jueves, 14 de octubre de 2010 | |

La lógica, la fe y el sentido común
Precedentes de lo que afirma Hawking en su último libro


La lógica, la fe y el sentido común
TADEUSZ MALINOWSKI De pequeño supe de Dios porque me hablaron de él. En cambio, sobre el Sol, la Luna, los árboles y el resto del entorno iba adquiriendo conocimiento por la experiencia propia. Durante mi Bachillerato aprendí que la experiencia es el único camino válido hacia el conocimiento científico. Pero también aprendí en qué y cómo debía creer, a vivir de acuerdo con la fe, a dar culto a Dios, a sus ángeles y a sus santos y a temer al diablo.No tardé en percibir ciertas contradicciones entre ambos ingredientes de mi cultura. Por aquel entonces sonaban aquellas famosas palabras que pronunció Arthur Stanley Eddington (1882-1944), si no me falla la memoria, en un congreso científico del año 1933 en Londres -que, para que un físico tenga claro todo lo demás, le hacen falta estas pocas palabras-: «Dios dijo hágase la luz». Pasaron unas cuantas décadas y a Stephen Hawking ya le sobra el concepto del Creador. Me era evidente cómo los científicos llegaban a sus conclusiones; sin embargo, ignoraba cómo la Iglesia llegaba a conocer lo que predicaba.Por fin, jubilado y setentón, estudié Teología en una Universidad Pontificia con el fin de saber de dónde y cómo saca la Iglesia su caudal de dogmas. Ella decía que de la Revelación. O sea, de una fuente divina. Estudié la carrera, pero ya provisto del bagaje de otras disciplinas universitarias y en el ocaso del siglo XX cuando las ciencias auxiliares obligaron a los sabios eclesiásticos a ponerse al día con sus investigaciones específicas.Voy a ser breve. La supuesta «revelación» consiste en las interpretaciones que los personajes bíblicos hicieron de los fenómenos naturales, psíquicos, sociales y políticos en clave de su fe religiosa previa. Entonces me dije: «Tadeusz, todo buen teólogo, si es honrado consigo mismo, tiene que ser agnóstico». La Fenomenología y la Historia Comparada de Religiones nos conducen hacia la evidencia de que el origen del concepto de Dios está en la imaginación del hombre. Por lo tanto, Dios es un significante sin significado objetivamente conocible, comprobable o falsable.La religión se refugia en el argumento de la universalidad de la creencia en la divinidad y deduce la existencia de Dios del hecho de que el hombre lo busca y se encuentra con Él en la intimidad de su mente (Karl Rahner). También yo, como creyente, tenía experiencias religiosas; sin embargo, llegué a ver con claridad que quien toma las vivencias religiosas por la autorrevelación de Dios toma el efecto por la causa, porque la experiencia mística siempre viene como resultado de la práctica religiosa previamente aprendida, y su explicación corresponde a la Psicología.No obstante, la ciencia también palpa los límites de su conocimiento, también topa con un último porqué incontestable.Lo que parece que afirma Hawking en su nuevo libro tiene precedentes. El matemático alemán Hermann Minkowski (1862-1909) defendió la idea del Universo vacío. Este vacío aparente se debe a la simetría de su contenido, que no es otra cosa que la materia y la antimateria juntas. Cuando esta simetría se rompe, surgen universos.Otro matemático y físico alemán, Ernst Pascual Jordan (1902-1980), sostuvo, causando la admiración de Einstein, que la energía de nuestro Universo es la suma de la energía gravitatoria y de la ligada a la masa, ambas iguales y de signo contrario, entonces es nula, lo que concuerda, como lo afirma Ilia Prigogine, con Minkowski. Y Prigogine (1917-2003) concluye que «desde el punto de vista de la energía no habría que pagar ningún precio para pasar de la no existencia a la existencia». La diferencia con Hawking sólo consiste en que los autores anteriores no mencionaron la divinidad. De modo que está claro que el físico inglés no dijo ninguna tontería -ninguna «chorrada», para usar las palabras recriminatorias de José María Hevia publicadas en LA NUEVE ESPAÑA del 4 de septiembre.Sin embargo, está claro que estas investigaciones dejan sin respuesta la pregunta por el origen de lo primigenio, y el científico agacha la cabeza y confirma que sólo difunde lo que sabe, mientras que el hombre precientífico, desde la noche de los tiempos, no deja ninguna pregunta sin respuestas imaginativas, entre las cuales nacían el Dios o los dioses, imaginados de múltiples maneras y de imposible verificación.Xavier Zubiri (1898-1983) trató de conciliar la fe con la física utilizando el concepto de «realidad» como la chanela que le permitió bascular desde la contingencia a la trascendencia. Atribuyó a las cosas un plus de realidad que las liga con Dios, concebido como «realidad fundamento». Con eso, como creyente, desembocó en un panteísmo, y por el lado filosófico incurrió en pleonasmo, porque las cosas o son reales o no lo son.La ciencia se detiene ante la constatación de una realidad de la cual surgen universos, el nuestro incluido. La pregunta por el origen de esta realidad primigenia es una pregunta ociosa, porque el intento de ingeniar respuestas desembocaría en las conocidas explicaciones precientíficas, como la que postularon los nativos de India, según la cual un gigantesco elefante que lleva la Tierra en su lomo está posado sobre otro elefante, y así hasta el infinito. Otros prefirieron una columna de tortugas. Las religiones encargan a Dios la respuesta a la pregunta por el principio.La lógica es implacable. Escogido el punto de partida, permite deducir de él gigantescas construcciones de solidez aparentemente inconmovible. Pero ¿y si el punto de partida es falso o ilusorio?¿Cómo saben las religiones de sus divinidades? Dijo muy bien el arzobispo Jesús Sanz Montes (LA NUEVA ESPAÑA, 7 de septiembre de 2010) que los creyentes pueden argumentar su dogma. Argumentar, sí; probar, no. Me expongo a cualquier ironía o descalificación, pero
afirmo que Dios es un significante vacío de significado.



Respuesta a Tadeusz Malinowski en su artículo sobre la Lógica, la fe y el sentido común, escrito en La Nueva España, periódico de Asturias.
Por Gonzalo Arnaiz Alvarez.

Leerlo ha sido un placer intelectual. Te hace pensar. Sobre todo me alegra el ver que se abre un debate sereno y respetuoso en torno a la existencia de Dios, al parecer negada desde la ciencia según lo afirmado por Hawking en su último libro.
El tema Fe – Ciencia, también a mi me trae “de cabeza” desde mi más tierna juventud y ciertamente hubiera dejado de ser “creyente” si no hubiera encontrado la forma de integrar de alguna manera los “mundos” que encierran cada una de estas dos palabras.
Voy a tratar de problematizar el artículo de Tadeo y no a ser propositivo de mis opciones. Es más fácil responder a Tadeo que proponer mi pensamiento pero es la opción que tomo ahora.
Todos, de alguna manera, estamos condicionados a la hora de enfrentar nuevos problemas con nuestros “previos” conceptuales y existenciales. Nuestro “disco duro” particular está formateado de tal forma que difícilmente nos podemos escaquear de ese “previo”. Y a mi me da la impresión que Tadeo entra en el mundo de la teología tratando de aplicar todo su bagaje cultural matemático-científico-lógico y se encuentra con aporías que son indescifrables desde esos presupuestos que le convierten en escéptico y agnóstico. Le llevan a conclusiones lógicas apreciables, desde determinados presupuestos. Pero esos presupuestos, como los que él afirma de la teología, también son criticables.
Afirma muy agudamente que: La supuesta «revelación» consiste en las interpretaciones que los personajes bíblicos hicieron de los fenómenos naturales, psíquicos, sociales y políticos en clave de su fe religiosa previa. Esto es verdad, pero puede que sea solo media verdad o una verdad parcial. Por principio parece desautorizarse la “fe religiosa previa”. ¿Por qué? ¿Será una mera petición de principio? Se está ya negando la posibilidad de que exista realmente una trascendencia en el hombre y una realidad transcendente. La “revelación” habla sobre todo de un encuentro entre dos, de una experiencia vivida por un hombre o una colectividad en la que se afirma tener una relación con Alguien que les precede y que ha querido entrar en comunicación o comunión con ellos. Alguien que elije, que llama y que ama. Alguien que crea.
Es evidente que esto a Tadeo no se le escapa, y lo soluciona (respondiendo a Rhaner) diciendo que: “ la experiencia mística siempre viene como resultado de la práctica religiosa previamente aprendida, y su explicación corresponde a la Psicología”. El mundo de la experiencia mística es un fenómeno al alcance y medida de la Psicología. Ahí es nada la afirmación. ¿De qué sicología hablamos? ¿Qué escuela sicológica elegimos? Todo buen sicólogo sabe que el objeto de su ciencia (la psique humana) no es fácilmente mensurable o medible o cuantificable. Sabe que esa realidad se le escapa en cantidad de ocasiones y que no hay reglas universales. Más bien, cada persona es un universo en sí mismo y cada persona debe ser tratada de forma particularísima. No hay caminos o rutas pre-indicadas válidas para todos. El día en que la sicología se pueda elencar en unas determinadas reglas o medidas entonces desaparecerá la misma sicología y se convertirá en una especie de cibernética o electromagnética o algo parecido. Entonces tendremos que el mejor sicólogo será un buen computador que entrecruce todas las posibilidades y deduzca la mejor terapia.
Pues no. La experiencia mística no puede ser reducida al control de la ciencia psicológica que solo es empírica. Hay realidades que se le escapan al empirismo puro y duro. Y esto también puede ser de “sentido común”. De otra forma reducimos al hombre a ser “unidimensional” y por lo tanto empezamos a negar la libertad, la voluntad, el yo, la persona, la responsabilidad…etc. Vamos reduciendo al hombre a máquina y nos va a sobrar todo lo que estamos diciendo o escribiendo unos y otros.
Tadeo sigue su razonamiento sacando a colación otras fuentes científicas como la de Hermann Minkowski (1862-1909) que defendió la idea del Universo vacío. Este vacío aparente se debe a la simetría de su contenido, que no es otra cosa que la materia y la antimateria juntas. Cuando esta simetría se rompe, surgen universos. Estará Tadeo, conmigo, que esto no deja de ser una bella hipótesis o una bella idea. Está claro que es una deducción lógica-matemática desde unos determinados presupuestos. Pero de ser lógico a ser real hay un trecho. No hay ninguna contradicción entre lo que aquí se afirma y la existencia de Dios, pero insisto que esa realidad del “universo vacío” hay que demostrarla. Y, ahora digo yo, ¿es acaso sugerente que lo que ahora somos es fruto de una disimetría o de un rompimiento de un equilibrio de fuerzas? Somos el fruto de una desgracia. Sería con mucho lo mejor haber mantenido el equilibrio y que el universo fuera vacío. Y pueden seguir las preguntas: ¿vacío de qué? La materia y la anti-materia ¿son o no son? ¿y si son, donde están? ¿y si no son, como es que actúan para provocar un universo lleno?
La teoría de Ernst Pascual Jordan es similar a la anterior y me plantea los mismos interrogantes siendo una teoría respetable y de admirar.
Tadeo no escapa a estos interrogantes y los despacha de la siguiente manera: “Sin embargo, está claro que estas investigaciones dejan sin respuesta la pregunta por el origen de lo primigenio, y el científico agacha la cabeza y confirma que sólo difunde lo que sabe, mientras que el hombre precientífico, desde la noche de los tiempos, no deja ninguna pregunta sin respuestas imaginativas, entre las cuales nacían el Dios o los dioses, imaginados de múltiples maneras y de imposible verificación”.
Esta es la afirmación señera y conclusiva del artículo. Efectivamente todo lo anterior “deja sin respuesta la pregunta por el origen de lo que se afirma como primigenio”.
Esa es la pregunta que permanece en pié. El científico agacha la cabeza. En vez de agachar la cabeza, el científico debe reconocer que con su método no llega a dar respuesta a todo. Que hay respuestas que son de rango distinto al campo de investigación de lo científico. Reconocer esto es reconocer los límites de este método de conocimiento. El problema está en que se agacha la cabeza pero a la espera de poder dar una respuesta científica sobre el origen de lo primigenio en un día más o menos próximo. El científico sigue convencido de que esa realidad no se le escapa a su método. Calla y espera. En el fondo es lo que hace Tadeo. Y por eso califica de pre-científica –y por lo tanto inválida- toda otra respuesta o todo intento de respuesta que no pase por las horcas caudinas del método científico. Está claro que afirmar que la tierra es plana o que el hombre fue creado de barro, es una afirmación pre-científica. Habría que decir mejor que es una afirmación que responde a la ciencia de un tiempo. ¿Pero es pre-científico preguntarse por el origen y sentido de lo primigenio, o por el sentido del cosmos, o por el sentido del hombre? Son preguntas de ayer, de hoy y de siempre. Son preguntas que afirmamos pertenecer al mundo de la filosofía y por lo tanto al mundo del hombre. Tan dignas y respetables como las de preguntarse el por qué el calor dilata los cuerpos o el por qué la energía se degrada o por qué el sol brilla y calienta. Hay que admitir que hay preguntas que se responden desde un ámbito y otras desde otro. La Filosofía tiene su ámbito y su método. Que no es ni mejor ni peor que el método científico-matemático. Es distinto. Lo mismo puede decirse de la Teología.
La conclusión a la que llega Tadeo: “La ciencia se detiene ante la constatación de una realidad de la cual surgen universos, el nuestro incluido. La pregunta por el origen de esta realidad primigenia es una pregunta ociosa, porque el intento de ingeniar respuestas desembocaría en las conocidas explicaciones precientíficas”, es una conclusión que me sorprende.
Me sorprende porque me suena a contradictoria y a la vez presuntuosa, con perdón.
Contradictoria porque si es cierto que la ciencia se “detiene” ante la constatación, no se ve como se permite la licencia de prohibir nuevas preguntas por ociosas. Esa afirmación es totalmente ajena al lenguaje científico-matemático del que presume. ¿Quién le dice a él que es ocioso preguntarse para ir más allá de lo hasta ahora conocido? No solo es válido el cuestionarse las cosas desde mi método y solo válido lo que yo cuestiono. Los demás tienen permitido (faltaría más) el poder hacerse las preguntas que quieran y buscar respuestas desde caminos distintos. Insisto que la palabra precientífica usada por Tadeo es descalificadora o negadora de otras ciencias que lo son por sí mismas y sin el permiso de la ciencia matemático-empírico. Por que niega esta realidad es por la que afirmo que es algo pretencioso o presuntuoso en la última afirmación.
Termino diciendo que se habrán dado cuenta de que siempre que he tocado el término “científico” he añadido sistemáticamente el calificativo de matemático o de empírico o de ambos a la vez. No es inocente. Es que científico pueden ser muchas cosas. Ciencias hay diversas. Método científico-matemático-empírico es solo uno. La verdad que se encuentra con ese método es solo una. Pero esa no es la única verdad.
Por eso me atrevo a decir que la verdad encerrada en esta afirmación: “Dios es un significante vacío de significado” es una verdad científica, entendiendo aquí por ciencia , la ciencia empírica. Pero esta ciencia no agota la realidad “Dios”. Dios no cae bajo los auspicios de esta ciencia. Dios es “su horizonte” o está “más allá” porque es cuestión última. La ciencia empírica se ocupa de las cuestiones penúltimas que son bien interesantes y apasionantes.
Gonzalo Arnaiz Alvarez, s.c.j.

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