domingo, 20 de septiembre de 2009 | |

Como vive Cristo entre nosotros

8. Las marionetas y la cascada del poeta Bengt Berg


Sí, por eso quiero ayudarte un poco. Seguramente que ya desde muy niño te apretujaste con los muchachos para ver el teatro de guiñol. Quizás mirabas desde lejos y cuando aparecía el recaudador desaparecías. Observabas el drama de los muñecos que se desarrollaba entre cortinas chillonas y abigarradas y en un escenario recién pintado, entre gritos y carcajadas innumerables.
Todos contemplan las marionetas y sus hazañas heroicas pero nadie se da cuenta en seguida de que no son los muñecos quienes viven y juegan, sino la mano hábil de un artista que permite a las figuras hablar, golpear, gritar, entrar en escena, desaparecer, vivir o morir... Cada movimiento, cada manifestación de vida de los muñecos es llevada y dirigida por la mano del artista. Él es su vida. Vive en ellos.
El hombre puede experimentar en sí mismo lo que les sucede a los muñecos. Que una vida nueva empieza a vivir en él.
Al gran cazador, investigador y poeta Bengt Berg le ocurrió en una ocasión lo siguiente: En la primitiva jungla de la India encontró una cascada gigantesca de la que hizo una fotografía. Y cuando contemplaba la foto dice que veía ante sí los potentes animales de la selva y se despertaba en él una alegría como la que debió tener el hombre de la edad de piedra, primitivo y poderoso.
Quizás te puede haber ocurrido a ti algo parecido con motivo de una gran alegría o de un amor incipiente. Entonces una vida oculta e incomparable sale a luz y se adueña de todo el hombre.
Esto nos lleva otra vez a los linderos del misterio de la vida, porque es un auténtico misterio que no se puede dominar ni descubrir, ni cambiarlo con la razón en una simple verdad. Por eso se debe guardar y conservar amorosamente en el corazón. Si vive allí, el hombre experimentará más y más su realidad.
La vida de Cristo como la encuentras en el Evangelio es abandono en el Padre, amor a los hombres, lucha por la Verdad y por el Reino de Dios con toda su riqueza. Intentabas seguirle, vivir su vida con tus propias fuerzas y te quejabas de no conseguirlo. Pide que Él lo realice en ti. Búscale, abandónate en Él y vuelve a Él con todas tus fuerzas. Que Él triunfe en tu persona, pues en tu interior va creciendo la vida divina.
Un día te das cuenta de que no has hecho tú solo esto o aquello, de que Él tenía sus manos en el juego y de que esto era su vida.
Puede suceder esto cuando uno lee las viejas páginas de su diario, encontrando en la mayor parte de los párrafos una santa intranquilidad por lo definitivamente grande. O puede darse cuenta de ello cuando hay que renunciar o vencerse a sí mismo, como si se hubiera de arrancar una venda de una herida costrosa y se le ha dado el sí gustosamente. Tal descubrimiento es dichoso sobremanera.
Un auténtico conocedor de Dios podría decirte quizás: Si has hojeado con interés este librito hasta aquí, ya es una señal de su vida. Pues Él realiza la primera petición aun en el santo, lo que nos es incomprensible. Es como el hombre primitivo que despierta en ti, como en el poeta Bengt Berg. Es la vida que se regala con su propia vida. Es el gran actor en el teatro universal de los redimidos que ha puesto sus manos dentro de ti. Si tu fueras santo, Él representaría en ti y por ti el mayor espectáculo ante Dios y los hombres: «La vida de un santo». San Pablo nos lo dice así: «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí...». Y esto no lo leyó ni lo estudió él en parte alguna, sino que lo supo y lo vivió. Sencillamente, lo conoció por propia experiencia.

Como vive Cristo en nosotros

Klemens Tilmann, Das schönste was es gibt 8

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