sábado, 16 de enero de 2010 | |

SANTORAL DE LA SEMANA
ANTONIO (251-356). Los cristianos comenzaban a instalarse en el mundo y él se fue al desierto para ser libre. Pero allí no pudo dejar de luchar contra el mal, porque no hay libertad sin lucha. Y cuando parecía haberlo conseguido, su desierto se llenó de discípulos que buscaban un maestro en su camino. Porque alguien siglos después lo pintó con un cerdito a sus pies, se convirtió en patrón de los animales (17 enero)

JENARO SÁNCHEZ DELGADO (1886-1927). Nacido en Zapopan, Jalisco, coadjutor de Tamazulita, parroquia de Tecolotlán, diócesis de Autlán. Los fieles admiraban su rectitud, su fervor, la elocuencia de su predicación, y aceptaban gustosos la energía del Padre Jenaro cuando les exigía la buena preparación para recibir los sacramentos. Cuando iba a cumplir 41 años predicó el mejor sermón de su vida y el más breve, sólo 21 palabras, ante los soldados y agraristas que le habían llevado al pie de un árbol en una loma cercana a Tecolotlán: «Bueno, paisanos, me van a colgar; yo les perdono, que mi Padre Dios también les perdone y siempre viva Cristo Rey» (17 enero)

MARGARITA DE HUNGRÍA (1252-1270). Bela IV, rey de Hungría, no sólo fue derrotado por los mongoles en la batalla de Muhi (1241), sino también por su hija Margarita, empeñada en construir un monasterio femenino para dominicas en una isla del Danubio. Con el tiempo, dominica se hizo la hija de Bela IV. Y cuentan que su padre, satisfecho de aquella derrota, iba a visitarla contento de verla tan alegre. Hasta el año 1270 en que los dos subieron al cielo rezando el rosario (18 enero)

FELICIDAD, MÓNICA, CARLOTA y VICTORIA (1794). Cuatro cristianas francesas: Felicidad Pricet, Mónica Pichery, Carlota Lucas y Victoria Gusteau, fusiladas cerca de Angers por odio a la fe cristiana en nombre de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Así se escribe la historia cuando olvidamos que todos somos hijos de Dios (18 enero)

MACARIOs (+ 390 + 408). Decir concentración parcelaria no queda bien hablando de santos, aunque los dos vivieron en el campo. La frase exacta sería concentración hagiomacárica: de los santos felices, los Macarios. Porque desde el aggiornamento del martirologio a Macario el Grande y a Macario el Joven les recordamos el mismo día. Al primero le llamaron también «el viejo» o de Egipto, para distinguirle de «el joven» o «el alejandrino». Diferentes por la edad, aunque no mucho, porque el alejandrino sólo le sobrevivió 18 años. De joven, Macario el viejo fue camellero transportador de salitre. El joven, comerciante de fruta. Macario I convivió con San Antonio abad largo tiempo. Aprendió mucho del patriarca de los monjes, convirtiéndose a su vez en «padre espiritual» de muchos eremitas. Para atenderles mejor espiritualmente le ordenaron sacerdote. Celebraba la eucaristía para los millares de cristianos que vivían separados del mundo. Aunque más adelante les convenció para que vivieran formando una colonia monástica. Conocía bien los peligros de la soledad. Un tal Lucio, arriano de pro, usurpador del patriarcado de Alejandría, consiguió que le desterraran a una isla del Nilo, junto con el otro abad Macario que vivía en el Bajo Egipto. El «motivo»: porque ambos enseñaban a hacer bien la señal de la cruz «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» y a rezar «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo», con la «y» bien puesta. Desterrados, pero felices, ya que nadie pudo impedir que sus raíces siguieran creciendo hacia Arriba (19 enero)

REMIGIO (+ 772). Mi madre tuvo un hermano sacerdote: Mossèn Vila. A Mossèn Vila yo siempre le llamé Senyor Oncle (Senyoróncle). Cantaba muy bien mi tío, con su voz de barítono. Pasaba temporadas con él en Riudecanyes, en Rocallaura... El Senyor Oncle me prometió que me regalaría un misal. Cumplió la palabra. Feliz yo con el Missal romà, de cantos dorados, a dos columnas, en latín y en catalán. A san Remigio me le imagino como el Mon Oncle de Carlomagno, cuando era chico, claro, en Rouen donde era obispo, empeñado en introducir el rito y el canto romano en las Galias. Y me hace feliz ver que muchos compañeros sacerdotes también han tenido un tío cura. Quizá hoy falten sacerdotes porque faltan tíos curas. Habrá que invocar a san Remigio (19 enero)

MARCELO SPÍNOLA y MAESTRE (1835-1906). Abogado que en plena juventud renunció al bienestar de una familia aristocrática para hacerse sacerdote: capellán, párroco, canónigo, obispo de Coria, fundador de las Esclavas Concepcionistas, obispo de Málaga, arzobispo de Sevilla... ¡qué currículum! Siempre ejerció la caridad bondadosamente. En el «año del hambre» los sevillanos vieron a su arzobispo pedir limosna por las calles. Justo a la hora de su muerte, fue nombrado cardenal (19 enero)

FABIÁN y SEBASTIÁN (+ 250 + 288). Fabián, papa. Según Eusebio de Cesarea (que sabía mucho de historia) su elección sucedió de modo sorprendente: al morir el papa Antero, tras sólo 40 días de pontificado, estando reunidos el clero y el pueblo de Roma para elegirle sucesor, en un momento dado una paloma se posó sobre su cabeza. Aunque trató de espantarla, se fijaron en él. 14 años de buen pastor, dividió la ciudad de Roma en siete circunscripciones, con un diácono al frente; se preocupó de que los restos de los cristianos tuvieran un dormitorio (que esto significa “cementerio”) digno a la espera de la resurrección; escuchó las aclaraciones dadas por el gran pensador Orígenes, y le readmitió a la comunión con la Iglesia. Nadie es perfecto: fiándose de Novaciano le ordenó sacerdote esperando mucho de él. Pero... al morir el papa Fabián, se convirtió en el segundo antipapa de la historia. Al enterarse de su muerte, san Cipriano de Cartago escribió al clero romano: «Gracias por los detalles que nos habéis comunicado de su martirio. Me alegra que una administración tan íntegra, haya sido coronada de manera tan egregia». De Sebastián ¿quién no ha visto su imagen, con las flechas traspasándole el cuerpo? Oficial del ejército del emperador Diocleciano se ensañaron con él al enterarse de que era cristiano. Escultores y pintores se han aprovechado de él para lucirse (20 enero)

EUSTOQUIA (1437-1485). La memoria de San Fabián y San Sebastián, no tiene por qué apagar el recuerdo de aquella niña nacida el jueves santo de 1434 en Annunziata. La acomodada familia Calafato, al bautizarla le puso por nombre: Esmeralda («piedra fina, silicato de alúmina y glucina, más dura que el cuarzo y teñida de verde por el óxido de cromo»). A los 15 años aquella piedra fina más dura que el cuarzo tiñó su color verde por el pardo de las clarisas, pese a la oposición de sus hermanos que, para que una Calafato no bajara de nivel social, incluso amenazaron con pegar fuego al convento. No comprendían que su hermana, que tomó el nombre de Eustoquia, al abrazar la pobreza franciscana iba a ganar en agudeza visual y en alegría. Alegría tan expansiva que 15 años después fundó el monasterio de Montevergine. Al morir el 20 de enero de 1485 la acompañaban 50 hermanas (20 enero)

INÉS (s. IV). Adolescente romana, totalmente enamorada de Jesucristo, hasta el martirio a los 12 años. Sus “fans” construyeron sobre esta historia una leyenda maravillosa. Pero es posible que la realidad –Inés a los 12 años— fuera aún más admirable (21 enero)

FRUCTUOSO (+ 259). Con sus diáconos Augurio y Eulogio sufrió martirio el 21 de enero del 259 en Tarragona. Obispo sin fronteras. Al llegar al anfiteatro se le acercó un cristiano llamado Félix, le besó la mano derecha y le pedía se acordara de él. Le contestó con voz clara de modo que todos lo pudieron oír: “Es mi deber acordarme de la Iglesia católica extendida de Oriente a Occidente” (21 enero)

VICENTE (+ 304). Protomártir de España. Famosísimo en la antigüedad, tanto que san Agustín todos los años el 22 de enero predicaba sobre el diácono de Zaragoza, martirizado en Valencia.
«Hemos contemplado un gran espectáculo con los ojos de la fe: al mártir san Vicente, vencedor en todo. Venció en las palabras y venció en los tormentos, venció en la confesión y venció en la tribulación, venció abrasado por el fuego y venció al ser arrojado a las olas, venció, finalmente, al ser atormentado y venció al morir por la fe» (Sermón 274). «A vosotros se os ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en él, sino sufriendo por él. Una y otra gracia había recibido el diácono Vicente, las había recibido y, por esto, las tenía. Si no las hubiese recibido, ¿cómo hubiera podido tenerlas? En sus palabras tenía fe, en sus sufrimientos paciencia. Nadie confíe en sí mismo al hablar; nadie confíe en sus propias fuerzas al sufrir la prueba, ya que, si hablamos con rectitud y prudencia, nuestra sabiduría proviene de Dios y, si sufrimos los males con fortaleza, nuestra paciencia es don suyo» (Sermón 276).
Palabra del Señor ya rubricada / es la vida de Vicente ofrecida / como una prueba fiel de que la espada / no puede ya truncar la fe vivida. / Fuente de fe y de luz es su memoria / coraje para el justo en la batalla / del bien, de la verdad, siempre victoria / que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla. / Martirio es el dolor de cada día / si en Cristo y con amor es aceptado, / fuego lento de amor que, en la alegría / de servir al Señor, es consumado (22 enero)

GAUDENCIO (+ 418). Su nombre, y su vida, saben a alegría compartida. Pagano de nacimiento, el obispo Eusebio le ayudó a hacerse cristiano. E inmediatamente lo envío a Novara para que ayudara al párroco de allí, Lorenzo, que andaba cristianando a los paganos pero evitando que cayeran en el arrianismo, que era una «gripe» realmente agresiva. Los numerosos e influyentes griposos arrianos logran desterrar a Egipto al obispo Eusebio, y Gaudencio va a hacerle compañía, pero éste le convence que mejor regrese a Novara. Y que de vez en cuando vaya a Milán, a confesarse con Ambrosio, de toda confianza. ¡Que gran regalo el de los amigos recomendando a los amigos! El sucesor de Ambrosio, Simpliciano, le consagró obispo de Novara en el año 398, a petición de los novarenses, que no querían un pastor importado. Fue 20 años obispo allí, viviendo en comunidad con sus sacerdotes y con los que un día lo serían. Entonces no se hablaba de “seminarios”. Tampoco los peces hablan del mar en el que viven (22 enero)

GUILLERMO JOSÉ CHAMINADE (1761-1850) Sacerdote, fundador de la Compañía de María y de la Familia Marianistas. Decimotercer hijo de Blas Chaminade, comerciante de tejidos, y de Catalina Bethon. En ese hogar recibió como herencia, virtudes que serán claves en él: el realismo, el espíritu de fe, y una vocación cristiana de servicio. Algunos de sus hermanos habían ingresado en la vida religiosa: el mayor, Juan Bautista, perteneció a la Compañía de Jesús hasta que fue disuelta. Y Guillermo aprendió de él cómo ser fiel a unos compromisos aún estando secularizado a la fuerza. Este hermano fue quien le preparó espiritualmente en su infancia y le orientó vocacionalmente en la juventud. Sus primeros años de estudiante los pasó en el Colegio San Carlos, de Mussidan, fundado por una congregación de sacerdotes que pronto ceden la dirección y la animación educativa de la obra a tres de los hermanos Chaminade, entre ellos a Guillermo. Primero como alumno, luego como profesor, administrador y capellán, pasará allí veinte años que serán cruciales en su formación. Se ordena sacerdote poco antes que estalle la Revolución francesa. En 1790 se publica la «Constitución civil del clero» que establece la supresión de conventos y órdenes religiosas; obispos y clero serán elegidos por el pueblo. Los hermanos Chaminade, como una gran parte del clero francés, rechazan el juramento a esta Constitución. En el colegio de Mussidan, la situación es insostenible, y los Chaminade deben abandonar la dirección. Guillermo José se despide de la Virgen de la Roca, a orillas del Isle, imagen de María que ha sido testigo de su compromiso de educador de la juventud en la ciudad, y emigra a Burdeos… Los marianistas siguen contando su vida y siguen haciéndole vivir. Por aquello de que los hijos se parecen a los padres, yo cuando pienso en Guillermo José Chaminade, siempre le veo con la cara del Padre José María Salaverri (22 enero)

ILDEFONSO (607-667). «El de la casulla» (esa vestidura que se pone el sacerdote para celebrar la misa). Porque cuentan que la Santísima Virgen, agradecida por lo bien que había escrito sobre su virginidad, le regaló una un día de fiesta. Al final fue arzobispo de Toledo, anteriormente abad y al principio monje, contra la voluntad de sus padres. ¿Por qué hay padres que se oponen a que sus hijos se hagan religiosos o sacerdotes? Perdón, Señor, por tantos padres cristianos que dicen durante la misa del domingo: «Señor, danos sacerdotes santos» y añaden a continuación: «Pero no los escojas de entre nuestros hijos» (23 enero)

MARIANA DE MOLOKAI (1838-1918). «Amó a los leprosos más que a sí misma. Les sirvió, les educó y les guió con sabiduría, amor y fuerza. Vio en ellos el rostro sufriente de Jesús». Fue la «sucesora» del apóstol de los leprosos en Molokai, el padre Damián De Veuster. Nacida en Alemania (Heppenheim), su nombre de pila era Bárbara Cope. A los tres años emigró al Estado de Nueva York (Estados Unidos) y adquirió la nacionalidad estadounidense. Perteneció a las Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco de Siracusa (23 enero)

FRANCISCO GIL DE FEDERICH DE SANS (1702-1745). Dominico tortosino, mártir en Tonquín, sería la síntesis. Para mí no es un santo más; desde que era seminarista le profeso una particular devoción, a través de la devoción que le tenía el Beato Manuel Domingo y Sol. Y cuando paso por Tortosa, además de visitar a la Virgen de la Cinta, siempre me acerco a su capilla de la catedral a rezar un Credo. «Mn. Sol hacia 1876 tuvo noticia del martirio de un venerable hijo de Tortosa, el dominico Fray Francisco Gil de Federich, y desde entonces empezó a encomendarse a su protección y a interesarse, con aquella llana y simpática cordialidad suya, por la marcha de la causa de Beatificación introducida en Roma tiempo antes, ya que el martirio acaeció en el Tonquín un siglo hacía, el 22 de enero de 1745. Se puso en comunicación con los dominicos pidiendo datos sobre el particular, y no tardó, a impulsos de su celo, contagio de su amor y a ruegos de los dominicos, en convertirse en entusiasta propagandista de aquella gloria de su tierra. En 1898 imprimió por su cuenta unas estampas del venerable religioso. Valiéndose de sus Operarios de Roma pedía con frecuencia datos sobre el curso de la Causa de Beatificación. En septiembre de 1904, próxima ya la fecha del gran acontecimiento, para contribuir a divulgar el conocimiento de su santo paisano, pagó por su cuenta la edición de la Vida del Mártir dominicano. El 20 de mayo de 1906 tuvo lugar la solemne Beatificación, y Don Manuel comenzó a preparar con todo entusiasmo el triduo que había de celebrarse en su honor en Tortosa, repartiendo profusamente hojas de propaganda y ejemplares de la nueva Vida del Beato, y comprometiendo a sacerdotes amigos para que tomaran parte en las fiestas, que se celebraron con toda solemnidad en el templo catedralicio durante el mes de septiembre. A fines de 1908 estaba dedicado afanosamente a buscar recursos para la imagen y el altar, que por iniciativa suya había de dedicársele en el trascoro de la Catedral, y preparando las grandes fiestas religiosas con que quería solemnizar el acto de la inauguración. Y preparando el acontecimiento, con el mismo fresco entusiasmo con que en sus treinta abriles preparaba sus lecciones del Instituto, le sorprendió la muerte. En los delirios de su última enfermedad hablaba alguna vez de su Beato Gil de Federich» (G. Mártil) (23 enero)
J.S.V.

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