DOMINGO XXXIII : AL
QUE TIENE SE LE DARÁ
Si el domingo pasado, el Evangelio nos
invitaba a la vigilancia, este domingo quiere concretar la manera de vigilar.
Creo que hemos de hablar de una vigilancia “activa” o de una vigilancia en
acción. No es la del vigía que está “a verlas venir” para avisar, sino que se
vigila poniendo en práctica aquello que se espera que acontezca. La esperanza
mueve mi historia y mueve la historia.
El libro de los Proverbios hace un canto de
alabanza a la mujer hacendosa, ecónoma, dadivosa y temerosa de Dios. Un hermoso
canto que refleja una cosmovisión sobre la mujer “en casa” pero que para su
tiempo la eleva a valor muy apreciado; tan apreciado que es “alguien” y no
“algo”; y es alguien que cultiva y cuida lo mejor de aquello que el hombre ha
recibido de Dios: cultiva y cuida la vida y trasmite la fe.
La liturgia del día elige esta lectura porque
habla de laboriosidad, de tarea, de trabajo hecho con una actitud maternal
donde suele abundar el trabajo arduo y la gratuidad. La “madre” es siempre un
buen ejemplo de lo que significa entrega a fondo perdido y sin medida porque
ama incondicionalmente. Es un buen “sacramento” de Dios.
La segunda lectura de Pablo a los
Tesalonicenses nos sigue hablando del “día del Señor” o lo que es lo mismo “el
día en que vendrá a juzgar a vivos y muertos”. Y vuelve a insistir en la
necesidad de la vigilancia; de una vigilancia despejada, despierta; sin hacer
concesiones a lo accesorio y atendiendo a lo principal. Nos invita a una
sobriedad, que podríamos denominar “ir ligeros de equipaje”, porque si nos
entretenemos en “tantas cosas” nos podemos olvidar de la “única necesaria”. El
tema paulino nos recuerda la parábola de “diez vírgenes o doncellas” del
domingo pasado y nos apresta a oír el evangelio del San Mateo que da un pasito
más adelante.
Mateo 25, 14-30 nos narra la parábola “de los
talentos”. Una parábola que utilizando un símil de gestión económica genera una
serie de orientaciones de calado en la vida del discípulo.
1-
Empleados o administradores. Primera mirada a Dios y su relación con
el hombre. Dios es primero y tiene la iniciativa siempre. El hombre, nosotros,
todo lo recibimos de Él. Lo que somos y tenemos no es “nuestro” de propiedad
absoluta e indiscriminada. En ningún caso se puede tener por norma el “hacer lo
que me da la gana” o “por que sí”, pero en este caso aún menos. Soy deudor
absoluto, aunque sea una deuda “gratuita” y por lo tanto he de comportarme
agradecidamente y actuar en la forma mejor, que coincide con la Voluntad de Dios.
2-
Los dones recibidos lo son “para los demás”. Los he recibido para
cuidarlos y gerenciarlos de la mejor manera. Y para ello hay que aplicar una
regla de oro del evangelio de Jesucristo: “el que pierde gana”. Aquel que
entrega su vida por los demás, la gana. Nadie ama más que el que da la vida por
el amigo. Es ciertamente una matemática inversa a nuestros esquemas
financieros, pero es la que es. Y resulta que es verdadera. El agua retenida en
un pozo se pudre. La luz puesta debajo del celemín no sirve. La sal si se queda
en el salero no sala. La vida si no se entrega no engendra vida. Por lo tanto
“lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Lo dice Jesús.
3-
Importante lo de la gratuidad. Recibido gratis para darlo gratis.
Tenemos siempre la tentación de pasar factura. He hecho esto, me debes esto. Le
pasamos factura al otro buscando alguna determinada ganancia para mí, como
puede ser el ser tenido por bueno, o ser querido, o buscar agradecimiento y
ensalzamiento; pero todavía más osado, queremos pasarle factura a Dios. Le
exigimos una paga. Y no, “el banquete de tu Señor” es “demasía”; es
sobreabundancia; es gratuidad desde el amor. Y por lo tanto nuevo motivo para
agradecer en el amor y no conquista merecida por tus esfuerzos o cálculos.
Somos hijos trabajando en la hacienda del Padre. Todo es nuestro.
4-
No importa la cantidad de “talentos” recibidos. Cada uno es cada uno.
Único e irrepetible. Valor absoluto como es. No debe haber envidias entre
vosotros (dice Jesús). Lo que importa es que lo que se nos ha dado lo pongamos
en juego para que de alguna manera fructifique y haga crecer la comunidad.
Deberíamos estar alegres y agradecidos al ver los “talentos” que el Señor ha
derrochado en mis hermanos. Que bueno que mi hermano sepa mucho, hable bien,
pinte, baile, comunique, cante; sea inteligente, guapo; sepa discernir,
aquilatar, exhortar, animar, presidir, gestionar.
5-
Saber admitir que yo no valgo para todo. Saber admitir mis límites.
Saber aceptar la ayuda de otros; saber pedir ayuda cuando no llego o no puedo.
6-
No se puede holgazanear ni dejar para mañana lo que se pueda hacer
hoy. Es decir somos responsables y hemos de responder so pena de anularnos, de
desaparecer.
El último aviso del Evangelio es
este. Nuestra actuación en la vida no es indiferente; porque la vida recibida
de Dios no termina. Esta vida la podemos perder “por necios”, por pretender
tapar el sol con un dedo. Si la vida recibida no se entrega, por su misma
inercia se pierde (aún aquello que tiene se le quitará). Si no pones a valer
tus “talentos” te quedas encerrado en ti mismo (llanto y rechinar de dientes).
Te has construido una cárcel incomunicada. Te has aislado ( aunque sea una isla
del Caribe). Eso es el infierno. Si tus talentos los pones a valer generarás
vida, crearás comunión, y te encontrarás con la Vida en la comunión de los
Santos. Eso es el cielo.
Gonzalo Arnaiz Alvarez, scj
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