de injurias y, acto continuo, le vació la carga de su pistola. Lacónicas actas de los mártires, escritas no en latín, con Santoyo en vez de Poncio Pilato, en Teocaltitlán en vez de Jerusalén, con un mezquite cuyas ramas servían de tapanco como Calvario. Con las mismas palabras del Maestro: «Padre, perdónale, porque no sabe lo que hace» (22 noviembre)

Noviembre 23

CLEMENTE I (s. I). Lino, Cleto, Clemente... Tercer sucesor de Pedro en Roma, que preocupado por lo revueltos que andaban los cristianos de Corinto, les escribió una carta de antología: «Ni los grandes podrían hacer nada sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes; la efectividad depende precisamente de la conjunción de todos. Tomemos como ejemplo a nuestro cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada, como tampoco los pies sin la cabeza; los miembros más ínfimos de nuestro cuerpo son necesarios y útiles a la totalidad del cuerpo; más aún, todos ellos se coordinan entre sí para el bien de todo el cuerpo. El fuerte sea protector del débil, el débil respete al fuerte; el rico dé al pobre, el pobre dé gracias a Dios por haberle deparado quien remedie su necesidad. El sabio manifieste su sabiduría no con palabras, sino con buenas obras; el humilde no dé testimonio de sí mismo, sino deje que sean los demás quienes lo hagan». San Clemente, ¿por qué ha habido y hay tantos Corintos a lo largo de los siglos? (23 noviembre)

COLUMBANO (543-615). «Dos monjes encontraron en un viejo libro de la biblioteca del monasterio que había un lugar, al extremo del mundo, donde cielo y tierra se tocaban. Por lo que decidieron partir en su busca, para no regresar hasta haberlo encontrado. Recorrieron la tierra, corriendo innumerables peligros, sufriendo privaciones y las dificultades lógicas de una peregrinación tan prolongada. Y para colmo, les acecharon mil y una tentaciones, algunas realmente seductoras. Pero nada les desvió de su meta. Estaban convencidos de que en algún lugar existía la anhelada puerta. Y que bastaría con empujarla para encontrarse con Dios cara a cara. Por fin dieron con ella y llamaron temblando de emoción. La puerta fue abriéndose despacio. Entraron los dos monjes ansiosos y… se encontraron en el monasterio, cada uno en su celda». Esta historieta medieval refleja lo que para el abad Columbano eran los monasterios. Por eso fundó profusamente por Irlanda, Inglaterra, Borgoña, Suiza y Liguria. En Italia le llaman Columbano di Bobbio porque el último que fundó y donde murió fue en Bobbio. Agustín Altisent, monje de Poblet, escribió la historia de la puerta del cielo con lenguaje moderno: «He tenido que enseñar la parte monumental del monasterio a un grupo de universitarios extranjeros. Al final, un húngaro ha querido hablar a solas conmigo. Se ha informado sobre algunas cosas relativas a mi dedicación intelectual, etc. De repente, me ha dicho con timidez, si podía hacerme una pregunta delicada. “¡Claro!” Y le he recordado que los diplomáticos dicen que no hay preguntas indiscretas sino sólo respuestas indiscretas. La pregunta era: “¿Es usted feliz?”. Le he contestado que, felices felices lo son sólo las vacas y las coliflores. Que allí donde el hombre vive y tiene su gloria tiene también su pena y que todos los paraísos son perdidos hasta nueva orden (la que esperamos después de vuelta la última esquina). “Pero –he añadido con firmeza– eso sí: si tuviera que volver a empezar no sé lo que haría, pero sí sé lo mejor que podría hacer: volver a entrar, y precisamente aquí”» (23 noviembre)

PADRE PRO (1891 – 1927). Si Barlow escribe «Somos lo que somos por los encuentros que hemos tenido. Influimos en los otros con frecuencia sin darnos cuenta», yo puedo afirmar rotundamente: «Soy lo que soy por el Padre Llorente y el Padre Pro». Siendo seminarista nos leían sus maravillosas crónicas desde Alaska y nos hablaban del mártir mexicano. Ellos curaron mi miopía de corazón. Pasados los años he podido publicar “Cuarenta años en el Círculo Polar” y peregrinar a Guadalupe, Zac, a la humilde casa donde nació el Padre Pro. [Juan Pablo II en su visita a Zacatecas en mayo de 1990 recordó que el testimonio del Padre Pro le había estimulado vivamente en sus años de seminarista]. El Padre Reséndez me contó tantas «hazañas», hilarantes incluso, que me gustaría publicar un volumen con mil anécdotas de su vida, muchas al estilo de El candor, la sagacidad, el secreto del Padre Brown. Miguel Agustín Pro Juárez nació el 13 de enero de 1891. Jesuita a los 20 años, debido a la persecución religiosa termina sus estudios teológicos y es ordenado sacerdote en Enghien, Bélgica, el 30 de agosto de 1925. A la hora del besamanos cuando sus compañeros recibían los parabienes de sus familiares, él se fue a su habitación y ahí a solas, ante una foto de toda su familia les impartió la primera bendición sacerdotal. Antes de lo previsto, enfermo (del estómago, como san Bernardo), regresa a México. Allí no para, cual otro «fugitivo» confiesa, predica en voz baja, de estación en estación. Sus días tenían más de 24 horas. «La celebrazione quotidiana della santa Messa era il centro della sua vita, così come fonte di forza e fervore per i fedeli. Padre Pro aveva organizzato le cosiddette “stazioni eucaristiche” in domicili particolari, in cui quotidianamente si poteva ricevere di nascosto il corpo del Signore durante gli anni della persecuzione» (Juan Pablo II). Hasta que 23 de noviembre de 1927, acusado falsamente de estar involucrado en un atentado contra el dictador, muere gritando: "Viva Cristo Rey" (23 noviembre)

Noviembre 24

ANDRÉS DUNG LAC y COMPAÑEROS MÁRTIRES (s. XVIII-XIX). La lista oficial de los 117 mártires vietnamitas canonizados por Juan Pablo II, empieza con Andrés Dung Lac y termina con Vicente Tuong. Entreverados figuran 11 españoles dominicos (6 obispos y 5 sacerdotes) y 10 franceses (2 obispos y 8 sacerdotes). Repasar la lista es evocar una larga letanía de testigos de la fe, caídos por Dios y por Vietnam (que entonces se llamaba Tonkin, Annam y Cochinchina), teniendo presente que los canonizados en 1988 son sólo la cabeza del iceberg de los innumerables 130.000 sacrificados por profesar la fe, no en tiempos de Poncio Pilato, sino de Trinh-Doanh, Trinh-Sam, Canh-Trinh, Minh-Mano, Thieu-Tri y Tu-Duc (que evidentemente no aparecen en el tapiz de la canonización) (24 noviembre)

COLMAN DE CLOYNE (522 – 600). Imprescindible añadir lo «de Cloyne». [Colman probablemente fue el nombre más popular en la antigua Iglesia irlandesa. El martirologio de Donegal enumera 96 (santos, se entiende). El de Leinster, 209. ¡Que ya está bien!] El santo de hoy, al que con el tiempo apellidaron de Cloyne, nació en Cork. Era poeta y trabajaba de bardo en la corte de Cashel. Buena voz. Bautizado por San Brendan, harto de trasnochar en la corte, abrazó la vida monástica (nada es perfecto, porque tuvo que acostumbrarse a madrugar). Ordenado sacerdote, llegó incluso a predicar en su pueblo (los que no son sacerdotes no saben la felicidad de uno cuando le invitan a predicar en la Fiesta Mayor del pueblo. Y más si todavía viven los padres). Fundó la Iglesia de Cloyne, llegando a ser su primer obispo. Nunca perdió la finura de poeta. Bienaventurados los pueblos en los que florecen los poetas (24 noviembre)

FLORA y MARÍA (+ 856). Joven cordobesa que con su amiga María fueron encarceladas en tiempo de la persecución mahometana, coincidiendo en la cárcel con san Eulogio, tan chispeante en el decir y en el escribir. Les decía Eulogio que si salía con vida de aquella, en la segunda edición de su «Memorial de los santos» las incluiría a ellas. No hubo segunda edición corregida y aumentada aquí en la tierra, porque murieron antes, testificando que Jesús es el Hijo de Dios (24 noviembre)

Noviembre 25

CATALINA (s. inc.) Patrona de los amantes de la sabiduría, los filósofos. Su sepulcro es venerado en el célebre monasterio del Monte Sinaí. De ella cuentan que era una joven superdotada en inteligencia y en belleza. Como no podían contradecir sus explicaciones en favor de Jesús, camino, verdad y vida, la mataron. En la Edad Media la representaban discutiendo con los filósofos paganos (25 noviembre)

MERCURIO (+ 250). Sus «modernos» progenitores, por ir en contra de lo cristiano, le pusieron «Mercurio». Y así consta en la partida de nacimiento. Él creía que su familia comerciante pensaría en el dios romano protector del comercio, mensajero de los dioses. Evidentemente, no, por el elemento químico Hg 80, el de los termómetros de antes. Ni, por el planeta solar más próximo al sol. Cuando quiso bautizarse me consultó que qué nombre cristiano podría quedarle bien. Qué sorpresa cuando le dije que se quedase con Mercurio, nombre de santo cristiano, oficial romano martirizado en tiempos de Decio en Cesarea de Capadocia, cuya fiesta se celebra el 25 de noviembre. Además como había nacido un miércoles (día de Mercurio), miel sobre hojuelas. Así podríamos celebrar su «santo» cada semana. Lo hacemos (25 noviembre)

PEDRO YI HO-YONG y ÁGUEDA YI SO-SA (1838) Navegando por el mar de Corea, repasando la lista de 103 mártires coreanos canonizados el 1984 por el papa Juan Pablo II, descubrimos que no todos murieron ni el mismo día ni el mismo año. Que los primeros, los protomártires, fueron el catequista Pedro y su hermana Águeda. Ambos permanecieron inquebrantablemente firmes en la fe, pese a romperle a Pedro tres huesos y tenerles encarcelados durante cuatro años. «Concédenos, Señor Jesús, por su ejemplo e intercesión, perseverar también nosotros hasta la muerte proclamando nuestra fe» (25 noviembre)

Noviembre 26

SIRICIO (+ 399). Es un santo al que profeso agradecida devoción desde los tiempos del Denzinger. Por «su culpa» me dieron sobresaliente en Historia de la Iglesia. Ahora que el Padre Llorca está en la gloria puedo contarlo. Me preguntó por san Dámaso y las catacumbas. Para mayor abundamiento le hablé de su sucesor, San Siricio. Del que él ni lo había mentado en clase. En el Denzinger no me habían llamado la atención los temas: De primatu Romani Pontificis (87); De baptismo haereticorum (88); De matrimonio christiano (88ª); De coelibatu clericorum (89); De ordinationibus monachorum (90); sino que hubiese escrito en el año 385 una carta a Himerio, obispo de Tarragona. Tarragona, mi ciudad. Agradecido, luego me «especialicé» en san Siricio. El gran Ambrosio de Milán le consideraba un verdadero maestro. Y él, Papa de 384 a 399, no tenía reparo es decretar con energía: jubemus, inhibemus, mandamus, decernimus, intemerata permaneat, tenenda sunt decretalia constituta… San Siricio, gracias (26 noviembre)

LEONARDO DE PORTO MAURICIO (1676-1751). Ojos azules, hijo de marinos genoveses. En vez de viajar por el mar, durante cuarenta y cuatro años recorrió Italia de norte a sur predicando ardorosamente. Inquieto soñador: «Cuando muera revolucionaré el paraíso y obligaré a los ángeles, a los apóstoles, a todos los santos a que hagan una santa violencia a la Santísima Trinidad para que mande hombres apostólicos que conviertan la tierra en cielo». Señor, hazle caso (26 noviembre)

SANTIAGO ALBERIONE (1884–1971). Cuando tenía 85 años, el papa Pablo VI dijo en la audiencia del 28 de junio de 1969: «Miradlo: humilde, silencioso, incansable, siempre alerta, siempre ensimismado en sus pensamientos, que van de la oración a la acción, siempre atento a escrutar los “signos de los tiempos”, es decir, las formas más geniales de llegar a las almas... Nuestro P. Alberione ha dado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para vigorizar y ampliar su apostolado, nueva capacidad y nueva conciencia de la validez y de la posibilidad de su misión en el mundo moderno y con los medios modernos. Deje, querido P. Alberione, que el Papa goce de esta prolongada, fiel e incansable fatiga y de los frutos por ella producidos para gloria de Dios y bien de la Iglesia».
El 26 de noviembre de 1971 dejó la tierra para ocupar su sitio en la Casa del Padre. Sus últimas horas se vieron confortadas con la visita del papa Pablo VI, que nunca ocultó su admiración y veneración por el P. Alberione.

Desde que estoy en Roma he recibido más de una carta pidiéndome reliquias de santos. ¡Pobre de mí, vaya compromiso! Hasta que me di cuenta de que tengo un arsenal. Del santo fundador de la Familia Paulina conservo no huesos, sino algo mejor, jirones de su alma.
Le escribí preguntándole por qué se había hecho sacerdote, y el varón de Dios me contestó con esto:
«Don Jorge: Escribo estas líneas por obediencia a mi Superior General, Don Alberione, que me ha pasado el encargo de responderle. La historia de mi vocación no le interesará seguramente, porque usted está haciendo una encuesta sobre personas «conocidas y amadas» también de fuera de España, y yo no soy más que un sacerdote de la masa, de la cual no deseo separarme, siguiendo en el sitio donde Dios quiere que esté.
La primera vez que sentí claramente en mí mismo la llamada al sacerdocio fue hacia la edad de nueve años. En mi interior, ningún problema me turbaba el espíritu; en el exterior, todo llevaba hacia Dios: el santo evangelio dominical, que nos explicaban a los niños; la lectura de las vidas de los mártires, sobre todo san Tarsicio, me entusiasmaba. Y luego las recientes persecuciones en México y en España, me infundieron un deseo ardiente de martirio. Acababa de recibir la Confirmación.
Un día, volviendo con el pensamiento a la venerada figura del sacerdote que todos los domingos nos explicaba a los niños el santo evangelio, sentí un deseo inmenso de llegar a ser como él, sacerdote. Tenía que tomar, entonces, alguna decisión práctica, hablar, actuar... pero no tuve valor. Tenía miedo de que el sacerdote no tomase en serio mi petición, miedo de lo que dirían mis compañeros, miedo de tener que cambiar completamente una vida en la que entonces estaba tranquilo. Y además: ¿con qué palabras manifestarme?, ¿dónde y en qué ocasión?
Al terminar la escuela elemental dejé de estudiar, porque mis padres quisieron orientarme a un trabajo capaz de asegurarme el porvenir y a la vez de procurar algún ingreso para las necesidades de la familia. Llegué así a la edad de catorce años. Fue un período de grandes agitaciones.
Entonces sentí la necesidad de volver a los fervores de la infancia para encontrar un punto de apoyo en una lucha que sentía muy superior a mis pobres fuerzas.
Ya no me atrevía a esperar en el sacerdocio; creía que era demasiado tarde. Sin embargo, pensé que haría bien militando en las filas de la Acción Católica: para mi espíritu sería una buena salvaguardia y para mis deseos apostólicos un buen sustitutivo del sacerdocio. Pero ¿estaría a la altura de la nueva clase de personas a que pensaba pertenecer? ¿cuál sería la voluntad de Dios?
Entonces trabajaba yo de aprendiz, y muchas veces recibía propinas: diez o veinte céntimos, ordinariamente; cincuenta céntimos muy raramente; una lira, en alguna rarísima ocasión. Quería un signo del cielo y me dije a mí mismo que sería éste: si antes de la una de la tarde de ese día recibía una propina de dos liras, en una sola pieza y no en calderilla. Era como pedir un milagro, cuánto más que ese día no había todavía ninguna perspectiva de trabajo. Pero el Señor debió tener en cuenta mi ignorancia y bobería, y no desdeñó darme la señal pedida, para hacerme comprender cuál era su voluntad: quería volverme a llevar gradualmente a la idea del sacerdocio, y el inscribirme en la Acción Católica sería en sus designios el primer paso decisivo. Recibí en efecto una propina de dos liras, en una sola moneda, minutos antes de la una, y me quedé aturdido.
La vida en la Acción Católica sirvió mucho para afinar mi espíritu y remover la ceniza que se había acumulado en el pequeño fuego del amor de Dios
Entonces oía la misa de los domingos en los padres capuchinos. Un día en misa vi a mi lado dos muchachos, unos años más jóvenes que yo, ya revestidos del hábito capuchino ¡Cómo! –me decía a mí mismo–, éstos, tan jóvenes, se han dado totalmente al Señor, y yo en cambio... ¿qué espero?
Volví a casa, pero, por miedo a que me tomaran a broma, me limité a decir, casi distraídamente y sin dar ningún peso a las palabras, que me gustaría ser sacerdote.
Pocos días antes había dicho que quería ser actor de cine, y antes me había puesto a escribir una novela, por el gran deseo que me había entrado de ser escritor. Decía muchas cosas en esos tiempos, sin esperar nunca que nadie pudiese ayudarme a realizar nada.
Sin embargo, mi hermana debió intuir que esa mañana las palabras habían subido del corazón y no de la fantasía caldeada, porque no dejó caer en el vacío el deseo que había expresado. No dijo nada, pero se interesó mucho, hasta que un día me di cuenta de que el sueno iba a convertirse en una auténtica realidad.
Pasé entonces por un período de fervor, casi diría de furor espiritual. Sentía el deseo de hacerme sacerdote, como a la edad de nueve años, pero esta vez dominaba un elemento nuevo, la vocación religiosa, entendida como una atracción sin precedentes hacia la entrega total de la vida, y una necesidad irresistible de manifestar al Señor mi amor a Él en la búsqueda encarnizada de todo sacrificio y de toda humillación.
Pedí insistentemente a los capuchinos que me recibieran entre sus aspirantes, pero no fue posible: me pusieron grandes dificultades, por mis estudios, interrumpidos hacía cuatro años, por mi edad ya avanzada, por el curso académico, ya mediado. Viendo inútil todo intento, me dirigí a los salesianos, los cuales me pusieron las mismas dificultades, y además la pensión resultaba demasiado alta para las escasas posibilidades de mi familia. Algunos me dijeron que probara todavía con los Barnabitas o los Paulinos. Mi madre dijo entonces: «Ya estamos en la calle: ahí están los Barnabitas, allí los Paulinos. Elige: ¿dónde quieres ir?»
Tenía que decidir. Había renunciado a toda atracción personal y quería sólo conocer cuál era la voluntad de Dios: ¿con los Barnabitas o con los Paulinos? Hice entonces una especie de escrutinio: ¿Cuántos me habían aconsejado ir con los Barnabitas? Dos. ¿Cuántos con los Paulinos? Tres. Luego ya no podía tener duda: tenía que ser Paulino. Y me dije decidido: «Vamos allá.» Imaginaba que los de san Pablo eran una orden mendicante: quizá tendría que ir a pedir limosna, pero ¿qué importa? Tanto mejor: humillación, sacrificio, eran palabras que sonaban gratas en mis oídos.
El Señor no quiso que me dedicara a mendigar dinero, sino vocaciones: y ahora soy feliz de hacer su voluntad.
Con estos medios, pues, he sido llamado y vuelto a llamar por el Señor: una moneda, un hábito, echar a suertes… El Señor se adapta siempre a nuestra mentalidad, aunque sea infantil, usando medios que muchas veces parecen tonterías a los ojos del mundo. C.P.».

Preparaba entonces mi tesis doctoral nada menos que sobre «Psicopedagogía de los factores existenciales de la vocación sacerdotal». Y Don Alberione me enviaba esa reliquia, esa cura de humildad.
Todos los 26 de noviembre me encomiendo al santo fundador de la Familia Paulina (26 noviembre)

Noviembre 27

FACUNDO y PRIMITIVO (s. IV). ¡Las raíces cristianas de un pueblo! Los datos escuetos, expurgados todos los adheridos legendarios, son: «Dos cristianos, llamados Facundo y Primitivo, fueron martirizados a orillas del río Cea a comienzos del siglo IV». Sólo. Cuando la repoblación, donde murieron, se construyó un templo. Al lugar, llamado Camala por los romanos, poco a poco la piedad cristiana lo fue llamando: donde están las reliquias de los “Domnos sanctos” (señores santos), luego: donde “Sanctus Facundus”, Sant Fagún, Safagún, Sahagún. El monasterio de Sahagún se convirtió en tiempos de Alfonso VI de León en el centro más importante de la reforma cluniacense en España. Ahora litúrgicamente en la diócesis de León el 27 de noviembre la memoria de San Facundo y San Primitivo es obligatoria. Como debe ser (27 noviembre)

SANTIAGO INTERCISO (+421). Que sí, que la fiesta de Santiago es el 25 de Julio. Y que Santiago-Santiago no hay más que uno. De acuerdo. Pero hay otros: Santiago II, el pariente del Señor (3 de mayo, con san Felipe apóstol también)… y uno que lleva el sobrenombre de «Interciso». [Dice el Diccionario: Interciso: del latín intercidere: cortar por la mitad o por medio]. Interciso de verdad: le martirizaron haciéndole añicos: cortándole en vida los dedos de las manos, los dedos de los pies, las manos, brazos, pies, piernas… finalmente la cabeza: 28 partes). Tanto ensañamiento injustificable tenía un porqué: habiendo ocupado un puesto relevante en la corte real, renegó de Cristo para congraciarse con el rey Iasdigerd. Pero al enterarse de aquella monstruosidad su madre y su esposa le enviaron un terminante «aut aut». Y por la cuenta que le tenía borró el reniego y empezó a estudiar Sagrada Escritura. El enfado real fue realmente terrible. (¿Qué dirían los Novacianos de ese ex-lapsus?). Santiago interciso, pecador arrepentido, modelo urgente para muchos desterrados hijos de Eva, consíguenos unos gramos de arrepentimiento, de fe y de fortaleza (27 noviembre)

TOMÁS KOTEDA KIUNI (+ 1619). Y Bartolomé Seki, Antonio Kimura, Juán Iwanaga, Alejo Nakamura, León Nakanishi, Miguel Takeshita, Matías Kozasa, Román Matsuoka Miota, Matías Nakano, Juan Motoyama, decapitados todos por odio a la fe por orden del gobernador Gonzuku en Nagasaki. Recordarlos hoy (a Gonzuku también, igual que cuando rezamos el Credo decimos el nombre de Poncio Pilato) es una manera de alabar a Dios que les dio la fe y la fuerza para confesarle. Silabear esos apellidos, para vacunarnos de dislexia eclesial. Formando parte de un coro polifónico, no sea que al llegar al cielo tengan que darnos clases de solfeo cristiano (27 noviembre)
J.S.V.

lunes, 15 de noviembre de 2010 | | 0 comentarios

Santoral

Noviembre 14
HIPACIO (+325). Cada año el domingo XXVI al rezar en la misa «¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia…» me acuerdo de san Hipacio, obispo de Gangres, en la actual Turquía, que la practicaba divinamente. Unos cuantos inmisericordes novacianos (seguidores del antipapa Novaciano, que acusaba al papa Cornelio de laxismo por readmitir a los lapsi –los que habían flojeado durante la persecución y arrepentidos querían ser buenos cristianos-) lo lapidaron en un camino. ¡Y rezaban el Padrenuestro! Como tantos hoy que luego no se hablan con sus hermanos por un pedazo de herencia… Perdónales, Señor, tú que perdonas nuestras culpas (14 noviembre)
LORENZO O’TOOLE (1128-1180). Con ese apellido cualquiera piensa en «Lawrence of Arabia», «Becket»... encarnados por Peter O’Toole. Irlandeses ambos, san Lorenzo fue protagonista de otras películas. Nacido en Leinster, canónigo agustino en Glendalouh a los 12 años, obispo de Dublín a los 33. Promovió la disciplina [palabra que tan mal suena a muchos oídos no musicales], reformó muchas deformidades [de vista, oído, tacto, gusto y olfato, de cuerpo y de alma], promovió la concordia entre los príncipes cristianos [siempre saludaba diciendo: Pax huic domui], incluso presidió una embajada ante Enrique II de Inglaterra, que terminó... mejor de lo previsto: muriendo en Eu, Normandía (14 noviembre)

SERAPIÓN (+ 1240). Serapión Scott, inglés. Como soldado del rey Ricardo Corazón de León fue dos veces a Tierra Santa, en la tercera y la quinta Cruzada. En el año 1212 viaja a España, para ayudar al rey Alfonso en la guerra santa contra los moros. En 1222 ingresó en la Orden de la Merced, recién fundada. En Argel, el año 1240, quedó como rehén, dispuesto a cumplir el cuarto voto de la Orden: «Quedarse en rehenes; dar la vida si fuere necesario». Como «el que vio, da testimonio», lo daba, hablando de Jesús, consiguiendo que algunos mahometanos abrazaran la fe cristiana. Su «propietario» furioso mandó que lo crucificaran. Protomártir mercedario (14 noviembre)

Noviembre 15

ALBERTO MAGNO (1200-1280). La plaza Maubert de París se llama así desde que «Magister Albertus» enseñaba en la universidad y tanta era la afluencia de oyentes que tenía que dar la clase en la plaza. Pero no sólo tenía muchos discípulos, sino que los tenía buenos: baste citar a Tomás de Aquino. Cuando fue obispo de Ratisbona (sólo dos años, para pedir la «excedencia episcopal» y volver a sus clases) le pusieron de mote «zapatos», por contraste con los señores-príncipes-obispos, sus predecesores. Conocido como «doctor universalis» (15 noviembre)

MACUTO (+ 640). Que no tiene nada que ver con la «mochila de soldado» (macuto). En realidad se llamaba Machlow (Maclovius, en latín). Nacido en el país de Gales, se hizo monje, teniendo por maestro a San Brenda el navegante. Con un grupo de monjes pasó el canal, estableciéndose en la Bretaña, en un lugar que se llamaba Alet. En imperfecto, porque con el tiempo empezó a llamarse, por el nombre mal pronunciado del santo obispo, Saint-Malo. Con detalles así se entiende mejor a quienes hablan de las “raíces cristianas” de un pueblo. Se hizo famoso porque curó fulminantemente a la hija del alcalde de una mordedura de serpiente venenosa, aplicando a la herida una hoja de hiedra mojada en agua bendita. Sin embargo, no supo o no pudo defenderse de las malas lenguas, que lograron desterrarle. Sería aleccionador hacer el recuento de los obispos desterrados a lo largo de la historia de la Iglesia. Y preguntarse por los desterradores. Un reverso de la historia ilustrador (15 noviembre)

ROQUE GONZÁLEZ DE SANTA CRUZ (1576 – 1628). El Puente Internacional San Roque González de Santa Cruz es un viaducto sobre el río Paraná, inaugurado en 1990, que comunica las ciudades de Posadas (Argentina) y Encarnación (Paraguay), ambas ciudades fueron fundadas por él. La mayor hidroeléctrica del mundo en producción de energía lleva también su nombre. Hijo del escribano real Bartolomé González de Villaverde y de María de Santa Cruz, ambos nobles españoles, nació en Asunción. Primer santo criollo. Ordenado sacerdote con solo 22 años, párroco de la catedral de Asunción, entró en la Compañía de Jesús en 1609, y durante casi veinte años trabajó en civilizar a los salvajes de aquellas regiones, en reunirlos en Reducciones, y en instruirlos en la fe y vida cristiana. Fue muerto traidoramente por la profesión de la fe el 15 de noviembre de 1628 junto con Alfonso Rodríguez (1598 – 1628), español de Zamora y jesuita también. Dos días después y en otra Reducción, sufrió un cruelísimo martirio otro jesuita, Juan del Castillo (1595 – 1628), de Belmonte (Cuenca), intrépido defensor de los Indios contra sus opresores. Fueron canonizados, en Asunción, por Juan Pablo II en 1988 (15 noviembre)

Noviembre 16

MARGARITA DE ESCOCIA (1045-1093). Empezó diciendo: «Las Margaritas crecen y florecen durante todo el año». Más de un oyente pensó que en vez de clase de religión estaba en clase de botánica, y que el profesor se refería a las flores con hojas radiales en roseta, transovadas, espatuladas, con festones poco profundos y capítulos solitarios con el disco amarillo y las lígulas blancas. Pero el maestro quería subrayar que la memoria de las 22 Margaritas del martirologio está bien repartida a lo largo de los meses del año litúrgico. Concretamente en noviembre, el 2 recordamos a Margarita de Lorena, el 23 a Margarita de Saboya, el 16 a Margarita de Escocia. Es decir tenemos «piedras preciosas» (que esto significa la palabra griega margarita) a granel. La del 16 nació en Hungría, debido al destierro de sus padres, que duró hasta que tenía once años. La casaron con el terrible rey Malcolm III al que logró «domesticar» no sólo con su belleza. Malcolm no sabía leer, pero leía los libros miniados con los ojos de la reina. Y con sus ojos descubrió que los llamados enemigos también eran hijos de Dios. Tuvieron ocho hijos. (David, además de rey, santo; y santa, la hija llamada Matilde). Dicen que los redactores del número 48 de la Constitución pastoral Gaudium et spes, dedicado a la santidad del matrimonio y de la familia, tuvieron muy presente la perla preciosa de nuestra Margarita. Por eso cada 16 de noviembre leemos en el oficio de lectura ese exquisito elogio del matrimonio y de la familia. Buena teóloga intervino en un concilio escocés defendiendo contra los cátaros (los ha habido, los hay y los habrá siempre) que los cristianos aún siendo pecadores, pueden recibir la eucaristía después de confesarse, porque el sacramento de la penitencia no se hizo para los santos, sino para los peregrinos. Desterrada al comienzo de su vida, sus restos, desterrados desde la reforma protestante, descansan en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial (16 noviembre)

GERTRUDIS (1256-1302). «Que mi alma te bendiga, Dios y Señor, mi creador, que mi alma te bendiga y, de lo más íntimo de mi ser, te alabe por tus misericordias, con las que inmerecidamente me ha colmado tu bondad» rezaba la benedictina de Helfta, a donde entró a los cinco años (sin que ello le supusiese luego ningún handicap). Sus escritos místicos contribuyeron mucho a difundir la devoción al Sagrado Corazón (16 noviembre)

EDMUNDO RICH (1180-1240). Seguir sus pasos enseña geografía inglesa. Nació en Abingdon, Berkshire. Estudió en Oxford y en París. Quedó sorprendido cuando Reynold, su padre, al quedar viudo, ingresó en un monasterio. Profesor de filosofía en Oxford, canónigo de Salisbury, obispo de Canterbury. Gran intelectual, hombre libre, buen pastor, chocó con Enrique III, obsesionado por apoderarse de los bienes de la Iglesia. Pro bono pacis, voluntariamente se expatrió, retirándose a la abadía de Pontigny. Quienes le veían, vestido de cisterciense, le confundían con su padre. Canonizado a los cuatro años de su muerte (16 noviembre)

INÉS DE ASÍS (1197-1253). Catalina, hija segunda de Favarone y Ortolana, sintió tanto la fuga de Clara de la casa paterna el 14 de marzo de 1211 para consagrarse a Dios a lo Francisco de Asís que en la primera ocasión que tuvo huyó también ella. Tenía 14 años. «La desaparición de Catalina, refugiada junto a su hermana, provocó una nueva y aún más violenta reacción por parte de los familiares, que no estaban dispuestos a tolerar por segunda vez una iniciativa que era para ellos una afrenta a la riqueza y al poder de la noble familia». «Y un grupo de doce caballeros se abalanza sobre las dos hermanas en la serena quietud monástica del Santo Ángel de Panzo, arrastrando a la fuerza por la ladera del monte a la joven». Pero no pueden con ella. Por fin juntas. Después, «el bienaventurado Francisco con sus propias manos le cortó los cabellos y le impuso el nombre de Inés». Pasado el tiempo « el bienaventurado Francisco la envió como Abadesa a Florencia, donde condujo a Dios muchas almas, tanto con el ejemplo de su santidad de vida, como con su palabra dulce y persuasiva, llena de amor de Dios». Muchos monasterios se glorían de haberla tenido como fundadora. Tras un lapso de diez años, la historia vuelve a presentar a Inés en la clausura de San Damián, cuando asiste a Clara en su prolongada agonía. «Para Inés que, oprimida por el dolor, no halla manera de contener las lágrimas abundantes y amargas, y suplica a su hermana que no se marche ni la abandone, Clara tiene palabras de ternura infinita, que hacen florecer una esperanza maravillosa en el corazón de Inés: “Hermana carísima, es del agrado de Dios que yo me vaya; mas tú cesa de llorar, porque llegarás pronto ante el Señor, enseguida después de mí”». «Al cabo de pocos días, Inés, llamada a las bodas del Cordero, siguió a su hermana Clara a las eternas delicias; allí entrambas hijas de Sión, hermanas por naturaleza, por gracia y por reinado, exultan en Dios con júbilo sin fin» (16 noviembre)

JOSEPH L. CARDIJN (1882–1967). Cardijn suena a JOC. «Convertuntur». Henry, su padre, era comerciante de carbón. Louise van Deele, su madre, le nació un 16 de noviembre. Cuando le pregunté por qué se había hecho sacerdote me contestó:
«Es difícil precisar el día, y sobre todo el medio, que Cristo usó para llamarme a su servicio. Creo que he sido llamado desde el seno de mi madre, y que ella me crió con esa intención, y toda mi familia, todo mi ambiente, la ciudad y la iglesia de Notre-Dame de Hal, mis maestros y profesores, todo me ayudó a ello. Pero lo repito: fue ante todo mi madre, una simple obrera, que me enseñó a rezar, a conocer la Historia sagrada desde la creación hasta la Iglesia de hoy; y sobre todo, me enseñó a querer a los más pobres que yo, y a sacrificarme por ellos. Y lo que orientó mi apostolado sacerdotal fue descubrir, hacia mis trece o catorce años, que la juventud trabajadora se perdía desde la salida de la escuela y su entrada en el trabajo» (16 noviembre)

Noviembre 17

ISABEL DE HUNGRIA (1207-1231). Hija del rey Andrés II, sobrina de santa Eduvigis, se casó a los 14 años con el landgrave de Turingia Luis IV. A los 20 años, al morir el marido-cruzado en Otranto, pasó de enamorada esposa, madre de tres hijos, a pobre y perseguida viuda. Aunque sólo tenía al morir 24 años, nos ha quedado el recuerdo de su abnegación para cuidar indigentes y la maravilla de su constante alegría (17 noviembre)

GREGORIO TAUMATURGO (+ III). En Neocesarea del Ponto, san Gregorio, obispo, que, siendo aun adolescente, abrazó la fe cristiana, -junto con su hermano san Atenodoro asistió a las clases de Orígenes-, fue progresando en las ciencias divinas y humanas, y, ordenado obispo, brilló por su doctrina, virtudes y trabajos apostólicos. Cuentan que cuando le hicieron obispo en la ciudad sólo había 17 cristianos, y que al morir sólo quedaban 17 paganos. Seguro que por eso lo llamaron «taumaturgo». Le queda a uno la curiosidad de saber el censo de los habitantes de la ciudad (17 noviembre)

ACISCLO y VICTORIA (+ 304). Hay que ir a Córdoba el 17 de noviembre para encomendarse a esos «2 mártires 2» y para saber detalles de su vida, que escapan a los historiadores críticos. Éstos -y los que redactaron el Martirologium romanum en su última edición- prefieren hablar de «Victoria de Acisclo, mártir en Córdoba en tiempos de Diocleciano». Y todo porque San Isidoro de Sevilla en su «Historia gothorum» sólo señala que Agila, rey de los visigodos, por haber profanado el sepulcro de Acisclo, fue duramente derrotado. [Seguro que a San Isidoro aquel día le dio por el laconismo, para defenderse de los que le acusaban de la manía de tener que decirlo todo]. Yo sigo pidiendo a San Acisclo y Santa Victoria que me ayuden a rezar el «Credo» entero. E incluso pienso que a San Isidoro le parecerá mejor que al rezarlo no elimine lo de: Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén. (17 noviembre)

GREGORIO DE TOURS (540 – 594). En el Martirologio aparecen 26 santos con el nombre de Gregorio. La mayoría, obispos. También los 2 de hoy. [A un obispo le cae bien el nombre de Gregorio, porque le recuerda el oficio de «estar despierto», «estar vigilante» que es lo que significa γρηγορέω]. El obispo de Tours tenía que saberlo. Se llamaba Jorge Florencio. Que cambió por Gregorio cuando en el año 573 le hicieron obispo. Del vigilante obispo recuerdan que «escribía en lenguaje claro y sencillo». ¡Afortunados diocesanos de Tours! Seguro que a él le habría encantado leer los que en el siglo XX escribió Guillermo Díaz Plaja: «La disciplina de la mente se hace del denodado esfuerzo con que se domina, se doma, la expresión escrita, lo que permite expresarse con corrección en la redacción, en la correspondencia, y, como consecuencia, en la expresión hablada, evitando los afluctivos tranquillos y muletillas con que se adorna nuestra cojitranca fraseología. Leed cartas, repasad informaciones por radio o por televisión. ¡Qué penosa, qué grotesca incapacidad para dar ilación al pensamiento! ¡Qué insistente acudir al «desde luego», al «o sea», al «bueno», al «pues», al galimatías! No le demos vueltas. Quien así se expresa tiene, también, cojitranco el pensamiento. La expresión clara y ordenada es el reflejo de una intelección lúcida. La frase es el espejo de la mente» (17 noviembre)




LA DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE LOS APÓSTOLES SAN PEDRO Y SAN PABLO. La basílica de San Pedro fue edificada por el emperador Constantino sobre el sepulcro de san Pedro en la colina del Vaticano y al deteriorarse por el paso de los años fue reconstruida con mayor amplitud y de nuevo consagrada en este mismo día de su aniversario (1626). La basílica de san Pablo, edificada por los emperadores Teodosio y Valentiniano en la vía Ostiense, después de quedar aniquilada por un incendio fue reedificada en su totalidad (1854). Con su conmemoración se quiere significar la fraternidad de los apóstoles y la unidad en Iglesia (18 noviembre)

ODÓN (879-942). Cuentan que se hizo benedictino tras leer y quedar cautivado por la Regla de San Benito. Fue abad del celebérrimo monasterio de Cluny. ¿Qué hizo? Afinó. / Joaquín de Fiore, que escribió mucho, sintetizó la vida de un monje en diez palabras: «Qui vere monachus est nihil reputat esse suum nisi citharam» (Lo único que tiene el monje es su cítara). Ser monje es alabar a Dios. / Afinar: perfeccionar, precisar, dar el último punto a una cosa; poner en tono justo los instrumentos músicos con arreglo a un diapasón. / San Odón, ruega por nosotros, por favor, que andamos desafinados en un mundo sin finura (18 noviembre)

ROSA FILIPINA DUCHESNE (1769–1852). Francesa de Grenoble. Entró en el convento de la Visitación de Ste. Marie-d'en-Haut, a los 18 años. La comunidad fue dispersada durante la Revolución Francesa. En 1804 Filipina oyó hablar de la Sociedad del Sagrado Corazón, y pidió a la fundadora Santa Magdalena Sofía Barat ser admitida. En 1818 el Obispo de Louisiana buscaba ayuda para evangelizar los niños franceses e indios de su diócesis, y Filipina fue enviada. En St. Charles, cerca de St. Louis, Missouri, fundó la primera casa, una cabaña de troncos. En 1828 había fundado ya seis casas. (Saber que nunca llegó a aprender bien el inglés, consolará a más de uno). Cuando Filipina tenía 72 años, se abrió una escuela para los indios potowatomies en Sugar Creek, Kansas. Le dijeron: «Tienes que venir: quizás no podrás hacer mucho trabajo, pero con tu oración alcanzarás el éxito de la misión, y tu presencia atraerá muchos favores del cielo para la obra». Estuvo un año sin que flaqueara su valor pionero. Sus largas horas de contemplación inspiraron a los indios el llamarla «La-mujer-que-siempre-reza» (18 noviembre)

Noviembre 19

ABDÍAS (s. IX a. C.). Su nombre significa «Siervo del Señor». Es el cuarto de los doce profetas menores. De su vida no sabemos nada de nada. Aunque como aquel poeta seguro que anhelaba: «¡Que me salven la voz cuando me muera!». El suyo es el más breve escrito profético. Sólo 21 versículos. Pero ¡cómo amenaza! Como clama diciendo: «El Señor reinará». Sí, subiremos victoriosos al monte Sión (19 noviembre)

BÁRLAAM (+ 303). Su casi homónimo, el hijo de Sadoc (Núm 22-25), hablaba y muy bien. En cambio al rudo montaraz cristiano Bárlaam no le salían las palabras. Pero habló, profesó su fe, con un gesto elocuente. Le llenaron la palma de la mano de incienso, obligándole a ofrecerlo a un ídolo. Aguantó sin rechistar, impávido, sin dar la vuelta a la mano, sin dejar que el incienso cayese sobre las brasas. Hay una homilía celebérrima de San Basilio en la que lo cuenta maravillado: «El hierro, reblandecido por la tiranía del fuego, cede. El bronce, obedece asimismo a su poder. Hasta la dureza de las piedras suele dejarse vencer por el fuego. Pero su violencia que todo lo doma, al quemar la mano extendida del mártir, no pudo doblegarla. ¡Gloria y honor al invicto campeón de Cristo!» (19 noviembre)

MATILDE (1241 – 1299). Matilde, de Hackeborn (por familia), Matilde, de Helfta (por monasterio). Cuando tenía 7 años con la madre visita a su hermana Gertrudis de Hackeborn, monja en el monasterio de Rodardesdorf. Y allí la quedan. Elegida Gertrudis abadesa en 1251, Matilde dice que se queda. En 1258, faltaba el agua, abadesa y monjas se trasladan a Helfta. Helfta será su monasterio. Nombrada maestra de coro y maestra de canto, será conocida por su voz. «Ruiseñor de Cristo» la llamaron. Tuvo como alumna predilecta a la que con el tiempo sería la gran Gertrudis de Helfta (1256-1302). Pasan los años. Todos saben que canta y hace cantar. Nadie sabe de sus experiencias místicas. Cuando enferma, la nueva abadesa Sofía de Querfurt encarga a dos monjas, que recojan sus palabras, sus recuerdos, sus experiencias. Será el célebre Libro de la Gracia Especial. Matilde fue la que inauguró la práctica, la costumbre, de rezar diariamente tres avemarías: «Dios te salve por la omnipotencia del Padre; Dios te salve por la sabiduría del Hijo; Dios te salve por la bondad del Espíritu Santo» (19 noviembre)


Noviembre 20

EDMUNDO (841 – 870). Rey de Estanglia (Kingdom of East Anglia). Nihil novum sub sole. In illo tempore las razzias (incursión, correría, en un país enemigo, sin más objeto que el botín) estaban a la orden del día. El joven rey se enfrentó con un pequeño ejército a los daneses abusones, capitaneados por tres terribles hermanos: Halfdene, Ivarr y Ubba. Hecho prisionero, prometieron liberarlo si abjuraba de su fe cristiana. Sin dudarlo dijo «no» dos veces. Lo asesinaron a flechazos (20 noviembre)

FRANCISCO JAVIER CÂN (1803-1837). a) «Una vez proclamado el kerigma, la tarea de las comunidades cristianas consistía en preparar a los futuros creyentes mediante una instrucción completa y esencial que ampliase y profundizase al mismo tiempo los elementos del anuncio propiamente dicho. Esas instrucciones se llaman “catequesis”, del verbo κατηχέω = enseñar de viva voz, pero en donde la enseñanza no es más que el eco de una palabra que ya está dicha: la de Dios. En este sentido la catequesis es en primer lugar el resonar de la palabra de Dios mediante la voz del catequista»; b) «Anem, anem a doctrina, que el bon Déu crida els infants, els àngels estan a la porta, per a donar-nos les mans». / «Tan bé que estem aquí, ja ens hem de despedir, Jesús i Maria doneu-nos bona guia pel camí», cantábamos de niños a las cuatro de la tarde al terminar la catequesis del domingo. a) y b) se me sobreponen ahora cuando recuerdo a Francisco Javier Cân, el mártir catequista, extrangulado y decapitado por su fe, a los 34 años, en Hanoi, Viet Nam, en tiempos del emperador Minh Mang. Buen título el de «resonador de la Palabra» a la hora de presentarse a la puerta del cielo (20 noviembre)

MARIA FORTUNATA VITI (1827-1922). Cuando la llevaron a enterrar a una fosa común, las de su monasterio decían que realmente había sido «extraordinaria», refiriéndose a su longevidad. Solo. Cuando Pablo VI la elevó a los altares 45 años después dijo que Anna Felice había sido heroicamente extraordinaria en fe, esperanza y caridad; en prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Desde que tenía 14 años tuvo que hacer de madre de sus ocho hermanos, sin tiempo para aprender a leer. Entró en las benedictinas de su pueblo, Veroli, (“las monjas buenas”, las llamaban) a los 24 años, porque decía que quería ser buena. ¿Más? Monja «conversa», aunque nunca tuvo que convertirse, tejía y cosía, cosió y tejió, sin distraerse, sin parar, durante más de 26.000 días en jornadas que empezaban a las 03,30. Cantando salmos aprendidos de memoria en un latín que no entendía. Saludando a «Santa María, Madre de Dios» una y mil veces cada día. Aunque le cambiaron el nombre al entrar en el monasterio, María Afortunada nunca dejó de ser Feliz. Tan discreta, que nadie se daba cuenta (20 noviembre)

ÁGELA LLORET MARTÍ y COMPAÑERAS (+1936) (20 noviembre)

Es costumbre al hacer memoria de grupos de mártires poner el nombre del primero –con el del segundo o tercero, todo lo más– y despachar el resto con la frase «y compañeros mártires». [Es verdad que en la última edición del martirologio romano los nombres de los «compañeros» figuran en letra pequeña en nota a pie de página. Pero ¿quién lee las notas, si es que consulta el martirologio?]
Esta semana vamos a reparar el entuerto haciendo mención expresa, con nombre y apellidos, de cada una de las 15 mártires valencianas, cuya fiesta «in solidum» se celebra el 20 de noviembre. Es justo, y encima funcional, ya que a la hora de pedir la intercesión celestial es práctico no tener que aguardar turno, dado que los anónimos «compañeros» –al no figurar en el listín telefónico– suelen tener más bien pocas llamadas desde este valle de lágrimas.

ÁNGELES LLORET MARTÍ. En Jersey City, la ciudad del estuario del río Hudson, tras enterarse de la beatificación de Madre Ángeles empiezan a preguntarse si no convendría nombrarla su patrona. No por haber nacido en Villajoyosa o por la valentía de haber aceptado ser Superiora General de la congregación de Hermanas de la Doctrina Cristiana en tiempos realmente difíciles, sino por el gesto –quizá único en la historia de la Iglesia– de haberse ofrecido con sus hermanas a trabajar por quienes las perseguían. Con lana requisada que les llevaban los milicianos, confeccionaron hasta 20 jerseys. Lástima que quienes se resguardaron del frío aquel invierno de 1936 con aquellas prendas de vestir, de punto, no sospecharan que habían sido amorosamente tejidas por manos de ángeles.

SUFRAGIO ORTS BALDÓ. Alteana de pro. Al confirmarla en Benidorm, cuando trazó la cruz sobre la frente de Antonieta, ¿notaría el cardenal Sancha el coraje futuro de aquella muchacha? ¿Le cambiaron el nombre de Antonia por el de Sufragio, que quiere decir «ayuda», «socorro», como intuyendo su sino? Cuando la nombraron Maestra de novicias, ¿imaginaba que la nombraban Maestra de mártires? Porque ella fue la que, como otra madre de numerosos hijos (2 Mc 7, 1-41), no sólo comunicó con rostro sonriente a Madre Ángeles y a las otras 13 Hermanas la orden de detención, sino que «durante el camino, pese a ser una de las más jóvenes del grupo, iba exhortando a todas a ofrecer la vida por Dios, a perdonar a los verdugos, rezando por ellos; y ya en el lugar del suplicio, seguía animando a las otras, siendo la última del grupo en morir».

MONTSERRAT LLIMONA PLANAS. De los 54 años que vivió en la Congregación, fue Superiora General 33 años. Todo un récord. Encarnaba de manera casi perfecta la silueta soñada por san Benito: «Prefería siempre la misericordia a la justicia; odiaba los vicios, amaba a las monjas; en la corrección procedía con prudencia y en nada era excesiva, no fuera que queriendo raer demasiado la herrumbre, se quebrara el vaso; tenía siempre en cuenta su propia fragilidad y se acordaba de no quebrar la caña hendida; procuraba ser más amada que temida».

JOSEFA MONGOCHE HOMS. Sí, la vocación es un microbio. Un microbio que se contagia. Hay padres que con la vida transmiten microbios de vocación. Microbios que se propagan y desarrollan en un ambiente cristiano. De ahí el contagio entre hermanos. Pedro Mongoche e Isabel Homs eran portadores del microbio. Tanto, que sus cinco hijos estuvieron infectados por él: las 4 hijas, religiosas, y el único varón, que murió siendo seminarista. Josefa, nacida en Ulldecona, profesaba una tierna devoción a la Virgen de la Cinta, patrona de Tortosa. Se sabía casi de memoria «Las glorias de María» de San Alfonso M. de Ligorio. Era especialista en confeccionar tocas para sus hermanas aunque no pudo terminar la última aquel 20 de noviembre, porque a las 7 de la tarde se la llevaron en un coche de línea a cantar en el cielo los maitines de la fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen.

TERESA DUART ROIG. Conocemos por escritos cristianos antiguos palabras de Jesús que los evangelios no traen. Cada una de estas palabras de Jesús se llama en griego «ágraphon» (no escrito). Pero el corazón del hombre es también un «ágraphon» del Señor, y quizá sin esta palabra no sabríamos leer el evangelio. De Teresa, que tenía dotes excepcionales para la pintura, han desaparecido totalmente los cuadros y tapices que pintaba. Pero se han conservado en el corazón de sus antiguas novicias estos dos «ágraphon»: «Vale más hablar con Dios, que hablar de Dios»; «Aquí trabajar, en el cielo descansar». Con ellos, y con su ejemplo de filial devoción profesada desde su infancia a la Virgen de los Desamparados», también nosotros podemos leer mucho mejor el evangelio.

ISABEL FERRER SABRIÁ. Horacio decía que «a los pintores y poetas todo les está permitido». Sugiero, pues, que en el tapiz que Vilanova i la Geltrú va a encargar en recuerdo del bautizo de Isabel en la parroquia arciprestal, la pinten con la cara de Madre Micaela Grau, un báculo y una montaña de granos… de rosario. Con la cara de Madre Micaela, a falta de una fotografía de Isabel, porque las tres fundadoras (M. Micaela, M. Esperanza y M. Isabel) se «parecían» mucho. Un báculo o bastón, en vez de la consabida palma del martirio, porque a los 84 años (¿cuántos mártires del martirologio la ganan edad?) no estaba Isabel para llevar mucho peso. Y la montaña de granos, porque a ojo de buen cubero, en su vida puso a buen recaudo un millón largo de avemarías.

EMILIA MARTÍ LACAL. Huir: apartarse con velocidad de personas, animales o cosas para evitar un daño, disgusto o molestia, explica el Diccionario. Dicen que la Fundadora, profesaba especial cariño por Emilia. Dicen que cuando la fundación del colegio de Carlet las dos hablaban ratos y ratos a solas y en voz baja. A M. Micaela le quedaban 4 meses de vida. A Emilia le faltaban 9 meses para cumplir 24 años. El hecho es que Emilia en pleno mes del rosario abandonó, rosario en mano, clandestinamente la casa de sus padres para seguir su vocación. ¿La ayudó desde el cielo la Fundadora? Los huidores y huidoras de hoy tienen a quien encomendarse si hace falta apartarse con velocidad…

CORAZÓN GÓMEZ VIVES / GRACIA PAULA DE SAN ANTONIO / IGNACIA PASCUAL PALLARDÓ. En el cielo las llaman «el terceto valenciano de la Doctrina Cristiana». Porque las tres nacieron en Valencia capital. Sor Corazón y Sor Gracia cantan a dúo, mientras Sor Ignacia prefiere la voz baja del acompañamiento. Las del dúo a veces se distraen recordando sus años de estudiantes en la Escuela Normal de Valencia, el noviciado en Mislata o las clases a los niños en Turís. En cambio a Sor Ignacia las distracciones le vienen del lado de Sant Vicençs del Horts o por los elogios del agua de su tierra para preparar el mejor arroz. Pequeños detalles que en la vida de los inmortales tienen su importancia. En las grandes fiestas, sobre todo la del 20 de noviembre, las tres sacan su mejor repertorio: «El tambor de granaderos», «La revoltosa», «La patria chica»… porque el maestro Chapí les recuerda su calle, que fue para ellas el último trampolín para el cielo.

SOCORRO JIMÉNEZ BALDOVÍ / PAZ LÓPEZ GARCÍA. «Dar prodigiosamente. Por cada gota de agua devolver un torrente. Fuimos hechos así, hechos para botar semillas en el surco y estrellas en el mar. Y ¡ay! del que no agote Señor, tu provisión. Y al regresar te diga: ¡Como alforja vacía está mi corazón!». Ni Sor Socorro ni Sor Paz, que se llevaban 5 meses menos un día, conocieron la letra de estos versos. Pero sí la música. Sor Socorro la aprendió con las hijas de Santa Joaquina Vedruna en la Casa de Misericordia de Valencia. Allí fue muy amada. Para hacer fructificar tanto amor optó por los más pequeños: ayudaba en las clases de párvulos, a quienes trataba con cariño verdaderamente maternal. Sor Paz, como enfermera «oficial» de la Casa Madre, curaba cuerpos y almas, con tanta ternura que a doña María Ortells, una señora retirada que vivía con las religiosas, no se le ocurrió nada mejor que acompañar el 20 de noviembre a las 15 mártires al Picadero de Paterna, para subir al cielo con su enfermera. Sor Paz y Sor Socorro como alforja vacía tenían el corazón.

DOLORES SURÍS BRUSOLA. «La vocación es como un itinerario con señales de pista. Cada señal lleva a la señal siguiente, sin saber el término definitivo…» Bautizada en la catedral de Barcelona, pasaba los veranos con sus tíos en Cabrera de Mar. Allí iba a misa diariamente a la capilla de las Hermanas de la Doctrina Cristiana. Allí apareció la señal de pista que en 1918 la llevó a Mislata, donde encontró a la Maestra de novicias pintora que repetía: «Vale más hablar con Dios, que hablar de Dios». 18 años después las dos Le oyeron decir: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; mas si muriere, lleva mucho fruto…»

CATALINA CALPE IBÁÑEZ. Ahora Sueca es célebre por Joan Fuster el que desde 1922 exploraba la sombra. Pero la ciudad, que ofrece un plano en damero, vio nacer allí mucho antes una dama que durante 81 años exploró la Luz. Se llamaba Catalina. ¿Qué hizo? Para gloria de Dios y servicio de sus hijos, por obediencia, se trasladó a Valencia. Y allí fue cocinera «full time». Años y años. Cuentan que lo que más le tentaba no eran los membrillos, sino la lectura y las escapadas a visitar a la Virgen de los Desamparados. Cuando la tormenta del 36, dejó el Colegio y pasó a la calle Maestro Chapí, nº 19, donde perfumó la casa con sus jaculatorias. Hasta el 20 de noviembre, que avanzó a paso lento, los años, hasta la plena Luz.

ÁUREA NAVARRO. Marcela de Santo Tomás, en religión. «Bien es que os digamos luego en la entrada / cuál nombre le pusieron cuando fue bautizada: / como era preciosa más que piedra preciada, / nombre había de oro, Áurea era llamada». Áurea (de la que desconocemos la fecha exacta de su nacimiento e incluso su segundo apellido) fue la más afortunada de las novicias de Sor Sufragio. Las otras, a finales de julio, regresaron a casa de sus padres ante las perspectivas sombrías. La pobre Áurea, sin noticias desde hacía tiempo de sus familiares, tuvo que quedarse con las Madres. ¿Pobre? Fue su gran oportunidad. Así, la última de las novicias se enriqueció con la palma áurea del martirio. Y ha enriquecido ante el mundo a su albaceteño pueblo de La Roda.
J.S.V.

jueves, 11 de noviembre de 2010 | | 0 comentarios

El ruiseñor de Leire

José María Javierre

Qué personaje, fray Virila.
Hermano lego del monasterio navarro de Leire, se hizo viejísimo; dulce y con barba blanca caída hasta el pecho. Servicial, amoroso, los frailes lo adoraban; ya le tenían preparada su hornacina de santo donde colocarlo tan pronto se muriera. Pero él no se moría, siempre atento a cumplir como todos el horario monacal. Viejo reviejo, feliz, sonriente; ejemplar, un tesoro del monasterio.
Hasta que...
Satanás jugó al hermano Virila una mala pasada. Poco a poco le metió en la mollera esta inquietud:
-Si la eternidad dura siempre, vas a aburrirte de lo lindo.
Al principio, fray Virila tomó a broma la cuestión.
Pero día tras día, noche a noche, las preguntas sigilosas del diablo lo aturdieron:
-¿No comprendes que el cielo te aburrirá? Te dan fama de santo, has sido un fraile bueno; así que muriéndote vas de tirón al cielo. ¿Y allí, qué?
Fray Virila contestaba, por dentro:
-Veré a Dios, seré feliz.
Satán le apretaba:
-Verás a Dios; supongo que al principio te sentirás dichoso. ¿Y cuando te hartes de verle? Las cosas buenas, a fuerza de repetirlas, fatigan. Fastidian. Años y años, siglos y siglos viendo a Dios cara a cara, así un tiempo y otro, toda la eternidad, sin fin... no lo puedes soportar. Te aburrirás, fray Virila. Cuando te aburras, serás triste y desgraciado. ¿De qué va a servirte entonces haber pasado tu larga vida de fraile dentro de un monasterio?
Fray Virila evitó confiar a sus compañeros esta oscura tentación, le avergonzaba, tan viejo, darles mal ejemplo. Ellos notaban su desasosiego, le veían pálido, huraño, callado. Pensaron que los años lo vencían:
-Fray Virila, tan mayor, cualquier día se nos muere.

El padre abad lo llamó:
-Fray Virila, le veo cansado, desmejorado, apenas come; ¿duerme mal?
De repente el buen viejo cayó de rodillas ante su abad y se puso a llorar a chorros.
-Por Dios y la Virgen Santísima, fray Virila, no llore, cuénteme, qué le pasa.
Entre sollozos, fray Virila habló así:
-Padre abad, yo voy a morirme pronto, estoy tan viejo...
-Pues claro, fray Virila, usted se muere y Dios Padre lo recibe en el cielo.
-No, padre abad, no quiero ir al cielo.
-¿Qué dice, fray Virila? Nuestro Padre Dios, bondadoso, lo recibirá en el cielo después de haber sido usted tan buen fraile noventa años en nuestro monasterio.
Más lloros; fray Virila, de rodillas, derrama todo un río de lágrimas.
-Padre abad, yo no quiero ir al cielo.
Asustado, el abad:
-¿Qué dice, fray Virila, cómo es que no quiere usted ir al cielo donde será feliz por toda la eternidad?
La palabra terrible provocó temblores al viejecito:
-Eternidad, eternidad...
El padre abad:
-¿Teme usted a la eternidad? Será feliz para siempre, ante Dios el Señor; ¿por qué le asusta la eternidad?
-Me aburriré, siempre igual la eternidad...
-¿Se aburrirá? ¿Cómo podría aburrirse gozando los tesoros del cielo?
Padre abad tomó al viejo por los codos, lo alzó:
-Siéntese a mi lado, cuénteme sus temores.
Fray Virila deja de llorar y explica los susurros del diablo.
Padre abad escucha serio, atentamente. Cavila. Por fin le pregunta:
-¿Desde cuándo le asalta este miedo a la eternidad?
-Desde la fiesta de San Miguel, tres meses hace.
Ya no llora, pero al abad le da compasión verlo:
-Y se ha puesto usted flaco, apenas come, lo vemos en el refectorio.
-Peor es que no puedo descansar, toda la noche me martillea el diablo la sesera con esa palabra horrible, la eternidad, que nunca terminará, nunca, durará siglos y siglos; el cielo será para mí un infierno...
El padre abad se levanta, lo alza, lo abraza:
-Vamos a pasear al huerto.
Pasean.
El padre abad consuela a fray Virila; al demonio le ha entrado rabia viendo que un fraile bueno va a morir pronto y lo recibirán en la gloria, donde será feliz eternamente:
-Fray Virila, aquí en esta vida no podemos entender cómo será la otra; Dios colmará nuestros deseos con tal felicidad que no habrá tiempo, la eternidad será un punto, un segundo; respiraremos la dicha como aquí respiramos el aire...
Siempre ha pensado fray Virila qué sabio es el padre abad. Estas palabras le caen dentro, un bálsamo.
Además, el abad es un padre con talento práctico; propone a fray Virila un remedio para vencer la tentación de Satanás:
-Procure dormir esta noche; mañana de madrugada, cuando repartamos los Oficios de la jornada, habré pensado un trabajo para usted.
Mal que bien, fray Virila durmió esa noche. Cuando el diablo le vino otra vez con la cantinela de la eternidad, el viejecito fraile se le rió:
-Prepárate, Satanás, verás que el padre abad me dará el modo de vencerte, mal te veo.
Efectivamente. Reunidos después de cantar los salmos de prima, a los frailes les llama la atención que el padre abad ha traído a la sala capitular una caldereta con un hisopo de agua bendita. Cosa tan rara, la caldereta junto al sillón abacial.
Terminado el reparto de oficios del día, quién a la huerta, quién a la botica, quién al escritorio, quién a las bodegas, el padre abad pide que fray Virila se acerque; le da la caldereta y el hisopo:
-Hermanos, desde hoy, mando a fray Virila derramar agua bendita por todo el monasterio, un hisopazo en cada celda, en las escaleras, en los tránsitos, la cocina, el escritorio, la biblioteca; cuando termine, salga al huerto; y al bosque: una a una rociará las plantas, uno a uno rociará los árboles... Satanás -concluye el abad- tiene horror al agua bendita, los hisopazos de fray Virila lo alejarán y nos librarán de tentaciones.
Fray Virila, de rodillas ante el abad, le besa el anillo; agarra la caldereta, y el hisopo; se levanta; enfila hacia la puerta; sonríe, los frailes lo ven radiante, así era el buen viejecito antes de caer en la tristeza...

Una semana gastó en bendecir todos los rincones del monasterio.
Cuando el diablo intentaba meterle dentro de la sesera el miedo a la eternidad del cielo, fray Virila daba un fuerte hisopazo. Satanás escapaba rabo entre las piernas, el buen viejo se reía...
A la hora del refectorio, los frailes observaron cómo comía a gusto.
Por la noche, rendido de fatiga, dormía de tirón.
Le oyeron otra vez cantar a coro los salmos en la iglesia.
Al cruzarse con él por los tránsitos, el abad preguntó:
-¿Qué tal, fray Virila?
-De maravilla, padre Abad.
Leire había recuperado su fraile cascabel.

Aspergeó el huerto, las hortalizas, los árboles frutales.
Las cepas de la viña.
Acabada otra semana, comenzó a bendecir uno a uno los árboles del bosque. También los senderos, también las zarzas. Y los pájaros, aunque le pasaban volando y no conseguía alcanzarlos con el agua bendita. Caída la tarde, regresaba al monasterio para cantar en el coro los salmos de vísperas. Durante la cena lo veían satisfecho, cansado. Y muy contento.
La tercera semana, fray Virila tenía rodeado y rociado todo el contorno del bosque. Decidió adentrarse árbol tras árbol. Temía descubrir tras algún matojo la cola del diablo, pero qué va, cuanto más adentro mayor hermosura, y los pájaros no echaban a volar si él se acercaba hisopo en mano.
El padre abad le advirtió:
-Fray Virila, cuide usted no se nos pierda por el bosque.
Ca, él ya se conocía los senderos.
Hasta que una tarde, a caída de noche...

Con las últimas luces, el pajarillo, posado en la rama inferior de un pino, mira a fray Virila, parece sonreírle con ganas de hablar: «Hola, no me das miedo». Precioso, el pájaro; nuestro fraile se queda parado, procura no espantar aquella avecilla descarada, tan bonita. ¿Un pardillo? Plumas pardo rojizo, negra la cola, carmesí su cabecita, qué lindo, qué gracioso; le pareció brotado de un pergamino miniado como los pinta fray Juliano en los libros de rezo. Gracias a páginas miniadas conoce fray Virila los pájaros por su nombre. No, un pardillo no; será sin duda un petirrojo, tiene al rojo vivo la pechera. Se miran los dos, sin moverse. De repente alza el pajarillo su pico y arrancó a gorjear aclarando la garganta; ¡un ruiseñor!, resolvió fray Virila. El canto del pájaro embobó al fraile: Trinos de música divina, jamás oyó canto semejante. Avanza Virila un paso, y el pajarillo saltó a otro árbol, y a otro, de pino en pino, sin cesar los trinos; vuela cortos espacios, dando tiempo a que el fraile lo siga, embaucado.
Qué pena, todo sucede tan rápido: El ruiseñor enfila rumbo arriba, entre las ramas de un pino, sube, sube, desaparece; fray Virila no lo ve ni lo oye...
El fraile ha perdido la caldereta y el hisopo. Subyugado, dejó caer sus instrumentos. Vuelve en sí, asustado; considera falta grave haberse dejado captar por un pájaro; debe recoger la caldereta; volver rápido al monasterio, antes que se haga de noche; si llega tarde a vísperas, ¿cómo explicaría su retraso? Desconcertado, no encuentra la caldereta, no encuentra el hisopo; no ve los senderos, parece que se ha metido muy dentro del bosque; y está ya la noche encima, cómo es posible si el pajarillo dio sólo cuatro saltos de árbol en árbol. Fray Virila se alarma. Renuncia a buscar la caldereta, quiere regresar enseguida al monasterio. El bosque aparece muy prieto en torno suyo, ni siquiera comprende la dirección conveniente, a ver si en vez de salir se mete más dentro de la espesura... Efectivamente, ha perdido el camino, está desorientado. Le asalta el nerviosismo, piensa que su enemigo el diablo le ha colocado una trampa. Pero cómo podían ser tentación diabólica los trinos del ruiseñor. Tropieza con los árboles, pierden consistencia sus piernas, ha caído a tierra cuatro veces.
Mi pobre fraile, qué puede hacer. Está llorando. Decide pararse. Arrodillado, pide socorro a la Virgen patrona del monasterio. Se tumba, dormirá hasta la luz del sol.
Amanece. Despierto, fray Virila decide andar una línea recta entre árboles. Va triste y deprisa. Luego no supo decir si la caminata le duró varias horas...
A mediodía, alto el sol, mi fraile recitó en voz alta un gloria in excelsis: Estaba a salvo, había llegado a la explanada del monasterio. Nadie le verá entrar, están los monjes trabajando, cada cual con su oficio.
Pero qué cosa extraña, parece atontado. Ha buscado la puertecilla del huerto, evitando la entrada principal, donde habría de responder preguntas del hermano portero. Virila quiere arrodillarse ante su padre abad y pedirle penitencia por haber faltado del monasterio toda la noche. Qué cosa extraña, la puertecilla del huerto la han tapiado. Ha de entrar por la principal.
Más extraño todavía. Intenta pasar como si tal cosa, y el hermano portero le detiene:
-Buen padre, ¿a quién busca, de dónde es usted?
Han cambiado el portero, ayer había otro hermano. ¿Y éste no le conoce?
-Soy fray Virila, voy al padre abad.
-¿Fray Virila? ¿De qué monasterio?
Le dan ganas de llorar, otra vez Satanás enreda:
-Soy hermano lego de este monasterio, me perdí ayer por el bosque mientras aspergeaba los árboles...
El portero le mira. ¿Estará el viejo en sus cabales?
-Buen fraile, aguarde un momento, que aviso al abad don Mauro.
-¿Al abad don Mauro? Pero si nuestro abad se llama don Florián...
-No, se llama don Mauro; ahora le aviso.
Fray Virila, medio desmayado, aguarda sentado en un poyete. Piensa si Satán le ha embrujado...

Salió don Mauro; a Virila le saltaban los ojos de las órbitas:
-¿Usted es el padre abad? ¿Y don Florián?
-¿Don Florián?
-Es mi padre abad, soy el hermano lego fray Virila; don Florián me mandó aspergear el monasterio, ayer me extravié bendiciendo los árboles del bosque, y un ruiseñor tiró de mí...
Don Mauro no entendía nada, miró a aquel viejecillo fraile, calvo, de luengas barbas blanquísimas; fray Virila, dice; a don Mauro le suena el nombre:
-Cuénteme qué ha pasado, fray Virila.
De rodillas entre sollozos cuenta todo, sus años, su amor al monasterio, la dicha monacal hasta verse tentado por desconfianza ante la eternidad, el cariño de don Florián que le dio caldereta e hisopo para ahuyentar el diablo, pero el ruiseñor le dejó embobado un momentito, sólo un momento, luego perdió el camino de vuelta... Pide perdón, llora que te llora.
-Levántese, fray Virila; no llore, vamos a sentarnos en el recibidor; hermano portero, llame al padre Lucio.
Fray Lucio es el bibliotecario, un sabiazo; se conoce al dedillo la historia de la Orden y del monasterio; piensa don Mauro si fray Lucio podrá descifrar el enigma.
Tampoco el bibliotecario comprende el acertijo, mueve la cabeza, arruga la frente; «fray Virila, fray Virila...»; y de repente se le encienden los ojos, ¿será posible?
-Padre abad, un pergamino del siglo diez conservado en la biblioteca me picó meses atrás la curiosidad. Cuenta cómo hace quinientos años un hermano lego viejecito, considerado santo por los monjes, a quien el abad, ¿don Florián?, quizá, encomendó echar agua bendita a los árboles del bosque...
-¿Por qué?
-El hermano era presa de una tentación, quiso don Florián remediarla con agua bendita... Pero el hermano una tarde no regresó del bosque, ni por la noche lo hallaron los frailes buscando palmo a palmo el bosque... Se llamaba, puede que sí, fray Virila, calvo, anciano, barba larga blanquísima...
Don Mauro lo mira, fray Virila sonríe; ha pasado de lágrimas a sonrisa, está comprendiendo el suceso, ¡quinientos años!, así el monasterio ha cambiado de cara y de abad, y de hermano portero, y no le reconocen, pero sí, él es fray Virila, y puede dar a don Mauro la explicación:
-Padre abad, el demonio me tuvo sometido a un engaño terrible.
-¿Cuál?
-Me daba miedo la eternidad, creí insoportable que el cielo durara para siempre, me aburriría, me fastidiaría, siempre allí ante Dios... No podría ser feliz. Prefería no ir al cielo, por temor a la eternidad. Ahora ya sé la misericordia del Señor.
-¿Cómo la sabe?
-El ruiseñor.
-¿El ruiseñor?
Contó cómo los trinos de un ruiseñor posado sobre el pino le habían permitido sentir durante un momento la felicidad completa:
-Pero no fue un momento, fueron ¡quinientos años!; a mí me parecieron un instante brevísimo, y duró su canto quinientos años. Ahora sé que la eternidad cabe dentro de un momento si estás feliz, ¿y qué significa el canto de un pájaro al lado de la hermosura de Dios? Bendita eternidad, ya no le tengo miedo. Deseo ir al cielo.

Cuenta la leyenda que fray Virila se murió aquella misma tarde. Fue al cielo. Allí está dichoso por toda la eternidad.


José María (+17.12.2009), ¿por qué te moriste tan pronto?

Gracias por dejarnos la leyenda de fray Virila contada tan divinamente, en «Una chica de barrio de Salamanca», capítulo 6.
J.S.V.

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SANTORAL

FRANCISCO PALAU y QUER (1811-1872). «Cuentan que una vez el diablo harto de la vida arrastrada que llevaba desde hacía tiempo decidió jubilarse. Como la pensión que le quedaba de la seguridad social, pese a haber cotizado tantos años, no le alcanzaba para vivir holgadamente, decidió redondearla un poco vendiendo todo su instrumental. Fue al mercado, montó un puesto y lo expuso a la vista del público. Allí había de todo: la maldad, la envidia, los celos, el odio, el engreimiento, el desprecio, el cinismo… Separado del resto se veía algo que parecía mucho más gastado que el resto. Intrigado un posible comprador le preguntó: «¿Qué es eso y por qué lo vendes más caro que el resto?». El diablo respondió: «Es el desaliento». El otro insistió: «¿Por qué vendes el desaliento mucho más caro que el resto de los productos?». «Sencillamente, porque es lo más fácil de meter en el corazón humano. Y tras el desaliento es facilísimo introducir el resto, sea lo que sea». Es un cuento. Que el bueno de Francisco de Jesús, María y José, pudo contar pícaramente en la «Escuela de la Virtud». Porque él sabía mucho de esa artimaña del diablo. Pese a que el 25 de julio de 1835 fuera incendiado en Barcelona su convento carmelitano y expulsados los religiosos, consiguió ser ordenado sacerdote en Barbastro. Pese a haber sido exiliado a Francia en 1840, regresa a Barcelona once años después y funda la «Escuela de la Virtud». Pese a ver cómo le suprimían arbitrariamente la «Escuela» en 1854 y le confinaban a Ibiza, el desaliento nunca hizo mella en su corazón. Murió en Tarragona el 20 de marzo de 1872. Fundó las Carmelitas Misioneras y las Carmelitas Misioneras Teresianas, que ayudan a que los que peregrinamos por este valle de lágrimas no nos dejemos vencer por el desaliento (7 noviembre)

ATENODORO (+ 304). En Turquía (Neocesarea, del Ponto), san Atenodoro, hermano de san Gregorio Taumaturgo, tan aventajado en las letras divinas (¡tuvo como maestro a Orígenes!), que, pese a su juventud, se le consideró digno de ejercer el ministerio episcopal. No está mal un obispo joven. (Dije hace tiempo que tenía que preparar una letanía de hermanos santos. Algunos me la reclaman todavía. Pues ya saben: San Atenodoro y San Gregorio, rogad por nosotros) (7 noviembre)

WILIBORDO (668-739). Hay que ir a Luxemburgo, a Echternach concretamente, para descubrir la devoción que profesan al fundador del monasterio. Monje y obispo inquieto. Su predicación entre los frisones tuvo efectos sorprendentes. Lo mismo que en la isla Helgoland y en Dinamarca. Echternach se convirtió en la base de sus expediciones misioneras. La última, a los 81 años, camino de la Patria Yo no tuve que ir tan lejos. Fue en 1996 cuando leí lo que contaba el Padre Agustín Altisent: «Vestí el hábito, (el 1 de noviembre de 1946), me cambiaron el nombre de bautismo Luis de Francia por el de Agustín (que pedí por flaqueza: no me atrevía al riesgo de que me cayera para siempre un Wilibordo o un Beda». A veces cuando nos veíamos, sin que nadie nos oyera, le decía: ¡Pare Wilibord! Y él sonreía. Pare Altisent, ara que és al cel i ha pogut veure de prop el sant monjo i bisbe ¿no creu que haguera quedat bé passar a la posteritat com Wilibord Altisent? (7 noviembre)

LÁZARO ESTILITA (+1054). Como Lázaro el de Betania parece que tiene la exclusiva del nombre «Lázaro», para identificar al resto de Lázaros santos «que en este mundo han sido» es necesario añadirles un calificativo para que se les distinga. «Estilita», para aquel santo varón que vivió en el monte Galesio cerca de Éfeso. Como a varios de hace tiempo le dio por no vivir a ras de suelo. A sus contemporáneos aquello no dejaba de llamarles la atención, cuestionándose por aquel testimonio que «les ponía a pensar» (7 noviembre)

Noviembre 8

CUATRO SANTOS CORONADOS (+ 306) «Duros a cuatro pesetas» decían antes. Pues hoy podríamos decir: «Cuatro [Quatuor sancti coronati] por nueve coronados». / En una basílica romana se venera la memoria de los «4 santos coronados»: Segundo, Severiano, Carpóforo y Victorino, martirizados en Albano. Que (eran tantos los testigos de la fe en la persecución de emperador Diocleciano) fueron enterrados junto a otros cuatro santos (en realidad eran cinco: Simproniano, Claudio, Nicóstrato, Cástor; y Simplicio) escultores que trabajaban en una cantera de mármol de Pannonia y por negarse a esculpir una estatua de Esculapio sufrieron el martirio. «Quod abundat non nocet» (8 noviembre)

DEUSDEDIT (+ 618). Los alérgicos al latín lo llaman «Diosdado», sin darse cuenta de que también hablan en latín, pero en voz pasiva. Bn nombre para un futuro obispo de Roma. Tardaron 5 meses en hacerle papa, tras la muerte de su antecesor San Bonifacio IV, porque... no llegaba el Vº Bº del emperador de Constantinopla (!). ¡Para que nos quejemos de lo mal que van las cosas hoy! «Tiempos calamitosos» aquellos. Entonces la culpa se la echaban a los longobardos y al hambre que asolaba Italia. Siempre se busca una excusa para no ser feliz. No se le recuerda ahora porque fuese bueno, que lo fue, sino por el detalle curioso de la palabra «binar» (celebrar un sacerdote dos misas) (hic constituit secundam missam in clero). Aunque, rizando el rizo, no está claro si el permiso dado por el papa Deusdedit era para celebrar dos misas, una por la mañana y otra por la tarde, o para que el mismo sacerdote dijese dos misas en iglesias distintas. Moraleja: los tiempos serían calamitosos, pero la gente iba a misa (8 noviembre)

WILEHADO (+ 789). Nacido en Nortumbria, amigo de Alcuino de York, san Bonifacio le pasó el testigo, propagando el evangelio en Frisia y Sajonia. Primer obispo de Bremen, buen pastor. Me encanta descubrir obispos con amigos. Me hace sentir importante tener obispos amigos. Y amigos santos, gracias a Dios. La lista no es corta (8 noviembre)

JUAN DUNS SCOTO (1266-1308). «Scotia me genuit, Anglia me suscepit, Gallia me docuit, Colonia me tenet» se lee en el sepulcro de la iglesia de Colonia, donde reposan los restos del sobrino de Elías Duns que le llevó a los franciscanos de Dumfriers cuando tenía 15 años. Inscripción que resume a grandes rasgos el itinerario de la corta vida del «doctor sutil», torre espiritual de la fe, como calificó Juan Pablo II al defensor acérrimo del dogma de la Inmaculada. Muchos seguidores del pensamiento teológico de Tomás de Aquino, acostumbrados a situarle entre los “adversarios”, olvidan las valiosas características del pensamiento escotista: afirmación enérgica de la esencia de Dios como amor; la primacía de la voluntad, de la libertad y del individuo; su cristocentrismo; su visión más acentuadamente existencial y crítica de la función de la teología. ¿«Malogrado» por morir a los 43 años? (8 noviembre)


Noviembre 9

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN JUAN DE LETRÁN. Es la catedral del obispo de Roma. «Madre de todas las iglesias». Litúrgicamente Fiesta en todo el mundo. He de confesar que me da pereza acercarme a San Pedro para las multitudinarias canonizaciones. Pero voy con gusto a San Juan de Letrán al día siguiente para concelebrar en la Eucaristía de acción de gracias por algún santo canonizado el día anterior. Fui cuando el Padre Damián (1840-1889), el 12 de octubre de 2009. La última vez el 18 de octubre pasado, por la Madre Cándida, Santa Cándida María de Jesús Cipitria y Barriola (1845-1912) (9 noviembre)

JORGE NAPPER (1550-1610). Mártir también. De feliz memoria: porque recuerda que “el grande” (el del 23 de abril) no tiene la exclusiva en la santa jorgeidad. En Oxford nació y en Oxford sufrió el martirio entre la una y las dos de la tarde del 9 de noviembre, habiendo celebrado la eucaristía esa mañana, a escondidas, pero unido espiritualmente al sucesor de Pedro que la decía en la basílica de San Juan de Letrán, madre y cabeza de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe. Colegial del Corpus Christi. Sacerdote desde 1596. Dijo muchas misas a escondidas. También entonces había controles policiales. En uno le encontraron encima un píxide con dos hostias consagradas, y los santos óleos. En la cárcel reconcilió a un felón condenado llamado Falkner, y esto fue tomado como un agravante de su crimen. Debido a que se negó a jurar el voto de obediencia al rey, que describía el poder papal como una doctrina “falsa, hereje e infame”, decidieron su ejecución (9 noviembre)

LUIGI y MARIA BELTRAME QUATTROCCHI (1880/81-1951/65). Me preguntaron qué era «un gesto profético». Y contesté «lo que hizo Juan Pablo II al beatificar el 21 de octubre de 2001 al matrimonio Beltrame Quattrocchi». «Juntos hicieron de su familia una verdadera iglesia doméstica, abierta a la vida, a la oración, al testimonio del Evangelio, al apostolado social, a la solidaridad hacia los pobres, a la amistad». Juntos. En la proclamación de ese juntos está el gesto profético. Esposos santos canonizados no faltan; pero canonizados juntos, los primeros. A la espera de los siguientes, venía a decir Juan Pablo II. Estaban presentes aquel día en San Pedro tres de sus cuatro hijos (Sor Cecilia, desde el cielo). Enrichetta, la pequeña, lloraba de alegría. Mons. Tarcisio, el mayor, comentaba: «Nuestra vida familiar no tuvo nada de extraordinario. La beatificación de mis padres es una ocasión para relanzar los valores de la familia cristiana hoy». El tercero, Paolino, trapense, recordaba: «En los años de la guerra, a menudo arriesgando muchísimo, acogimos y prestamos ayuda a todo el que la pidió». Juntos. «Hay que salvarse juntos. Hay que llegar juntos a la casa de Dios. ¿Qué nos diría Dios si llegásemos hasta Él los unos sin los otros?» (9 noviembre)

Noviembre 10

LEÓN MAGNO (390-461). Toscano de nacimiento, romano por educación y mentalidad. Fue arcediano de los pontífices Celestino I y Sixto III. Papa desde el año 440 al 461. Veintiún años en los que no entendemos cómo pudo hacer tantas cosas. Luchador incansable contra maniqueos, pelagianos, nestorianos, priscilianistas, eutiquianos y arrianos (a distancia de siglos consuela constatar que los cristianos han tenido que avanzar siempre envueltos en luz y tinieblas, y que es bueno desenterrarle a la sombra la luz). Cuando sus legados leyeron en Calcedonia la carta del pontífice León, en la que exponía que Jesucristo es uno en persona en el que las dos naturalezas, humana y divina, están permanentemente unidas sin confusión ni mezcla, todos exclamaron «Pedro ha hablado por boca de León». Incluso Atila, el rey de los hunos, se dio la vuelta cuando el papa León le pidió que se retirase con el ejército sin entrar en Roma. (Para evitar que se creyera omnipotente tuvo que habérselas años después con el vándalo Genserico, menos sensible a las súplicas del pontífice que el duro Atila). La lectura pausada de las 173 cartas que se conservan nos acerca a la historia real del siglo V (curiosamente no muy distinta de la del siglo XXI) y sus 96 sermones impresionan por su indomable energía y magnanimidad. Cada año el día de Navidad en el Oficio de lectura los cristianos releemos párrafos de uno de sus sermones. (10 noviembre)

ORESTES (+ s. IV) De primeras, el nombre de Orestes nos hace pensar en el montaraz hijo de Agamenón y Clitemnestra, que para vengar el asesinato de su padre, mata a Egisto, y es perseguido por las Furias. De segundas, nos recuerda al mártir en Tiana [no la Tiana de la residencia “Nen Déu” que el papa bendijo el 7 de noviembre 2010]. Los Orientales cuentan que era un médico que no sólo curaba el cuerpo sino el alma, a base de apartar a sus pacientes de la idolatría. Que los descontentos, le acusaron de ser cristiano, y él no lo negó. Incluso sopló sobre las estatuas de los dioses, que se vinieron abajo. Enfadado los idólatras lo ataron a un caballo que lo arrastró hasta morir. Puede. Me quedo con el Orestes de segundas, que además era de Capadocia como San Jorge (10 noviembre)

ANDRÉS AVELLINO (1521-1608). Al bautizarle le pusieron por nombre Lancillotto (Lanzarote), en recuerdo del de la Tabla Redonda (aquella mesa redonda en la que podían sentarse a la vez 150 caballeros, que se obligaban a imitar a Cristo, no matar o cometer actos pecaminosos, ser fieles a su rey, no mostrarse crueles, ayudar siempre a todo aquel que se lo pidiese, ser corteses con todas las damas y en especial con aquellas que sufrieran necesidades). Lancillotto hizo gala del nombre cuando le encargaron de la reforma de un convento femenino, tarea en la que casi perdió la vida. Tan santificado quedó, que se hizo teatino, tomando el nombre de Andrés. Amigo y consejero de San Carlos Borromeo. Murió a los 80 años (ad pedes altaris sancto fine quievit) al pie del altar. Buen sitio (10 noviembre)

Noviembre 11

MARTÍN DE TOURS (316-397). Primero fue soldado y después monje y obispo: casi como un icono, muestra el valor insustituible del testimonio individual de la caridad. A las puertas de Amiens compartió su manto con un pobre; durante la noche, Jesús mismo se le apareció en sueños revestido de aquel manto, confirmando la perenne validez de las palabras del Evangelio: «Estuve desnudo y me vestisteis... Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Benedicto XVI). Fue uno de los primeros santos no mártires venerados en la Iglesia. Hijo de un tribuno romano, renunció a la carrera militar al descubrir que en cada hombre vive Jesucristo (y que todo –como la capa- se debe compartir). A él se debe en gran parte la evangelización de Francia (11 noviembre)

VERANO DE VENCE (s. V). Obispo primaveral, si tenemos en cuenta el nombre [que «ver, veris» no significa la estación más calurosa del año, sino «primavera»]. Su madre, se llamaba Gala; su padre, Euquerio, obispo de Lyon. Los dos hijos del matrimonio, Verano y Solonio, siguieron la noble función del padre. Tras largos años de formación en el monasterio de Lérins, los futuros obispos de Vence y Ginebra hicieron las prácticas en Lyon, ayudando a san Euquerio, su padre. Adentrándonos en el túnel del tiempo podemos imaginarnos a la familia episcopal en pleno rezando a Nuestra Señora del Rosario, en la capilla que en el siglo XX construiría Henri Matisse («Cette oeuvre m’a demandé quatre ans d’un travail exclusif et assidu, et elle est le résultat de toute ma vie active. Je la considère malgré toutes ses imperfections comme mon chef-d’oeuvre»). Teniendo en cuenta que al mundo lo salvará la belleza, vale la alegría peregrinar a ese «monument d’art sacré unique au monde» (11 noviembre)

TEODORO EL ESTUDITA (759-826). El papa Benedicto XVI así resumió su vida el 27 de mayo de 2009: Nació en el seno de una familia noble y piadosa. Abrazó la vida monástica a los veintidós años en el monasterio de Sakkudion. Por haber criticado la situación matrimonial irregular del joven emperador Constantino VI, Teodoro fue desterrado a Tesalónica. De allí pudo regresar a Sakkudion gracias a la intervención de la Emperatriz Irene, madre de Constantino. Para evitar las incursiones de los árabes, se transfirió luego al monasterio de Studios, que bajo su dirección alcanzó gran esplendor y a partir del cual se inició una reforma de la vida monacal, caracterizada por subrayar la necesidad del orden, la obediencia y el amor al trabajo de los monjes. Teodoro es conocido también por capitanear la resistencia contra la iconoclastia de León V el Armenio, lo que le costó otra vez el exilio en diversos lugares de Asia Menor. Al final, pudo volver a Constantinopla, pero no a su monasterio. Entre sus obras destacan la Pequeña Catequesis, la Gran Catequesis, el Libro panegírico, las Composiciones poéticas, el Testamento espiritual y las Cartas (11 noviembre)

CEFERINO NAMUNCURÁ (1886 – 1905). Otro Domingo Savio de los salesianos. Nació en Chimpay, en pleno corazón del Valle Medio del Río Negro, hijo del cacique indígena Namuncurá y de su cautiva Rosario Burgos. Estudió con los Salesianos, quería ser sacerdote para convertir a los de su raza, los mapuches. Seminarista en Viedma, lo descubrió Mons. Cagliero, que se lo trajo a Roma esperando que mejorara su salud. En una audiencia tuvo «el indio santo» un discursito, que encandiló al Papa. Murió apenas cumplidos los 19 años. Cuando se lo dijeron a San Pío X dijo: «Era una bella esperanza para las misiones de Patagonia, pero ahora será su más válido protector» (11 noviembre

Noviembre 12

JOSAFAT (1580-1623) Juan Kunsevicz nacido en Vladimir, Polonia. Llamado Josafat, desde los 20 años, cuando entró en el monasterio de la Santísima Trinidad de Vilna de rito bizantino. Pronto lo hicieron abad. «Josafat, arzobispo de Polotsk, Lituania, el hombre más eminente y destacado entre los eslavos de rito oriental, pastor y apóstol que derramó su sangre por la unidad de la santa Iglesia» [Pío XI] (12 noviembre)

HESIQUIO (+ 490). Ayer memoria de san Verano; hoy, de san Hesiquio. ¡Y la misma historia!, casi. Si no fuera porque los datos son los datos, nos costaría creerlo. Al senador Hesiquio le obligaron (normal, que tuvieran que obligarle) a ser obispo de Vienne (¡tiempos aquellos en los que los senadores eran tan cristianos que no se negaban a lo que el pueblo les pedía!). Sus dos hijos («quos antea genuerat», advierte prudentemente el martirologio), fueron obispos también: San Apolinar, de Balance, y San Avito, de Vienne; sucediendo éste al padre, sin que ningún viennés hablara de nepotismo. Con más suerte Avito que el padre: consiguió que el rey Segismundo abjurara del arrianismo. Pero, si de la familia euqueriana conocemos el nombre de la «epíscopa»: Gala, del de la esposa de san Hesiquio, madre de san Apolinar y san Avito: no están las historias de acuerdo.... Santa, y encima discreta, como tantas cristianas de siempre (12 noviembre)

MILLÁN DE LA COGOLLA (470 - 574). En prosa: «En los montes de la región de la Cogolla, no lejos de Logroño, san Emiliano o Millán, presbítero, que, después de llevar vida eremítica y clerical, abrazó la monástica y se hizo famoso por su generosidad para con los pobres y el don de profecía» (12 noviembre).
En verso: «Aquí escomiença la estoria de sennor Sant Millán, la qual composo Maestre Gonzalo de Berceo:

Qui la vida quisiere de Sant Millán saber,
e de la sua istoria bien certano seer,
meta mientes en esto que yo quiero leer:
verá adó embían los pueblos so aver.

Cerca es de Cogolla de parte d’orïent’
dos leguas sobre Nágera, al pie de sant Lorent’,
el barrio de Berceo Madriz li yaz present’
y nació sant Millán, esto sin falliment’.

Luego que fue nacido, los que lo engendraron,
embuelto en sos paños a ‘glesia lo levaron;
como la leï manda baptismo demandaron,
diérongelo los clérigos, de crisma lo untaron.

Luego que fue criado, que se podió mandar,
mandólo ir el padre las ovejas curiar,
obedeció el fijo fuélas luego guardar
con ábito qual suelen los pastores usar…

Son 489 coplas. Las 361 coplas primeras derivan de la Vita Beati Emiliani, compuesta por San Braulio de Zaragoza. Berceo sigue la división tripartita tradicional: la vida del santo, sus milagros en vida y su muerte, los milagros póstumos.
¿Quién se anima? A leerlas, a saborearlas.

Noviembre 13

LEANDRO (+ 600). Escribió de él su hermano pequeño (Isidoro) que le conocía bien: «Hombre de condición apacible, de extraordinaria inteligencia y preclarísima moralidad y doctrina. La conversión de los visigodos, de la herejía arriana a la fe católica, fue fruto de su constancia y prudencia. Antes había sufrido destierro». ¡Qué no contarían de él sus otros hermanos santa Florentina y san Fulgencio! (13 noviembre)

MITRIO (+ 314). «Esclavo en Aix-en-Provence, de la Galia Narbonense, a quien, la santidad le hizo libre». Dicho así suena bonito. En realidad fue un Onésimo, con un amo menos amable que Filemón, al que su amo maltrató salvajemente al descubrir que era cristiano y finalmente decapitó. Honor a tantos Mitrios anónimos de ayer y de hoy (13 noviembre)

NICOLÁS I (+ 867). No siempre las comparaciones han de ser odiosas: Lo que el papa San Gregorio VII fue para el siglo XI, san Nicolás I lo fue para el siglo IX. Grande, valiente, sin arredrarse ante las dificultades. Que las tuvo, y grandes. En Occidente con el arzobispo Juan VIII de Ravenna, con el arzobispo Incmaro de Reims, con Lotario II, rey de Lorena, que, muy a la moderna, se descasó de su esposa Teutberga para casarse con Valdrana, y armó un cisco enorme porque no hay nada más brillante que una teoría cuando se monta sobre un instinto; en Oriente, con un tal Focio de armas tomar, con la iglesia bizantina de Bulgaria... ¡Ay las susceptibilidades! Valiente, no equivale siempre a victorioso. «Personalidad superior, ejemplo nobilísimo de fe y de romanidad, en él el sentido de justicia, de mesura y de orden se conjuntaban admirablemente con la caridad y la devoción, formando una síntesis armónica» (Brezzi). [Propósito: tengo que repasar la historia de la Iglesia. Porque ¿quién sabría que la luz es buena si no hubiese sentido las tinieblas de la noche?] (13 noviembre)
ESTANISLAO DE KOSTKA (1550−1568). Me cuesta celebrar su fiesta el día en que murió, porque en el Seminario de Tarragona, el día del «patró dels gramàtics, Sant Estanislau» era el 13 de noviembre. Cuando tenía 13 años, su padre, el señor senador, le envió junto con su hermano mayor Pablo a estudiar a Viena en un colegio de jesuitas. Mientras su hermano hacía de las suyas, decidió entrar en la Compañía de Jesús, pese a la terrible oposición de señor senador, que llegó a amenazar con que echaría de Polonia a los jesuitas si su hijo se hacía jesuita. San Pedro Canisio le dijo (al hijo) que adelante. Y a Roma fue a pie, cuando tenía 17 años. San Francisco de Borja recibió al novicio Estanislao, el cual «brevi consumptus in humillimis officiis praestandis, sanctitate clarus obiit» el día de la Virgen de agosto de 1568, a los 18 años. Fue el primer beato de la Compañía. Con San Luis Gonzaga y San Juan Berchmans ha formado el trío modélico de muchos jóvenes. Veo que los jesuitas celebran su fiesta hoy. Yo también (13 noviembre) J.S.